
La palabra “falacia” es una palabra común que probablemente todos hemos utilizado o escuchado en el lenguaje cotidiano. Usualmente, la usamos para indicar la falsedad de alguna afirmación o declaración. Sin embargo, para aquellos que hacen lógica, el concepto de falacia encierra algo más complejo y preciso. ¿Por qué es importante conocer este concepto? A continuación, te explicamos por qué es conveniente que sepas qué es una falacia lógica y por qué es importante.
Resumen
- Las falacias pueden ser entendidas como errores en el razonamiento.
- Las falacias pueden ser de dos tipos: formales e informales.
- Las falacias formales ocurren cuando llegamos a ciertas conclusiones a través de razonamientos lógicamente inválidos.
- Las falacias informales se pueden detectar por su contenido o por el propósito del argumento falaz utilizado. Los argumentos en estas falacias pueden ser válidos o inválidos, pero no soportan nuestras conclusiones.
Razonamiento y falacias
¿Qué es una falacia? Según Irving Copi, autor de uno de los libros de lógica más influyentes desde mediados del siglo pasado, “An introduction to logic”, los lógicos usualmente usan este término para designar errores típicos del razonamiento. Estos errores, explica Copi, exhiben patrones reconocibles y pueden ser identificados e incluso nombrados. Pero ¿qué es un “error del razonamiento”?
Como explica el profesor de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, Graham Priest, en su libro “Logic: a very short introduction”, cuando tratamos de persuadir a otros de algo, les damos razones. De la misma manera, cuando tratamos de saber la verdad sobre algo, nos basamos en razones. La lógica, dice Priest, es el estudio de lo que cuenta como una buena razón para creer algo y también sobre por qué es una buena razón. Veamos un ejemplo.

En este ejemplo, la conclusión C está soportada por dos razones: p1 y p2. Los lógicos usualmente llaman a estas razones premisas (por eso les ponemos de nombre p1 y p2) y conclusión a la inferencia que se hace de estas. Al conjunto de premisas y conclusión se le llama argumento. El ejemplo anterior es un buen razonamiento, pues las premisas necesariamente nos van a llevar a la conclusión. Si efectivamente Roma es la capital de Italia y el avión aterrizó en Roma, entonces no hay forma de que el avión no haya aterrizado en Italia.
Ahora bien, como explica Copi, nuestros argumentos contienen razones. Sin embargo, no todas las razones son buenas razones. De la misma manera, no siempre las razones que empleamos nos llevan a la conclusión a la que llegamos. Estos casos representan errores de razonamiento y constituyen falacias.
La validez de un argumento
Una de las formas en la que los lógicos evalúan si un argumento es bueno o malo es analizando su validez. ¿Qué es la validez de un argumento? Lo primero que debemos saber es que la validez de un argumento no depende realmente de la falsedad o verdad de las afirmaciones que usamos, sino de su estructura lógica. Es decir, de que sea adecuado que extraigamos una conclusión a partir de ciertas premisas. Veamos un ejemplo.

En el ejemplo 1 es lícito concluir que Sócrates es mortal a partir de las dos primeras premisas. En el ejemplo 2, por el contrario, no es lícito llegar a esta conclusión. ¿Por qué? Porque, si bien todos los hombres son mortales y Sócrates es mortal, esto no excluye necesariamente la posibilidad de que Sócrates no sea un hombre. De hecho, “Sócrates” podría ser el nombre de la mascota de la vecina. De esta manera, si bien en el ejemplo 2 la primera premisa es verdadera y la segunda también (obviamente las mascotas también son mortales), la conclusión no se sigue necesariamente de ellas.
En ese sentido, podemos definir la validez de un argumento de la siguiente manera: un argumento es válido cuando no hay forma de que la conclusión no sea verdadera si sus premisas son también verdaderas. De esta manera, nosotros podemos tener un argumento válido, pero con premisas falsas. Veamos.

