
En el Reino Unido, nueve millones de personas sufren los estragos de la soledad. Cerca de tres millones de ancianos tienen como única compañía un televisor, 200 mil de ellos no han tenido interacción social alguna en más de un mes y muchos otros van al supermercado solo para hablar con alguien. Esta situación ha escalado lo suficiente como para convertirse en un problema de salud pública que ha llevado al gobierno británico a nombrar, en el 2018, a la primera ministra encargada de la soledad en el mundo.
¿Qué llevó al gobierno del Reino Unido a designar una ministra para la soledad? ¿Cuáles son los efectos del aislamiento en nuestra salud mental? Respondemos a estas y otras preguntas en este informe.
Resumen
- La soledad genera una serie de consecuencias negativas a nivel físico y psicológico en tanto nuestra biología está predispuesta para favorecer el contacto social, pues ha servido como mecanismo de supervivencia durante millones de años.
- Resonancias cerebrales han detectado que la región del cerebro que se activa cuando experimentamos rechazo es la misma que registra la respuesta emocional ante el dolor físico.
- Los efectos de la soledad pueden afectar la forma en la que procesamos la información de nuestro entorno, haciendo que interpretemos conductas neutrales como inamistosas.
- Puede propiciar estados de hipervigilancia en busca de amenazas, aumentando los sentimientos de vulnerabilidad y elevar al mismo tiempo nuestro deseo de contacto social.
- Jo Cox fue una de las principales impulsoras de las iniciativas públicas para contrarrestar la soledad. La Comisión que creó en el Parlamento, que luego se conoció como la Comisión Cox, fue la que sentó las bases para lo que posteriormente se materializó en la designación de Tracey Crouch como la primera ministra encargada de la soledad.
- El gobierno británico decidió nombrar en el 2018 a una ministra para tratar el problema de la soledad en la sociedad, entendiendo al aislamiento social como un asunto de salud pública que afecta a 9 millones de ciudadanos británicos de distintas edades.
- El régimen de aislamiento carcelario ha recibido críticas de organizaciones internacionales por los daños mentales que genera en las personas, considerando este tipo de mecanismos como tortura.
La soledad y su relación con la supervivencia humana
La soledad es una experiencia humana universal. Independientemente de nuestro grado de extroversión, género, fortuna o fama, todos nos hemos sentido solos y no muy felices en algún punto de nuestras vidas. ¿A qué se debe esto? A que las emociones negativas que acompañan a la soledad son una respuesta biológica de rechazo al aislamiento. Esta respuesta natural nos empuja a la sociabilidad, una característica que forma parte de nuestra constitución biológica. No en vano se dice que somos seres sociales.
El rechazo al aislamiento ha funcionado a lo largo de millones de años como un mecanismo de supervivencia que ha favorecido la evolución de nuestra especie. Ya sea para cazar, protegerse o asegurar descendencia, estar juntos ha sido una práctica que la selección natural ha recompensado a lo largo de nuestra evolución hasta hacerla parte de nuestra genética.
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De la misma forma que el dolor físico nos impulsa a cambiar ciertas conductas ―si te quemas con fuego, aprendes a no acercarte tanto a él― el dolor social nos empuja a prestar más atención a nuestras conexiones sociales, tal y como lo hacía hace millones de años para protegernos de los peligros del aislamiento. La expresión “dolor social” no es un recurso metafórico. De hecho, de acuerdo a un artículo publicado por la Asociación Americana de Psicología, actualmente contamos con resonancias cerebrales que han detectado que la región del cerebro que se activa cuando experimentamos rechazo es la misma que registra la respuesta emocional ante el dolor físico.
¿Existe una relación entre la soledad y las redes sociales?
Los avances tecnológicos influyen también en el sentimiento de soledad. Si bien han permitido comunicarnos y acortar distancias, nos permiten, también, realizar múltiples tareas prescindiendo del contacto humano. Pagar las cuentas, ir de compras, incluso conseguir pareja, son actividades que antes implicaban un grado de interacción social mucho más presencial. Hoy no es tanto así.
