
En 1859, Charles Darwin publicó “El origen de las especies”, libro que causó polémica entre los científicos de la época y la población. Muchos, incluso hoy, prefieren descartar la teoría de la evolución. Sin embargo, desde que se publicó el libro de Darwin, tenemos suficiente evidencia para suponer que es una hipótesis verdadera. Surge entonces la pregunta, ¿cómo evolucionamos los humanos? ¿De dónde provenimos?
Resumen
- La evolución de la humanidad no fue un proceso lineal. Existieron muchas especies de homínidos que fueron evolucionando hasta que apareció el Homo sapiens hace 200 mil años.
- No solo muchas especies de homínidos vivieron en la misma época, sino también especies de humanos vivieron juntas. Probablemente, pelearon entre ellas, compitieron por comida e incluso se reprodujeron entre sí.
- Si bien es claro que todos los seres humanos actuales son una única especie, podemos encontrar en nuestros genes evidencia de que en algún momento nuestros antepasados se reprodujeron con otras especies de humanos.
La imagen clásica de la evolución

Observemos por un momento esta imagen. Esta es la clásica imagen que ilustra de una manera metafórica la evolución de los seres humanos. Sin embargo, esta representación también ilustra una serie de ideas equivocadas que por lo general tenemos sobre cómo surgimos los seres humanos.
Primero, esta imagen nos puede llevar a pensar que la teoría de la evolución sostiene que los seres humanos provenimos de los monos. Sin embargo, esta es una suposición equivocada. En todo caso, podemos decir que estamos relacionados con los simios, pero no que provenimos de ellos. Veamos cómo los científicos clasifican a las especies para entender mejor esto.
¿Venimos del mono?
La palabra género designa a un conjunto de especies de animales que provienen de un ancestro común. Por ejemplo, Yuval Noah Harari, historiador de la Universidad Hebrea de Jerusalén, explica que los leones, tigres, leopardos y jaguares son distintas especies del género Panthera.
De la misma manera, nosotros, el Homo Sapiens, somos una especie del género Homo, que significa humano. Esto quiere decir que existieron distintas especies de humanos, así como existen leones, tigres y leopardos.
A su vez, los géneros pueden agruparse en familias, esto quiere decir que ―otra vez― comparten ancestros en común. De esta manera, tanto los leones, del género Panthera, como los gatos, del género Felis, forman parte de la familia de los felinos. Esto mismo sucede para los humanos. Los humanos somos parte de la familia de los homínidos.

Dentro de esta familia, se encuentran, efectivamente, especies de simios: los orangutanes, los gorilas, chimpancés y bonobos. Sin embargo, es erróneo decir que provenimos de ellos. Lo correcto es decir que tenemos antepasados en común y que ellos tuvieron un camino evolutivo distinto.

(Lemur. NatGeo)
En contraste, los monos son parte de otra familia. Lo que sí podemos decir es que, tanto los monos como los simios y los homínidos son parte del orden de los primates. Nuevamente, el orden es otro grupo de especies con un antepasado en común (pero más lejano que en el caso de las familias). Los primates, no obstante, encierran a especies muy distintas y heterogéneas. Por ejemplo, los lémures son primates también, pero no diríamos que se parecen a los monos, como podemos ver en la foto anterior.

Nuestra genealogía
La imagen clásica de la evolución también nos puede hacer pensar que la evolución de la humanidad fue un proceso lineal. Es decir, que una especie similar a la que sale al lado izquierdo de la imagen clásica fue poco a poco convirtiéndose en nosotros. Esta suposición es también falsa por dos razones.
La primera, es que existieron muchas especies de homínidos que, incluso, vivieron en un mismo periodo de tiempo y se conocieron (sí, nosotros los Homo sapiens conocimos a otros parecidos a nosotros). Por ello, no sabemos exactamente de qué especie surgimos o si hubo cruces entre ellas. Es decir, podríamos provenir de especies diferentes que se reprodujeron entre sí. La siguiente imagen, basada en información de la Enciclopedia Británica, muestra algunas de las especies de homínidos encontradas y el periodo en el que vivieron.

