Bienestar durante la pandemia: verdades, espejos e ilusiones – por Fernando García Blesa

por 24 May, 2020

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Una familia respetando el distanciamiento social en la terraza de su casa. Foto: Reuters

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Estamos cada vez más habituados a la extrañeza de nuestro tiempo. Los cafés y reuniones se sienten parte de otra era, como aquellas guías telefónicas y VHS de décadas anteriores. Vivimos en un presente cada vez más lejano de su pasado y pareciese que también de su futuro. Quizás más abrumados que nunca por las limitaciones y la incertidumbre de la pandemia, podríamos pensar que el fin de nuestra normalidad ha puesto en peligro de extinción nuestra ilusión de bienestar. En una época donde ser feliz es obligatorio, ¿qué se entiende realmente por bienestar y qué nos dice la ciencia al respecto?

El concepto psicológico de la felicidad es el bienestar subjetivo, propuesto por Diener, que alude a un estado en el que los afectos positivos superan a los negativos y, desde su dimensión cognitiva, existe una satisfacción con la vida. Uno de los más famosos estudios longitudinales sobre el desarrollo adulto fue realizado por la Universidad de Harvard durante 75 años. Su principal hallazgo fue que las relaciones interpersonales sanas son la base del bienestar y nos mantienen saludables; no el éxito, ni la fama, ni la riqueza, ni nuestras competencias individuales en sí mismas.

Según esta investigación, las personas que tienen mejores conexiones sociales —con la familia, los amigos o la comunidad— son más felices, tienen mejor salud física y viven más que las personas que no están socialmente conectadas. Las personas que viven en constante conflicto y están más aisladas de lo que desean son menos felices y tanto su salud física como mental se deterioran más rápido. Sin embargo, no se trata solo de la cantidad de amigos o de tener pareja, sino de la calidad de las relaciones y el sabernos sostenidos en ellas de manera incondicional, lo que protege incluso capacidades cognitivas como la memoria.

La importancia de los vínculos se constata también en los formidables resultados de terapias psicológicas que han utilizado enfoques sistémicos; es decir, no abordan los trastornos mentales como problemas exclusivamente individuales, sino como consecuencias que emergen de una compleja red de relaciones sociales. Por ejemplo, la terapia de diálogos abiertos, nacida en Finlandia, demostró una efectividad sin precedentes en el tratamiento de trastornos psicóticos: el 81% de los pacientes no tuvo ningún síntoma psicótico luego de la intervención, el 84% retornó a su trabajo o estudios y solo el 33% de ellos necesitó medicación. Este modelo se basa en fortalecer el apoyo social y busca sanar los vínculos interpersonales más cercanos del paciente; además, busca tratar el problema en y desde casa, sin el desarraigo del internamiento.

En este tiempo de pandemia, el distanciamiento social es el común denominador global y ha venido para quedarse. Afortunadamente, ya no dependemos de los encuentros presenciales para cuidar nuestros vínculos. Si bien el mundo digital es un espacio donde se actualizan las más tristes falencias de la humanidad, como la discriminación, el espectáculo de Debord con sus reflectores en la frivolidad falsopositiva y la mentira disfrazada de posverdad, también nos da mayores posibilidades de interactuar entre nosotros.

Percibir y responder a los demás en contextos online. Esta es la definición de presencia social, un concepto estudiado por un metanálisis de 73 estudios de la Universidad de Purdue en espacios digitales de aprendizaje, que la halló como predictor central de éxito sin importar la plataforma. Considero que este concepto nos podría esclarecer significativamente el camino que tenemos por delante en la cultivación de nuestras relaciones interpersonales, especialmente porque la educación busca generar comunidades de aprendizaje. Percibir. Ser consciente de la co-presencia del otro ser humano tan real como nosotros. Responder. Interpelar al otro. Más allá de guiones y discursos prefabricados, se trata de mostrarnos accesibles y disponibles, de conectar-nos y generar un espacio de proximidad e intimidad.

Esto implica que debemos retomar las riendas de nuestra vida online, recordar que nosotros siempre estamos decidiendo dónde, cómo y cuándo interactuar en el mundo digital. No estaría de más hacernos algunas preguntas. ¿En qué situaciones siento que conecto con la persona que está al otro lado de la pantalla? ¿Hay plataformas en las que me siento más cómodo? ¿Qué uso les doy a mis redes sociales? ¿La manera de relacionarme en el mundo digital me permite conectar realmente con los demás o solo es un espejo de mis propios deseos y carencias que terminan bloqueando al otro? ¿En qué espacios digitales vivo en conflicto con los demás?

Un dato importante es que el 70% de la comunicación humana es no verbal. Los medios que nos permitan escuchar la voz, contemplar el rostro y apreciar los gestos del otro, eso de lo que nos escondíamos tras nuestras pantallas en encuentros presenciales del pasado, podrían ayudarnos.

Por otra parte, la contemplación que nos imponen los espacios de silencio en casa acelera muchos procesos internos que nos pueden ayudar a reordenar afectos y valorar las relaciones que siempre han estado ahí, quizás como aquellos objetos empolvados en el rincón de la habitación que nos hablan de nuestra historia. Solo desde nuestras relaciones podemos ensayar una real conexión interna con nuestra existencia que trascienda el story o el post introspectivo del momento.

Por último, esta conexión nos humaniza y nos permite cuestionar aquellos discursos que exacerban nuestras frustraciones y las contraponen con las de los demás, en lugar de ayudar a entendernos como parte de un gran nosotros que vive sus fragilidades de diferentes maneras. Según Paulo Freire, son las mutualidades que compartimos las que nos permitirán construir una mesa común en la que haya lugar para todos y que nos sensibilicen para reconocer a más héroes y heroínas que trabajan detrás de cámaras, como los que van luchando por mantener vivo el sueño de la educación desde casa.

La lección es clara y la oportunidad también. Podemos tener el mundo encima, pero si contamos con una red humana unida por vínculos sanos, tendremos una vida feliz, saludable y llevadera para compartir con el mundo, incluso en aquellas situaciones adversas aparentemente irreversibles.

Equipo de Investigación

Área de investigación de Enterarse.com

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