
¿Sabías que Adolf Hitler llegó al poder aprovechándose de mecanismos legales y debilitando paso a paso al sistema democrático de la llamada República de Weimar? A continuación, te explicaremos el contexto en el que una organización política, inicialmente marginal, llegó al poder y eliminó toda clase de oposición al interior de Alemania, estableciendo el totalitarismo que condujo a la Segunda Guerra Mundial.
Resumen
- El Partido Nazi fue fundado en 1919 en la inestable República de Weimar.
- En 1923, los nazis dieron un golpe de Estado conocido como el Putsch de Múnich, que tuvo como resultado la ilegalización del partido y el encarcelamiento de Hitler.
- Tras volver en la legalidad, los nazis participaron en procesos electorales, llegando al poder en 1933 con Hitler como canciller (jefe de gobierno).
- A la muerte del jefe de Estado, Paul von Hindenburg (1934), Hitler unificó el cargo de presidente con el de canciller.
- Dentro del Partido Nazi existían facciones: la SS, más disciplinado y fiel a Hitler; la SA, que aspiraban a absorber al ejército alemán; y el strasserismo, la rama más socialista del nacionalsocialismo.
Del imperio a la república

Los efectos de la Gran Guerra o Primera Guerra Mundial (1914-1918) están estrechamente vinculados con el nacimiento del nazismo. La derrota y caída del Imperio alemán (1871-1918) en aquel conflicto implicó el establecimiento de un nuevo régimen en Alemania: la República de Weimar (1918-1933).
Este régimen surgió tras la Revolución de Noviembre de 1918, la cual se produjo poco después de que el Imperio alemán pidiera un armisticio a sus principales potencias enemigas (Francia y el Reino Unido). De este modo, Alemania pasó de un sistema monárquico a una república parlamentaria. Ahora bien, ¿por qué “República de Weimar”? Por la ciudad donde se proclamó la Constitución de 1919, norma fundamental de la naciente república alemana.
A la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial se sumó la firma del oneroso Tratado de Versalles de 1919. Mediante este tratado, las potencias vencedoras en la guerra impusieron a Alemania el desarmarse, una durísima indemnización económica (que recién se terminó de cancelar en el 2010) y la pérdida de sus colonias. Muchos alemanes consideraron excesivo y humillante aquel tratado, lo que fue utilizado políticamente por un partido surgido del descontento y la crisis provocada por el fracaso militar.
La inestable República de Weimar
La República de Weimar fue un régimen bastante inestable. Padeció diversos acontecimientos que contribuyeron a debilitarla: el levantamiento comunista de la Liga Espartaquista (enero de 1919), intento revolucionario liderado por Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht; el establecimiento de la llamada República Soviética de Baviera (entre abril y mayo de 1919), otro proyecto revolucionario finalmente sofocado en aquella región; el golpe de Estado de Wolfgang Kapp (marzo de 1920), de tendencia derechista; el Levantamiento del Ruhr (marzo-abril de 1920), sublevación de izquierda en respuesta al golpe de Kapp; la hiperinflación (1921-1923); la ocupación militar de la cuenca minera del Ruhr (1923-1925) por parte de tropas francesas y belgas debido el atraso de Alemania en los pagos de reparación de guerra; el Putsch de Múnich (noviembre de 1923), nombre que se le dio al fracasado golpe de Estado liderado por Hitler; la Gran Depresión (1929); y, finalmente, la llegada de los nazis al poder en 1933, que supuso el fin del régimen republicano y el establecimiento del Tercer Reich. Esto es, el totalitarismo que inició la Segunda Guerra Mundial. En todo este contexto, ¿cómo surgió el Partido Nazi?

(Adolf Hitler con bigote junto a dos soldados alemanes y su perro Fuchsl. Foto: Wikimedia Commons)
El descontento generado por el desempleo, la inestabilidad política y la crisis económica (que incluyó una de las peores inflaciones de la historia) fueron el caldo de cultivo para la polarización política y la radicalización de amplios sectores de la sociedad.
Muchos veteranos de la Primera Guerra Mundial se plegaron a los llamados “Freikorps”, grupos de paramilitares ultranacionalistas y anticomunistas. Por otra parte, surgió el Roter Frontkämpferbund, la organización paramilitar de los comunistas, conocida como el “Rotfront”. Estos grupos contribuyeron al desorden y la violencia.

(Fotografía que muestra la hiperinflación que padecía la República de Weimar. Fuente de la foto: Mount Holyoke College)
En 1919, el gobierno republicano investigaba las actividades de organizaciones políticas que pudieran ser de tendencia subversiva. Téngase presente que, en medio de un escenario similar, los bolcheviques habían llegado al poder en Rusia tan solo dos años antes.
En tal contexto, el servicio de inteligencia del ejército alemán dio una misión a un cabo austriaco veterano de la Primera Guerra Mundial. Aquel cabo era Adolf Hitler y su misión era espiar las actividades del denominado Partido Obrero Alemán, una organización fundada aquel año por Anton Drexler y Karl Harrer, que usaba una taberna de Múnich como punto de encuentro de su militancia.