En este caso, si las premisas fuesen verdaderas, entonces la conclusión también tendría que ser verdadera: el argumento es válido. Sin embargo, la primera premisa es falsa: no todos los perros tienen cuatro patas (existen perros cojos). Este argumento, no obstante, no constituye una falacia porque la estructura lógica del razonamiento es válida.
Dado que la lógica no se ocupa de la verdad de nuestras creencias, sino de la forma en cómo razonamos, desde un punto de vista meramente lógico, no habría problema con este argumento. Por supuesto que nuestra conclusión es falsa; sin embargo, la estructura del razonamiento es adecuada y es de esto de lo que se ocupa la lógica.
Ahora, para entender los distintos tipos de falacias es necesario saber que existen distintos tipos de argumentos.
Tipos de argumentos
Tanto Priest como Copi hacen una diferencia entre argumentos deductivos e inductivos. Los primeros son argumentos en los que las premisas llevan necesariamente a la conclusión (con estructura lógica válida), mientras que los segundos son argumentos que, a pesar de que no nos llevan necesariamente a la conclusión (y son inválidos), nos pueden dar buenas razones para creer en la conclusión. Veamos algunos ejemplos.

El primer ejemplo es un argumento deductivo. Si las dos premisas son verdaderas, entonces la conclusión también será verdadera. Lo que caracteriza esta clase de argumentos es que las premisas llevan necesariamente a la conclusión.
Sin embargo, esto no sucede en el segundo caso. A pesar de que hayamos visto muchísimos cisnes del mismo color, esto no significa que en algún momento no podamos encontrar un cisne de otro color. Lo que sí podemos decir es que existe evidencia de que efectivamente los cisnes son blancos. Es decir, tenemos buenas razones para creer en la conclusión, pero existe la posibilidad de que estemos equivocados.
Si bien los argumentos inductivos no son tan seguros como los deductivos, son sumamente importantes. De hecho, la investigación científica se basa justamente en este tipo de razonamientos. Por ello, a veces nuestras teorías científicas han estado equivocadas, a pesar de que hayan estado basadas en observaciones y experimentos.
Ahora, ¿por qué es importante esta diferencia entre argumentos deductivos e inductivos? Porque cada tipo de argumento da lugar a distintos tipos de razonamientos equivocados. Algunas falacias, o errores al razonar, estarán asociadas a argumentos deductivos y otras a argumentos inductivos.
Falacias formales
Como explica Copi, en un sentido general, cualquier error que cometamos al razonar es una falacia. Esto sucede, explica él, cuando las premisas de un argumento fallan en justificar la conclusión.
Ahora bien, los lógicos usan el término “falacia” en un sentido más estricto, no solo para nombrar cualquier error al razonar, sino para nombrar algunos típicos errores de razonamiento que podemos identificar y nombrar. Veamos un ejemplo de un argumento falaz.

