¿Para qué sirven las vacunas?

por 11 Dic, 2019

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Foto: Reuters

La vacunación no solo evita sufrimientos, enfermedades infecciosas (neumonía, tos ferina, diarrea, sarampión o poliomielitis) y muertes, sino que también es una prioridad nacional que contribuye al desarrollo educativo y económico. Así lo afirma la Organización Mundial de la Salud (OMS), entidad que indica, además, que la inmunización (uso de vacunas) evita entre dos y tres millones de muertes cada año por tétano, tos ferina, sarampión y difteria.

¿Qué tan seguras son las vacunas? ¿Han contribuido a la erradicación de enfermedades? ¿Existen contraindicaciones para su uso? A continuación, te lo contamos.

Resumen
  • Las vacunas sirven para prevenir enfermedades, discapacidades y muertes.
  • Las vacunas evitan entre 2 y 3 millones de enfermedades cada año.
  • No existe evidencia científica que avale la creencia de que las vacunas causen autismo.
  • Enfermedades que se pensaban erradicadas en algunos países como el sarampión han reaparecido.
  • La inmunización, a lo largo de la historia, sí ha reducido y eliminado enfermedades.
  • La tuberculosis es la enfermedad prevenible por vacunación que más muertes anuales genera.
¿Cuál es la función de las vacunas?

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) “la inmunización previene enfermedades, discapacidades y defunciones por enfermedades prevenibles mediante vacunación”.

Uno de los casos más importantes de éxito de la inmunización es el caso de las vacunas contra el sarampión, “una de las mejores inversiones en salud pública”, según la Organización Panamericana de la Salud. Entre el 2000 y el 2017, la vacuna contra el sarampión evitó 21.1 millones de muertes. De acuerdo con la OMS, “la vacuna contra el sarampión, que se utiliza desde hace más de 50 años, es segura, eficaz y barata. Inmunizar a un niño contra esta enfermedad cuesta aproximadamente US$ 1”.

Asimismo, el doctor Jean-Marie Okwo-Bele, director del Departamento de Inmunización, Vacunas y Productos Biológicos de la OMS, dice que el sarampión solo podrá ser eliminado “si vacunamos a todos los niños en todo el mundo”. De acuerdo con cálculos de la OMS, para el 2017 todavía quedaban 20.8 millones de niños que no habían recibido la primera dosis de esta vacuna.

Las vidas que podríamos salvar

El número de muertes a causa de enfermedades prevenibles por vacunas se ha reducido de manera importante. La enfermedad prevenible por vacunación que más muertes anuales causa es la tuberculosis, la cual cobra más de un millón de vidas anualmente.

Según la OMS, se estima que la inmunización «evita entre dos y tres millones de muertes al año». Además, «si se mejora la cobertura vacunal mundial, se podrán evitar otros 1.5 millones de defunciones».

Entre las enfermedades que se pueden contraer por falta de vacunas, además de la tuberculosis, está la hepatitis B, una infección que ―entre otras cosas― aumenta el riesgo de contraer cáncer de hígado. Las vacunas también ayudan a evitar la meningitis meningocócica, una enfermedad que puede causar importantes daños cerebrales y que es mortal en el 50% de los casos no tratados.

Otro tipo de meningitis evitable, que también puede causar daño cerebral severo y muerte, es la provocada por la bacteria Haemophilus influenzae tipo B. Otra de las consecuencias de no vacunarse es la posibilidad de contraer tétano, una enfermedad que causa convulsiones, parálisis e incluso la muerte. La vacuna adecuada también permite prevenir la tos ferina, un mal que causa neumonía, convulsiones y también la muerte.

Dada su importancia para la salud, la OMS ha considerado que la renuencia o la negativa a usar vacunas a pesar de la disponibilidad es una de las 10 amenazas para salud a las que se les prestará especial atención durante el 2019.

Consecuencias de no vacunarse

Mark Hereward, director asociado de la división de Investigación de Datos y Políticas de la Unicef, explica que para reducir las enfermedades en menores de cinco años se necesita de la “intervención más fácil y directa”, es decir, de la vacunación.