(Protestas en frente del Parlamento alemán contra el Tratado de Versalles. Foto: Bildarchiv Preußischer Kulturbesitz)
La creación del Partido Nazi y «Mi lucha»
Hitler se infiltró en las reuniones del Partido Obrero Alemán, pero coincidió con las ideas de esta organización, llegando a dar un discurso que impresionó a la militancia del partido. Tras nueve meses, Hitler abandonó el ejército, se integró al partido, llegó al poder dentro del mismo y desplazó a los líderes originales, quienes renunciaron poco después.
En 1920, Hitler le dio un nuevo nombre a la organización: Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, más conocido como el Partido Nazi. Mediante un discurso ultranacionalista, que reivindicaba el supuesto orgullo germano herido por la derrota en la “Gran Guerra”; revanchista hacia las potencias vencedoras y hacia los “enemigos” internos (comunistas y judíos); racista, principalmente antisemita (culpaban a los judíos de todos los males de Alemania); y tanto anticapitalista como anticomunista, los nazis fueron ganando adeptos entre amplios sectores de la sociedad descontentos por el contexto de crisis social y política que vivía el país.
El movimiento de Hitler se inspiraba en el fascismo italiano, pero agregó la reivindicación de la raza aria y elementos racistas y antisemitas.
Los fascistas italianos habían llegado al poder en 1922, en el episodio conocido como “la marcha sobre Roma”. Se trató de la insurrección con la que Mussolini tomó el poder, que consistió en una marcha de más de 40 mil camisas negras fascistas desde distintos puntos de Italia para exigir el poder. Así, el rey Víctor Manuel III nombró a Mussolini primer ministro del Reino de Italia, iniciándose de este modo el régimen fascista (Italia se convertiría en una república solo después de la Segunda Guerra Mundial).
En 1923, los nazis intentaron dar su propio golpe de Estado. El episodio se conoció como el Putsch de Múnich. La intentona golpista fue un fracaso, murió una veintena de personas y Hitler acabó preso en la cárcel de Landsberg. Durante su prisión, Hitler escribió “Mi Lucha” (originalmente se iba a titular “Cuatro años y medio de lucha contra las mentiras, la estupidez y la cobardía”), libro autobiográfico en el que expuso sus ideas acerca de la nación alemana y sus proyectos geopolíticos.

(Cabecillas del Putsch de Múnich. Flanqueando a Hitler, el general Ludendorff, héroe de la Gran Guerra, y Ernst Röhm, futuro jefe de la SA. Fuente: Archivo Federal Alemán)
Todo lo anterior hizo de Hitler una figura política popular con un trato especial en Landsberg donde recibía visitas de diversas personalidades. Finalmente, el líder nazi fue liberado gracias a una amnistía masiva para presos políticos el 24 de diciembre de 1924, tan solo ocho meses después de ingresar a Landsberg, a pesar de haber sido condenado a cinco años.
Una vez libre, Hitler reorganizó el Partido Nazi y decidió ir por la vía legal y participar formalmente en elecciones. Esto pese a que consideraba que la democracia hacía del gobierno un “mendigo de la mayoría ocasional”. A partir de esta legalización, los nazis utilizaron los mecanismos del sistema democrático para llegar al poder.

(Nazis que participaron en el Putsch de Múnich. De izquierda a derecha: Adolf Hitler, Emil Maurice, Hermann Kriebel, Rudolf Hess, Friedrich Weber. Foto: Bildarchiv Preussischer Kulturbesitz)
Llegada de los nazis al poder
El Partido Nazi participó en las elecciones de 1928 con pésimos resultados (solo obtuvo un 2.63% de votos). Sin embargo, el Crack de 1929 y la consecuente Gran Depresión generaron el escenario de crisis económica y política perfecto para que los nazis capitalizaran simpatizantes mediante su discurso antisistema, radicalmente nacionalista y revanchista.
El año 1932 tuvo varios procesos electorales que sirvieron a los nazis para ir escalando en el poder. En marzo y en abril de ese año, fueron la primera y la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. En ambas, Hitler quedó por detrás del mariscal Paul von Hindenburg (de 84 años en ese entonces), héroe de la Primera Guerra Mundial, quien fue reelegido como presidente de la República de Weimar (jefe de Estado).
En julio, hubo elecciones parlamentarias en las que los nazis obtuvieron el 37.4% de los votos y se convirtieron en la primera fuerza política en el Reichstag (el parlamento alemán). Sin embargo, Hindenburg tuvo que disolver constitucionalmente el Reichstag y volver a convocar elecciones parlamentarias, debido a que el canciller (jefe de gobierno) y los ministros no obtuvieron la confianza de los parlamentarios.
Finalmente, en noviembre de 1932, se celebraron unas segundas elecciones parlamentarias. En este proceso electoral, a pesar de haber perdido dos millones de votos respecto a las elecciones anteriores, los nazis tuvieron el 33.1% de los votos. Con ese porcentaje, mantuvieron la mayor cantidad de escaños en el Reichstag, unos 196 escaños de un total de 584, lo que significaba que tenían 75 escaños más que su competidor más cercano, el Partido Socialdemócrata.

