Las guerras médicas: ¿quiénes fueron los griegos y los persas?

por 21 Jul, 2020

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Fuente: Wikipedia

Las guerras médicas o guerras greco-persas fueron una serie de conflictos armados entre el vasto Imperio persa y algunas ciudades griegas hace casi 2,500 años. A pesar de su antigüedad, si los sucesos de esta guerra hubieran sido distintos, probablemente nuestra vida actual no sería la misma.

La importancia de la libertad política, la justicia, la democracia y la investigación científica son ejemplos de los valores que heredó nuestra civilización de la cultura griega. A partir de estas ideas griegas, los ilustrados de los siglos XVI al XVIII moldearon nuestra cultura. Sin embargo, esto no habría sido posible si el Imperio persa hubiese engullido a las más pequeñas ciudades griegas. ¿Qué ocurrió en estas guerras? Te lo contamos en esta cadena de tres informes (puedes leer la segunda parte aquí y la tercera aquí).

Resumen
  • El imperio persa, uno de los más grandes de la antigüedad, fue fundado por Ciro el Grande, quien conquistó diversos territorios de Asia Menor, incluyendo algunas ciudades griegas.
  • Si bien todos los persas eran considerados esclavos del rey, este no imponía un culto general o grandes obligaciones. No obstante, si deseaba, el rey podía confiscar tierras y exigir un servicio militar.
  • Los griegos, en cambio, no eran una unidad, sino que estaban esparcidos en ciudades autónomas a lo largo del mar Mediterráneo.
  • Cada ciudad tenía su propio gobierno y costumbres, pero compartían la misma lengua. Todos los griegos podían entenderse, aunque había distintos dialectos.
  • Para los griegos, la participación en la vida pública era un elemento fundamental de su identidad.
¿Quiénes fueron los persas?

Uno de los aspectos más resaltantes durante estos conflictos fue la radical diferencia entre estas dos culturas. Uno podría alegar esto de casi cualquier conflicto entre dos civilizaciones (españoles e incas; cristianos y musulmanes; por ejemplo). Sin embargo, el conflicto greco-persa nos enseña cómo estas diferencias culturales pueden jugar un papel decisivo; incluso cambiando el curso más que probable de una guerra. Conozcamos más a fondo a estas dos civilizaciones.

Empecemos con los persas, quienes probablemente son los menos conocidos. ¿Quiénes fueron los persas? Como explica Peter Green, profesor emérito de la Universidad de Texas y profesor visitante de historia en la Universidad de Iowa, a mediados del siglo VI antes de Cristo (a.C.) el Oriente Próximo estaba dividido en varios imperios pequeños. Estaban los medos, gobernados por Astiages, el Imperio de Creso en Lidia, Babilonia, entre otros. 

(Región conocida como Oriente Próximo en el globo terráqueo. Hoy en día, en esta zona del planeta se encuentran países como Irán, Arabia Saudita, Irak, Emiratos Árabes Unidos, Israel y parte de Egipto)

En esta época, los persas eran un conjunto de tribus guerreras vasallas del Imperio de los medos. Sin embargo, en el año 559 a.C., Ciro el Grande heredero de una dinastía persa, ascendió al trono y bajo su liderazgo unió a varias otras tribus persas, junto con las cuales derrotó a Astiages. Con esto, Ciro no solo logró liberar a los persas de los medos, sino que tomó todo el territorio de ellos como suyo (la sección roja en el mapa de abajo).

Posteriormente, Ciro conquistó el reino de Creso, en Lidia y luego Babilonia. Con ello, se convirtió en el rey del imperio más grande que la antigüedad había conocido hasta ese momento.

(Reconstrucción a color de un guerrero persa en la tumba de Alejandro Magno. Imagen: Wikimedia Commons)

Con un imperio tan grande y con tantas culturas en él, Ciro dedicó sus últimos ocho años de vida a organizarlo. De esta manera, él lo dividió en provincias. Estas provincias, o satrapías, estaban gobernadas por un sátrapa, que en su mayoría eran personas de la misma casa imperial o cercanos al emperador. No obstante, para los persas, hasta los sátrapas eran considerados esclavos del rey. Todos los habitantes estaban por debajo de él.

Es importante resaltar que algunas de estas satrapías contenían súbditos griegos. Por ejemplo, había ciudades griegas en las satrapías de Jonia y Frigia. Esto lo podemos ver en el mapa de abajo, que incorpora provincias capturadas por monarcas persas posteriores a Ciro el Grande.