Este razonamiento es errado porque la conclusión no se sigue necesariamente de las premisas: es un argumento inválido. De hecho, los lógicos tienen un nombre para este tipo de falacia: la afirmación del consecuente.
¿Por qué es una falacia? Porque, si bien toda la ciencia es materialista, esto no significa que todas las cosas que son materialistas son efectivamente científicas. De la misma manera, podemos decir que, si bien todos los perros tienen cuatro patas, esto no significa que todos los animales que tienen cuatro patas sean perros. A este tipo de falacias, cuyo error de razonamiento implica el uso de un argumento inválido, se les llama falacias formales.
Por otro lado, así como hay falacias formales, que se refieren a la validez de los argumentos, los lógicos han creado también la categoría de falacias informales. A continuación, te explicamos qué son estas falacias.
Falacias informales
Las falacias informales son argumentos que tienen errores de razonamiento, de tal forma que no justifican bien lo que quieren sustentar. Lo que las diferencia de las falacias formales es que este tipo de falacia no se suele detectar analizando su estructura lógica, sino su contenido y el propósito del argumento.
Algunas veces, de hecho, podemos encontrarnos con un argumento deductivo válido que a pesar de ello no es un buen argumento en una discusión. Por ejemplo, los argumentos circulares son argumentos válidos. Sin embargo, estos no son respuestas adecuadas en muchas discusiones. Una persona podría sostener que el aborto es algo malo. Y, si otra persona le pregunta por qué, esta podría responder que es malo porque simplemente está mal. Este sin duda es una mala respuesta: algo es malo porque es malo. No obstante, si uno analiza su forma lógica, lo único que se dice es que x es igual a x. En otras palabras, se trata de un argumento lógicamente válido, pero de una respuesta insatisfactoria para un debate.
Por otro lado, a veces, podemos encontrarnos con argumentos inductivos, pero que por la forma en cómo se presentan tampoco sustentan la conclusión. Veamos algunos ejemplos de las falacias informales más importantes.
Falacia de generalización apresurada
Una de las más importantes y que es común que las personas cometan es la falacia de la generalización apresurada. Esta falacia ocurre cuando concluimos algo de manera demasiado apresurada y sin suficiente evidencia. Por ejemplo, puede suceder que concluyamos que tenemos un resfrío porque se nos ha tapado la nariz. Sin embargo, esta conclusión puede ser demasiado apresurada. Después de todo, también podría ser un proceso alérgico.
Ahora bien, no todos los casos de esta falacia son tan triviales. De hecho, esta falacia ha devenido en una práctica bastante extendida hoy en día: la homeopatía. Como comentamos en un informe pasado, el médico alemán Samuel Hahnemann inventó esta práctica después de darse cuenta de que la medicina extraída del árbol de la quina causaba los mismos síntomas que la enfermedad que curaba. Esto lo llevó a concluir que aquellas sustancias que causan ciertos síntomas pueden curar enfermedades que presentan los mismos síntomas. Sin embargo, esto obviamente es una generalización apresurada. No porque en un caso suceda esto significa que en todos los casos sea de la misma manera. Bien podríamos decir que Hahnemann contaba con insuficiente evidencia empírica para llegar a dicha conclusión.
Falacia del arenque rojo
Copi explica que la efectividad de la falacia del arenque rojo reside en la distracción: distraemos a nuestro público del verdadero asunto del que estamos discutiendo al introducir algún tema que, aunque relacionado, no es el asunto en cuestión.
Por ejemplo, podemos estar discutiendo sobre la efectividad de la medida de Pico y Placa, impuesta por la Municipalidad Metropolitana de Lima. Como hemos mencionado en nuestro video, distintos estudios muestran que esta medida no es efectiva a largo plazo. Sin embargo, algunos defensores de esta medida se han apoyado en el hecho de que la mayoría de limeños está a favor de esta para sustentar su adopción. Esto, no obstante, no tiene nada que ver con la efectividad de tal política pública. Que la mayoría de gente esté de acuerdo no solo no implica que la medida resuelva el problema, sino que no es el tema que se está discutiendo, que es la efectividad de la medida. Es solo una forma de distraer nuestra atención a un tema relacionado.
¿Por qué este tipo de falacia se llama arenque rojo? Según Copi, esta falacia se llama así porque se cree que deriva de la práctica de usar arenques ahumados (que adquieren un color rojizo) para salvar a los zorros de ser rastreados por los perros de los cazadores, que serían distraídos por el olor del arenque.
Falacia del hombre de paja
Según Copi, esta falacia sucede cuando presentamos la posición del oponente de una manera distorsionada, para que sea más fácil refutarla. En otras palabras, no atacamos realmente el argumento de nuestro oponente. Dicho de una forma cómica, atacamos a un hombre de paja, que se ve como nuestro opositor, pero realmente no lo es. El canal Wireless Philosophy, pone el siguiente ejemplo.

Es interesante notar que, si la primera premisa de este argumento fuese verdadera, efectivamente sería un buen argumento contra la teoría de la evolución. Sin embargo, la teoría de la evolución no dice que no seamos diferentes de los simios, sino que únicamente postula que somos parientes (si te interesa el tema, puedes leer nuestro informe sobre la evolución de la humanidad). Esta postura está refutando a un hombre de paja, es decir, una versión distorsionada de la teoría de la evolución. Y, de hecho, no es poco común escuchar argumentos como estos en personas que no están de acuerdo con esta teoría.