(Adolf Hitler dándole la mano al presidente Hindenburg. Foto: Archivo Federal de Alemania)
Tras estas elecciones, los nazis supieron mover los hilos de la política hasta lograr que Hitler sea nombrado canciller por Hindenburg el 30 de enero de 1933. Ese año es decisivo porque marca la llegada de los nazis al poder y el consecuente final de la impopular República de Weimar.
De este modo se daba inicio al Tercer Reich, el “Tercer Imperio” germano y ario que supuestamente duraría mil años. Según la Constitución de Weimar, si bien el presidente tenía la facultad de nombrar o destituir al canciller y a los ministros, el gobierno estaba formado por los ministros bajo el liderazgo del canciller, quienes requerían de la confianza del parlamento, el cual desde 1932 contaba con mayoría nazi.
Al mes siguiente del nombramiento de Hitler como canciller, esto es, el 27 de febrero de 1933, el Reichstag fue incendiado. Se trató de un atentado orquestado muy posiblemente por los propios nazis, quienes culparon del incendio a Marinus van der Lubbe, un joven comunista holandés de tan solo 24 años, quien fue guillotinado al año siguiente.
Este hecho permitió a los nazis convencer a Hindenburg de disolver el Reichstag y emitir el llamado Decreto del Incendio del Reichstag, una ley que estableció un régimen de excepción mediante la restricción de derechos fundamentales, como la inviolabilidad del domicilio, la libertad de expresión, el derecho de reunión, entre otros. Así se sentaron las bases para la dictadura nazi. Poco después, los comunistas y otros opositores quedaron fuera de la Ley.

(Incendio del Reichstag. Fuente de la foto: Oficina de Información de Guerra de Estados Unidos)
A la promulgación del Decreto del Incendio del Reichstag se sumaron otros hechos determinantes para la consolidación de Hitler en el poder. En marzo de 1933, solo seis días después del incendio del Reichstag, se volvió a celebrar elecciones parlamentarias. En estas elecciones, los nazis aumentaron su poder en el Reichstag con el 43.9% de los votos, lo cual fue seguido por la aprobación de la Ley Habilitante, una norma que dio a Hitler la capacidad de legislar al margen del parlamento, que terminó como un simple órgano de respaldo a su régimen.
El 14 de julio de 1933, y sobre la base de la Ley Habilitante, Hitler promulgó la Ley contra la formación de partidos, norma que estableció que el Partido Nazi era el único legal en Alemania.
De este modo, se proscribió a todos los demás partidos políticos. Una vez hecho esto, hubo elecciones parlamentarias en el mes de noviembre, proceso electoral en el que se presentó una lista única conformada por el Partido Nazi y 22 personas “invitadas”. Aquella elección, además, fue acompañada por un referéndum mediante el que Alemania se retiró de la Sociedad de Naciones, organización internacional predecesora de la ONU fundada por las potencias vencedoras de la Primera Guerra Mundial.
A todo lo anterior, se agrega otro hecho fundamental en la consolidación del totalitarismo nazi: el fallecimiento del anciano presidente Hindenburg en agosto de 1934. Tras su muerte, Hitler unificó el vacante cargo de presidente con el suyo (el de canciller). Así, se acabó con cualquier contrapeso o freno a su poder. Además, los nazis aprovecharon políticamente la muerte de Hindenburg, pues el expresidente dejó una carta en la que apoyó la continuidad del nazismo tras su fallecimiento.
Poco antes de unificar ambos cargos, sin embargo, Hitler llevó a cabo una radical jugada al interior de su propio partido que, hasta ese momento, tenía diversas facciones: la Sturmabteilung (SA), organización paramilitar compuesta en su mayoría por gente de clase trabajadora; el strasserismo, que era el ala izquierdista del partido; y la Schutzstaffel (SS), esto es, la élite del partido nazi. Veremos en qué consistían estos sectores al interior del Partido Nazi y la purga que pasó a la historia como “la Noche de los Cuchillos Largos” en otro informe.
Hasta aquí hemos visto la situación del Partido Nazi tras la elección de Hitler como canciller, suceso que marca el fin de la democracia en la República de Weimar y el surgimiento del Tercer Reich.
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