Como explica Green, los sátrapas no solo tenían un enorme poder administrativo, sino que detentaban también un gran poder militar.

Los persas no obligaban a sus súbditos a dejar sus creencias religiosas u otras prácticas. De hecho, según Paul Cartledge, profesor de Historia Griega en la Universidad de Cambridge, bajo la sombrilla imperial vivían muchos grupos étnicos y habitantes con diversos credos y que hablaban diferentes lenguas. Lo que los unificaba era un gobierno que les exigía tributos en dinero o especie (bienes), junto con obligaciones militares.

Algunas ciudades griegas pagaban los tributos con plata, otras provincias con oro y en algunos casos también se requerían otras formas de pago, como mujeres para los harenes imperiales que tenían un propósito reproductivo o eunucos para que cuiden de estos harenes.

Un harén es un conjunto de mujeres que, por lo general, viven bajo un mismo jefe de familia (un hombre). Por otro lado, un eunuco es un hombre castrado. Asimismo, en algunos casos, los sátrapas o el mismo rey persa podían confiscar tierras para su uso o para regalarlas a otras personas.

Si bien Ciro fue el gran conquistador persa, Darío fue el monarca más importante para la administración del imperio. Él gobernó del 549 al 486 a.C. y estableció una serie de reformas fiscales y financieras que enriquecieron enormemente al imperio. Según Green, la riqueza de los reyes persas era tal que si necesitaban pagar para adquirir granos o mercenarios, podían ganarle a cualquier otro posible comprador.

(León Decorativo de uno de los palacios de Darío. Foto: Wikimedia Commons/Jastrow)

Sin embargo, a la larga, las reformas de Darío afectarían negativamente al imperio. Uno de los grandes problemas, explica Green, es que los metales preciosos no eran monetizados. De hecho, una pequeña cantidad de estos era puesta nuevamente en circulación (como moneda) y la mayoría de los metales preciosos eran fundidos para ser guardados como lingotes en las bóvedas reales. Esto permitía a los reyes persas tener un gran poder adquisitivo, pero drenaba a las provincias del imperio de metales preciosos. A la larga, también hubo inflación y la agricultura estuvo cerca del colapso debido a que muchos no podían pagar sus deudas. Sin embargo, para los persas era cuestión de seguir expandiendo su imperio hacia el oeste, eventualmente hacia Europa.

(Relieve del rey Darío. Foto: Wikimedia Commons)

¿Quiénes fueron los griegos?

No cabe duda de que la cultura persa fue admirable. Sin embargo, como explica Peter Green, esta civilización no produjo una gran literatura o filosofía, sino que perpetuó una cultura estática que mantenía un régimen teocrático y era hostil a cualquier forma de creatividad. En oposición, la investigación científica, el debate político y la designación de magistrados era algo que diferenció a los griegos de otras civilizaciones de su tiempo. ¿Quiénes fueron los griegos?

(El Partenón de Atenas. Foto: Reuters)

Definir quiénes fueron los griegos es probablemente mucho más difícil que definir a otras civilizaciones. ¿Por qué? Porque los griegos antiguos no conformaron grandes unidades políticas y más bien fueron una serie de pueblos distintos esparcidos por el Mediterráneo.

Sin embargo, como menciona el historiador de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, Moses I. Finley, a un griego que viajara de la ciudad de Atenas a Corinto (dos ciudades griegas) podría habérsele considerado un forastero (alien), pero difícilmente era considerado un extranjero (foreigner). En otras palabras, los griegos tenían una identidad en común con otros griegos. ¿Cuál era esta identidad?

Según Herodoto, el gran historiador griego de la antigüedad, esto podía encontrarse en su misma sangre, la misma lengua, los mismos ritos y templos y la uniformidad de las costumbres. Sin embargo, esta afirmación es problemática. Con respecto a la sangre, Finley afirma que “los antiguos griegos eran de un linaje completamente mestizo”. Esto se debe a que los griegos estaban esparcidos a lo largo del Mediterráneo y obviamente había mezclas con las distintas culturas que habitaban en estos territorios.

