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Dentro del conflicto que estamos viviendo, atosigados con “protocolos” que nos dicen serán obligatorios hasta para comprar pan o cortarse el pelo y cuando los medios nos repiten día y noche que para no enfermarse hay que dejar de trabajar, cuando desde niños nos inculcaron que había que trabajar para no enfermarse, en medio de este colosal laberinto van apareciendo para agravar nuestra angustia pseudo-videntes y aprendices de profetas para notificarnos que el mundo como lo conocíamos va a cambiar, pero que no nos preocupemos pues ellos ya están delineando cómo será nuestra vida en el futuro, llena de paz y felicidad…. ¡Que Dios nos coja confesados!
Para complicarnos más, nos llueve diariamente cantidad de cifras que llaman estadísticas, pero que más parecen encuestas o avisos publicitarios, o la mezcla de los tres a la vez, para comunicarnos que gracias a las acertadas medidas tomadas, la situación está bajo control. Resulta, sin embargo que los números que para nuestra tranquilidad nos muestran, comienzan a colisionar entre ellos, no concuerdan, da la impresión de una orquesta donde cada músico tiene diferente partitura. Un organismo estatal da una cantidad de fallecidos, por el mismo concepto otro da una cifra diferente, noticias del exterior discrepan, funcionarios nos hablan de sub-registros y el resultado es que ya no sabemos si vamos bien o andamos mal.
La pregunta que como consecuencia nos hacemos es cómo y quién fabrica estas estadísticas y si son hechas con la seriedad suficiente como para confiar en ellas.
Uno de los mejores ministros de economía que hemos tenido, y conocedor de primera fuente de cómo funcionaba este asunto, lo dejó por escrito. Pudo hacerlo porque rechazó emplear estos métodos fraudulentos, de lo contrario no lo hubiera contado.
Pedro Beltrán se había convertido en un acérrimo enemigo político del presidente Manuel Prado por razones de lo que consideraba una errada política económica. Prado, en una hábil jugada de estadista, lo llamó y lo puso ante la disyuntiva de aceptar el cargo de Primer Ministro y Ministro de Hacienda (hoy Economía) para que demostrara que podía solucionar lo que con tanta vehemencia denunciaba en el diario La Prensa, del cual era director, o de lo contrario, correrse y declinar, con lo cual su prestigio quedaría fuertemente mellado.
Dejemos que sea el propio Pedro Beltrán, que aceptó el reto, el que nos cuente su experiencia del primer día en su nuevo cargo1:
“Al llegar a mi despacho encontré sobre mi escritorio unos papeles llenos de cifras y columnas.
Averigüé quién los había puesto allí. Me dijeron que venían de la Sección de Estadística. Pedí el nombre de la persona responsable. Era doña Eloísa Delgado. Indiqué entonces al Secretario que solicitase a la señorita Eloísa el favor de venir a verme, advirtiéndole que se preparara a una reunión bastante larga.
Cuando llegó Eloísa, le pedí que se sentara y le dije que teníamos que hablar mucho, pero que, ante todo, tuviera la bondad de explicarme qué eran los papeles que tenía a la vista.
Me respondió que eran papeles muy importantes porque contenían el proyecto de índice de nivel de precios correspondiente al mes anterior y que debía ser aprobado antes de ser enviado a los periódicos para su publicación.
Pregunté, entonces, qué tenía yo que ver con todo eso y me contestó sorprendida: ¡Cómo! ¿Qué tiene usted que ver? ¡Si eso es lo más importante! Usted como Ministro es quien tiene que resolver las cifras que pondremos en el índice.
Me limité a observar: pues las cifras tienen que ser las verdaderas. ¡No! –me replicó- Esas cifras no se hacen en los mercados. Se toma más o menos en cuenta la situación, pero después el Gobierno determina los porcentajes oficiales que pueden publicarse.
Traté de explicar a Eloísa cómo debía ser el índice del costo de vida. No era necesario, ella lo sabía perfectamente: No se preocupe –me dijo- yo comprendo muy bien lo que usted dice y cómo debería ser el índice. Pero las cifras pueden tener consecuencias políticas y por eso se ha acostumbrado siempre que sea el ministro quien resuelva finalmente el índice que deba hacerse conocer al público. Así se ha hecho toda la vida. No recuerdo ningún caso que se haya prescindido del ministro”.
Beltrán, más alterado, le advirtió que eso no lo iba a permitir porque era una estafa, era engañar al país. Que con esa cifra no solo funcionarios del Estado toman decisiones, sino que millares de peruanos las utilizan para planificar sus empresas o sus vidas. Que era como si a un enfermo le falsificaran sus análisis para que no apareciera la anemia que lo estaba matando; el médico, con toda seguridad, iba a diagnosticar mal y esto podía ser causa del fin del paciente.
Conociendo la suave rudeza con la que Don Pedro sermoneaba, en especial cuando estaba indignado, aunque él cuando lo contaba lo negara, estoy seguro que doña Eloísa salió muy perturbada del despacho y decidida a que jamás volvería a llevar o enviar alguna estadística para el visto bueno, por lo menos mientras estuviera Beltrán de ministro.
La incógnita ahora es: después de dejar el cargo Pedro Beltrán, ¿quedó vigente la norma de hacer correctamente las estadísticas o se regresó al anterior sistema? Mi opinión es que va a ser difícil que alguien nos lo cuente.
1 Pedro G. Beltrán – La Verdadera Realidad Peruana – 1976