Una reciente encuesta realizada en los Estados Unidos dio cuenta de un escenario paradójico: los millennials, la generación que, en su camino a la adultez, vio al Internet y a las redes sociales masificarse, es también la que se siente más sola.

Según esta encuesta realizada por YouGov, los millennials fueron más propensos a reportar que no tienen conocidos o amigos cercanos, lo que revela que la soledad no solo se manifiesta entre los adultos mayores y que, contrariamente a lo que podríamos creer, estar más conectados no necesariamente nos hace sentir menos solos. De hecho, podría generar el efecto contrario.
Un estudio de la Universidad de Pennsylvania reveló que una limitación en el uso de redes sociales reduce los sentimientos de depresión y soledad. El recurrente ejercicio de comparación social que envuelve la dinámica de redes sociales como Facebook o Instagram hace que sea muy fácil construir la percepción de que la vida de los demás es mejor que la nuestra.
Las consecuencias de la soledad en la salud
De acuerdo con Louise Hawkley y John Cacioppo, investigadores del Centro de Neurociencia Cognitiva y Social de la Universidad de Chicago, la soledad ―en referencia al concepto de loneliness en inglés, no al de solitude, que no tiene una connotación negativa― puede definirse como el sentimiento angustiante que se hace presente cuando percibimos que nuestras necesidades sociales no están siendo satisfechas ni en cantidad ni en calidad. Esta definición nos hace notar que la soledad es una experiencia subjetiva.
Es decir, uno se puede sentir solo, aunque no necesariamente lo esté, porque la soledad está asociada con el aislamiento percibido más que con el aislamiento real, y esta percepción basta para generar una serie de consecuencias negativas que van desde el insomnio y la depresión hasta el suicidio.
Cuando la soledad comienza a hacer estragos en nuestra salud mental, se empiezan a generar ciertos cambios en la forma en la que procesamos la información de nuestro entorno. Se incrementa nuestro estado de vigilancia en busca de amenazas y aumentan los sentimientos de vulnerabilidad, al mismo tiempo en que se eleva nuestro deseo de contacto social. Así lo indican las conclusiones del estudio sobre la soledad realizado por Hawkley y Cacioppo, dos de los más reputados especialistas en el tema.
La soledad, además, puede hacer a una persona percibir y recordar conductas neutrales como inamistosas. En este estado, si se cruza en la calle con un viejo amigo que no lo reconoció, quizás piense que se avergüenza de saludarlo, que a lo mejor hizo algo para ofenderlo o, peor aún, que quizás no debió salir de casa en primer lugar. Esto puede incrementar sentimientos de ansiedad social y provocar más aislamiento, creando un círculo vicioso que se retroalimenta y vuelve a la soledad autosostenible.
Esto, sin embargo, no significa que no podamos sentirnos cómodos a solas. Muchas personas prefieren disfrutar de su espacio personal sin interactuar con los demás y son altamente funcionales. Según otro estudio de los ya citados Hawkley y Cacioppo en conjunto con Gary Bernston de la Universidad Estatal de Ohio, es el aislamiento involuntario ―el quedarse solo― el que suele estar relacionado con los sentimientos de soledad que pueden afectar nuestro estado biológico, psicológico y conductual.

Factores que puede generar sentimientos de soledad
Dentro de los factores más frecuentes que pueden gatillar sentimientos de soledad, según indica un documento elaborado por el gobierno del Reino Unido, se encuentran las influencias socioculturales, las situaciones que experimentamos y la propia personalidad, elementos que generan y moldean nuestras expectativas y necesidades de relacionamiento. Un desbalance entre estos factores puede generar pensamientos negativos y sentimientos de desvaloración que potencian la sensación de falta de control sobre el problema.
De acuerdo con un reporte de la Cruz Roja Británica, otros factores aparentemente inconexos, como la infraestructura vial o la ausencia de espacios públicos, tienen también una influencia importante en el problema de la soledad. Una inadecuada infraestructura vial, un precario sistema de transporte o altos índices de inseguridad, pueden obstaculizar la creación y mantenimiento de vínculos sociales, generando algunos de los efectos negativos que se han mencionado.