No obstante, el propio Finley añade que lo que importa no es tanto la exactitud de sus orígenes genéticos, sino lo que creían los mismos griegos. Según su mitología, Deucalión, hijo del titán Prometeo (una especie de dios para los griegos), tuvo un hijo llamado Helén. Helén, pensaban los griegos, fue el fundador de su raza y, por eso, ellos se llamaban helenos.

Posteriormente, según la mitología, Helén tuvo tres hijos: Doro, Juto y Eolo. De estos provendrían “las tres razas griegas”, que correspondían con una clasificación de los dialectos griegos: el jónico, el dórico y el eólico.

Un dialecto no es otra cosa que una forma de hablar una lengua. Así, por ejemplo, el español limeño y el español de Buenos Aires son dos dialectos del español: el mismo idioma, pero con formas diferentes de hablarlo. De esta manera, el idioma era una parte importante de la identidad griega, pues todos los griegos podían entenderse entre sí, así como un limeño pueden entenderse con un bonaerense y un madrileño.

En el mundo antiguo, diversas cosas adoptaron el nombre de estos dialectos. Por ejemplo, a dos estilos arquitectónicos se les conoce como jónico y dórico. Los nombres de los dialectos también servían para designar zonas geográficas. Por ejemplo, a la costa del Asia Menor, colonizada por inmigrantes jónicos, se le conoció con el nombre de Jonia. Esta zona fue importante para el conflicto entre griegos y persas. En el mapa de abajo, podemos ver dónde se encuentra Asia Menor, junto con la distribución geográfica de los dialectos griegos.

Como vemos, los griegos estaban esparcidos en una amplia zona geográfica. Según Finley, no había una autoridad central entre ellos, sino que su mundo estaba compuesto por pequeñas comunidades autónomas llamadas polis o ciudades-estado. Estas estaban distribuidas a lo largo del Mediterráneo, desde el extremo oriental del Mar Negro, hasta lo que actualmente es España, tal como podemos ver en el mapa de abajo. Según Cartledge, en total existieron más de un millar de estas comunidades.

Finley explica que esta distribución geográfica se debió a que en el año 1000 a.C. pequeños grupos de griegos emigraron de sus ciudades fundando colonias; casi todas daban al mar o estaban próximas a él. Sin embargo, según el autor, no hay que entender el término “colonia” como lo hacemos ahora, en el sentido de que estas dependen de un Estado extranjero, sino que cada ciudad era independiente. Por lo general, los colonos tenían vínculos sentimentales con su ciudad madre, lo que los movía a conservar su identidad griega en cuestiones de arquitectura, idioma, literatura y religión.

De acuerdo con Cartledge, estas ciudades-estado tuvieron incluso una variedad de formas de gobierno. Aunque no todas eran democráticas, lo importante era que se gobernaban a sí mismas. Los criterios esenciales para considerar a una ciudad como una polis eran los siguientes: que no estuviera gobernada por una potencia extranjera, ni siquiera griega, y que eligiera su propia forma de gobierno.

Si bien al inicio de la historia griega las polis eran gobernadas por familias aristocráticas, que regían con las normas que dictaban las costumbres, hacia el 500 a.C. apareció por primera vez el gobierno democrático que rápidamente se difundió por todos los territorios helenos. Aunque también existían otros sistemas de gobierno, como la diarquía en Esparta (un sistema con dos reyes).

La política, explica Cartledge, dio forma, estructura y significado a todos los aspectos de la vida cotidiana de los griegos; incluso Aristóteles, uno de los grandes filósofos griegos, definió a los seres humanos como “animales políticos”: la política era lo que nos diferenciaba de los demás animales.

Finley afirma que la ideología dominante establecía que cada polis era una sociedad en el sentido estricto de la palabra. Esto se refleja en los usos lingüísticos. Ellos decían “Corinto decidió” o “Atenas le declaró la guerra a Esparta”. Así, se entendía que eran los miembros de la comunidad los que decidían emprender estas acciones.

Vemos entonces dos civilizaciones muy distintas en los griegos y los persas. Por un lado, tenemos un imperio enorme unificado bajo una monarquía vertical con sus súbditos. Por el otro, a un conjunto de pequeñas ciudades autónomas para cuyos miembros el poder autogobernarse era parte de su identidad. Estas dos civilizaciones estarían a punto de chocar hacia el 500 A.C. Eso te lo contamos en este otro informe: Las guerras médicas: la legendaria batalla de Maratón.

Equipo de Investigación

Área de investigación de Enterarse.com

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