Enfermedades que se pensaban erradicadas como el sarampión, la rubéola, paperas, entre otras, han reaparecido en algunos países en medio de una controversia por padres que se niegan a vacunar a sus hijos. En enero de este año, el Ministerio de Salud de Brasil confirmó más de 10 mil casos de sarampión y 12 muertos en la zona norte del país. En Washington, el gobernador Jay Inslee declaró al estado en emergencia sanitaria luego de que se registrara un brote de sarampión que afectó a más de 24 personas. Por otro lado, en Nueva York, un juez falló de manera favorable a un condado que prohibió que 42 niños que no se habían vacunado asistan a la escuela.

La seguridad de las vacunas y los movimientos antivacunas

La seguridad de las vacunas es una cuestión aceptada dentro de la comunidad médica. La OMS asegura que todas las vacunas que son aprobadas pasan “pruebas rigurosas a lo largo de las diferentes fases de los ensayos clínicos”. Además, la entidad explica que la mayoría de las reacciones “son leves y temporales, tales como el dolor en el lugar de la inyección”.

Desde mediados del siglo XIX, sin embargo, han surgido grupos de opositores a las vacunas. Los primeros grupos antivacunas surgieron en el Reino Unido, en un contexto en el que se promulgaron leyes que obligaban a los padres a vacunar a sus hijos e imponían multas y hasta el encarcelamiento de aquellos que no lo hicieran. Para esta época las vacunas eran aún recientes.

Pero el hito que marcó un antes y un después en el surgimiento de estos movimientos fue una investigación del médico británico Andrew Wakefield, publicada en la revista The Lancet, en 1998. El estudio ―que se hizo con 12 niños― aseguraba que la triple vírica ―vacuna que previene el sarampión, la rubéola y las paperas― causaba autismo y enfermedades de colon.

La OMS y la revista British Medical Journal respondieron con investigaciones propias en las que se concluyó que no existían pruebas que demostraran la relación entre la triple vírica y el autismo. La revista dijo, “es imposible que [Wakefield] haya cometido un error, sino que ha falsificado premeditadamente los datos para convencer a miles de padres de que las vacunas son peligrosas”. Fue así que The Lancet quitó el estudio y Wakefield fue expulsado del Colegio Real de Médicos del Reino Unido.

Pese a ello, el discurso del médico ya había encontrado un lugar en la opinión pública. Para 1999 y 2000, en Holanda, apareció un brote de sarampión en una escuela religiosa que rechazaba las vacunas, apoyándose en el estudio de Wakefield.

El preocupante retorno del sarampión

De acuerdo con un comunicado de prensa emitido por la Unicef, “1.5 millones de niños mueren anualmente a causa de enfermedades como la difteria, el sarampión, el tétano, la tos ferina, la diarrea o la neumonía”, enfermedades que “se pueden prevenir con una simple vacuna”.

Según una publicación en la Revista Latinoamericana de Infectología Pediátrica de México, sobre “el regreso global de las enfermedades prevenibles”, Europa cerró el 2017 con 14,451 casos de sarampión. El Consejo de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos apuntó que, durante el mismo año, 4,012 personas fueron afectadas por paperas, poliomielitis y/o tos ferina en Sudamérica. Por otro lado, a mediados del 2018, la Organización Panamericana de la Salud, emitió una alerta sobre 11 países de la región por haberse registrado nuevos casos de sarampión.

La OMS describe al sarampión como una enfermedad grave y contagiosa causada por un virus. En 1963, antes de que se introdujera la vacuna contra esta enfermedad, las epidemias de sarampión llegaban a causar dos millones de muertes anualmente. El sarampión, asegura la OMS, suele contagiarse a través del contacto directo y del aire e “infecta el tracto respiratorio y se extiende al resto del organismo. Es una enfermedad humana, no afecta a los animales”. El sarampión se presenta con heridas en el cuerpo y fiebres altas unos 10 a 12 días luego de la exposición al virus.

De acuerdo con la OMS, “la mayoría de las muertes se deben a complicaciones del sarampión, que son más frecuentes en menores de 5 años y adultos de más de 30 años”. Las consecuencias del sarampión poco o mal atendido pueden ser ceguera, encefalitis (inflamación del encéfalo), diarrea, infecciones al oído y a las vías respiratorias.

Equipo de Investigación

Área de investigación de Enterarse.com

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