La Comisión Jo Cox en el Reino Unido
Para intentar contrarrestar las consecuencias del aislamiento en la salud de sus ciudadanos, el gobierno británico ha buscado una solución que involucre a todos los actores de la sociedad, dándole a la soledad el tratamiento de un problema de salud pública. La Comisión Jo Cox, que cumplió un rol fundamental en la visibilización de la crisis de salud relacionada con la soledad, fue determinante para la designación de una ministra encargada de la soledad en el Reino Unido.
Esta Comisión, llamada así por haber sido impulsada por la exparlamentaria Jo Cox, profundizó en la situación general de salud mental en el Reino Unido, proponiendo una serie de recomendaciones que involucran a varios actores de la sociedad para afrontar el problema desde el gobierno, el sector privado, la comunidad médica hasta la propia ciudadanía. Alianzas estratégicas con la Cruz Roja Británica o iniciativas como The Campaign to End Loneliness ya apuntan en esta dirección, buscando no solo visibilizar el problema, sino construir una comunidad alrededor de la batalla contra la soledad, que articule acciones entre organizaciones de caridad, autoridades locales y empresas privadas alrededor del Reino Unido.
Aunque Cox fue asesinada en el 2016 por un extremista con aparentes problemas mentales, el trabajo de la Comisión fue continuado por Seema Kennedy y Rachel Reeves y culminó con la publicación del reporte “Combating loneliness one conversation at a time” hacia finales del 2017, que establece una serie de recomendaciones que fueron recogidas por la entonces primera ministra del Reino Unido, Theresa May, quien informó al gobierno sobre la urgencia de crear una estrategia más ambiciosa para atacar el problema.
Entre otras cosas, este reporte encontró que uno de cada tres británicos que tienen 75 años o más señala que su sentimiento de soledad está «fuera de su control». Además, se dio cuenta de que el 58% de los migrantes y refugiados en Londres describe a la soledad y el aislamiento como su mayor reto. Del mismo modo, se halló que uno de cada 10 hombres británicos se siente solo, pero no está dispuesto a contárselo a nadie.
Las medidas que está tomando el gobierno británico
Uno de los puntos que el gobierno británico quiere dejar en claro es que la soledad no se cura con recetas médicas: estas no atacan las causas del problema, sino sus consecuencias. El problema requiere una solución integral que procure el involucramiento de más actores. Generar un entorno que prevenga este deterioro en las relaciones sociales ayudaría a ahorrar millones de libras en gasto público relacionado a salud mental.
La promoción de nuevas formas de conectar a la gente y de crear comunidades para que las personas afectadas puedan restaurar el contacto en sus vidas son algunas de las iniciativas que se vienen impulsando a través de la articulación de una red de instituciones que se han comprometido a tomar mayores acciones para mejorar la salud de sus empleados y su bienestar social. El gobierno, además, se asoció al Royal Mail, empresa postal del Reino Unido, para que los carteros puedan generar vínculos con las personas solitarias que identifiquen en sus rutas diarias de entrega y contactarlas con grupos de apoyo si es necesario.
La ex primera ministra británica, Theresa May, confirmó que, para el 2023, los médicos podrían “recetar” actividades comunitarias como parte del tratamiento para personas solitarias, esto en un esfuerzo para evitar el uso de fármacos como único mecanismo viable.
Iniciativas como The Silver Line, que atiende las 24 horas durante todo el año ofreciendo apoyo emocional a adultos mayores, son auspiciadas por el gobierno. Además, se ha propuesto incorporar a la soledad en los portafolios ministeriales en las áreas de Vivienda, Comunidad y Gobierno Local, Departamento de Comercio, Estrategia Energética e Industrial, Departamento de Transporte, así como a los Departamentos de Salud y Asistencia Social y al Departamento de Cultura, Medios de Comunicación y Deportes, para que sea tomada en cuenta al momento de establecer los planes de cada sector, en un esfuerzo por atacar de manera transversal el problema.