Vemos que muchas especies de homínidos vivieron durante el mismo periodo de tiempo. Incluso tenemos evidencia de que fuimos contemporáneos de los neandertales y el Homo erectus. Es difícil determinar de qué especies de homínidos eran nuestros antepasados, pues todos los homínidos tienen características similares a las nuestras. Muchos de ellos caminaban en dos piernas, hacían herramientas y podían cazar. Los pocos fósiles que hemos encontrado, sumados a los más de 20 tipos de homínidos identificados, hacen difícil rastrear una genealogía precisa.
La segunda razón es que, como explica Harari, hay evidencia en nuestros genes de que nuestros antepasados se reprodujeron con miembros de otras especies de humanos. Por ejemplo, gracias a que en el 2010 se logró obtener material genético de neandertal, se pudo comprobar que la población de Europa y del Medio Oriente contenía, dentro de su ADN, de 1% a 4% de material genético neandertal. Lo mismo se evidenció entre los pobladores melanesios y aborígenes australianos con el ADN de otra especie de Homo conocido como el hombre de Denisova.
Esto evidencia que los Homo sapiens se reprodujeron con otras especies de humanos lo suficiente como para que hoy contengamos material genético de ellos en nuestro ADN. ¿Cómo podemos entender la evolución humana entonces?
La evolución humana

Tal vez, la mejor forma de entender la evolución humana es como un proceso complejo, en el cual vivieron muchos seres con características similares a las nuestras, sin ser plenamente nuestra especie. A medida que pasó el tiempo, algunos miembros de estas especies se empezaron a parecer cada vez más a nosotros, hasta que hace 200 mil años apareció el Homo sapiens.
Podríamos separar a estas especies en tres grupos: homínidos tempranos, australopitecinos y especies del género Homo (o especies de humanos). El grupo de homínidos tempranos vivió entre 7 y 4.4 millones de años atrás. No tenemos mucha información de ellos, pero lo más probable es que fueran similares en apariencia a los simios, aunque tenían algunas características como las nuestras. Por ejemplo, tenían dientes más pequeños que los de los simios modernos. Asimismo, los fósiles de una de estas especies indican que ya podían caminar en dos piernas.

(Australopithecus Afarensis. Ilustración: J. Gamarra)
El siguiente grupo es el de los australopitecinos (término informal para referirse a los miembros del género australopithecus), que vivió entre 4.4 y 1.4 millones de años atrás. Durante este periodo, muchas especies de australopitecinos vivieron en distintas partes de África, e incluso es probable que se hayan visto entre ellas. Aún se veían como simios, pero ya tenían características humanas importantes. Ellos eran completamente bípedos. Sus pies habían evolucionado para caminar y ya no podían sujetarse de los árboles con los pies.
Sin embargo, en este mismo periodo, aparecieron las primeras especies de humanos. Hay evidencia de que hace 2.5 millones de años algunos homínidos ya usaban herramientas de piedra. Dado que las herramientas de este periodo han sido encontradas junto a sus restos, se atribuye su creación al Homo habilis: la primera especie en ser categorizada como un humano.
Luego, hace dos millones de años, aparecieron los Homo erectus. Esta especie de humanos fue la primera en dejar el continente africano. El Homo erectus migró a Europa, Asia y Oceanía. Se caracterizaba, además, por el gran volumen de su cerebro, una mano con pulgares y largas piernas.

(Homo Erectus: Fotografía de Tim Evanson en el Smithsonian Museum of Natural History)
Esta especie usó el fuego para cocinar sus alimentos, lo que probablemente permitió que su cerebro crezca más. Esto se debe a que nuestro cerebro consume muchísima energía. Incluso cuando descansamos, nuestro cuerpo destina un quinto de su energía a este. Por ello, como explica Richard Wrangham, para que el cerebro crezca, eran necesarias más calorías para mantenerlo. Cocinar los alimentos no solo ayuda a absorber más energía de ellos, sino que también menos energía es requerida para digerirlos. Este excedente permitió que las especies de humanos puedan mantener cerebros cada vez más grandes.
Este crecimiento del cerebro dio lugar a nuevas especies. Por ejemplo, el neandertal apareció hace 800 mil años en Europa y, hace 200 mil años, apareció el Homo sapiens en África.
¿Por qué solo quedamos nosotros?
Chris Stringer, investigador líder de la Real Sociedad de Londres para el Avance de la Ciencia Natural (Royal Society) sobre el origen humano, explica en su libro “Lone Survivors” que no hay una respuesta única a esta pregunta. Una posible opción es que hayamos peleado hasta, finalmente, haber exterminado a las demás especies. Asimismo, es posible que hayamos competido por los recursos y que nuestras habilidades superiores hayan dejado a las otras especies sin comida. Otra opción menos pesimista es que hayamos convivido e incluso nos hayamos reproducido. Sin embargo, para Stringer, lo más probable es que sea una combinación de todas ellas.
Yuval Noah Harari nos da una hipótesis probable. Nuestras habilidades cognitivas superiores, de lenguaje y de fabricación de herramientas, produjeron que las otras especies de humanos no puedan competir contra nosotros por la comida. Poco a poco sus poblaciones se fueron reduciendo. Finalmente, los pocos miembros que quedaron se unieron a los grupos de sapiens, mezclando sus genes con los nuestros. Sin embargo, es posible que nunca sepamos a ciencia cierta qué ocurrió.
Entérate de más: ¿Cómo evolucionan las especies?