En ocasiones, sin embargo, lo que se busca es el efecto contrario, procurar con el aislamiento una serie de efectos negativos que resulten disuasivos. Es lo que sucede en el sistema penitenciario con las celdas de aislamiento, una práctica que ha recibido no pocas críticas.
El aislamiento como castigo penal
El régimen de aislamiento en las prisiones ha sido un mecanismo cuestionado por organizaciones de derechos humanos debido a la degradación mental que genera. Juan Méndez, Special Rapporteaur de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en temas de tortura, lo ha considerado un mecanismo de tortura que debe ser erradicado. Los pabellones de aislamiento en algunas prisiones, se asemejan más a pabellones psiquiátricos por los efectos colaterales que pueden verse, sentirse, y hasta olerse. Van desde la coprofagia, los ataques de ira y pánico, hasta las alucinaciones, paranoia, autolesiones y conductas suicidas. En el siguiente video se puede ver ―y oír― la atmósfera del pabellón de aislamiento de la prisión estatal de Maine, en los Estados Unidos.
(El confinamiento solitario es ruidoso)
Albert Woodfox es un hombre que sabe muy bien lo que es el aislamiento, lo vivió durante 43 años, tiempo en el que se convirtió en el reo que más años ha pasado en esta condición en la historia carcelaria de los Estados Unidos, por un crimen en el que su culpabilidad nunca fue clara. Fue liberado en el 2016.

(Imagen: Albert Woodfox – Fuente: Reuters)
Fueron 43 años en los que solo se le permitía salir de su celda ―del tamaño de un ascensor aproximadamente― durante una hora al día. Woodfox ha revelado en entrevistas a medios internacionales que durante años tuvo como meta simplemente no volverse loco, como muchos de sus compañeros de pabellón que perdieron la razón, llegando incluso a cortarse los testículos, lanzándolos a través de los barrotes, desprovistos ya de cordura.
Este tipo de testimonios se pueden contar por miles. Un estudio de la Universidad de Yale realizado en el 2018, sobre la prevalencia de enfermedades mentales en prisioneros en aislamiento en los EEUU, reveló que son más de 4,000 los internos con enfermedades mentales que son mantenidos bajo este régimen carcelario, lo que agrava sus condiciones de manera acelerada. En un informe de la Asociación Americana de Psicología (APA) en contra del aislamiento penitenciario, se menciona el caso de Anthony Graves, quien tras pasar 10 años en aislamiento cuenta la degradación mental que veía en los demás presos. Recuerda el caso de un reo en aislamiento que, cuando salía al patio, se desnudaba, se echaba en el piso, se orinaba, defecaba y untaba todo su rostro con sus propias heces. Graves confiesa que una de las consecuencias más serias que les toca padecer a quienes pasan por este tipo de castigo es que, cuando son liberados, suelen sufrir de trastornos de ansiedad, llegando al punto, sostiene Graves, de sentir miedo de otros seres humanos.
La APA, una de las instituciones de salud mental más importantes del mundo, ha señalado su preocupación al concluir que los riesgos en la salud que ocasiona la soledad pueden ser incluso más graves que los ocasionados por fumar y por la obesidad. Las políticas públicas del gobierno británico que buscan reducir el impacto del aislamiento en las personas están dirigidas a la prevención de escenarios de aislamiento, interrumpiendo el ciclo de la soledad que se reproduce especialmente entre los ancianos, discapacitados e inmigrantes. Sin embargo, han surgido también iniciativas desde el sector privado que apuntan en la misma dirección como No Isolation, una start-up noruega que busca combatir la soledad desde la tecnología.
Los efectos nocivos de la soledad han sido largamente probados y son determinantes para la salud mental de las personas. La solución, sin embargo, puede estar más cerca de la generación de redes de apoyo que de las farmacias, que atacan las consecuencias y no las causas de este problema. Ya sea a través de políticas públicas o de iniciativas privadas, la soledad recibe cada vez mayor atención, sobre todo en acciones preventivas, para evitar que los escenarios de aislamiento lleguen a generar consecuencias irreversibles, donde ni la compañía ni los medicamentos puedan llenar el vacío.
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