
En dos informes anteriores hemos visto quiénes fueron los griegos y los persas y los primeros conflictos que hubo entre estas dos civilizaciones. En este informe veremos las dos batallas más memorables de la segunda guerra entre griegos y persas: Termópilas y Salamina. Veremos cómo un pequeño ejército que luchaba por su libertad logró vencer a uno masivo, obligado a luchar por su monarca, y las tácticas inteligentes que vencieron a los números.
Resumen
- El rey persa Jerjes llegó a territorio griego con más de 200 mil guerreros. En contraste, la coalición de ciudades griegas había juntado aproximadamente 25 mil guerreros.
- Debido a que Jerjes llegó durante festividades religiosas griegas, estos no pudieron desplegar a todo su ejército para la primera batalla. Por ello, enviaron a Termópilas al rey Leónidas de Esparta con aproximadamente 7 mil guerreros.
- La idea era pelear con Jerjes en un lugar estrecho, en el cual el gran tamaño del ejército persa no fuera una ventaja tan grande.
- La pericia en batalla de los espartanos, junto con un mejor equipo de guerra, hizo que el pequeño contingente resista tres días al vasto ejército persa antes de sucumbir.
- La siguiente batalla se dio en el Canal de Salamina. El ateniense Temístocles logró engañar a la flota persa que, pensando que los griegos estaban en retirada, se encaminó hacia una trampa.
- Al final de esta última batalla, miles de persas murieron. Jerjes se retiró de Grecia abandonando a su ejército, que fue finalmente vencido en Platea.
Contexto
Como vimos en los dos informes anteriores (Los persas y los griegos; La primera guerra médica), desde inicios del siglo V a.C. el Imperio persa tuvo intenciones de conquistar Grecia. Si bien no existía todavía como país, con Grecia nos referiremos al territorio donde se encontraban las principales ciudades griegas europeas, como Atenas y Esparta. La confrontación entre ambas civilizaciones empezó cuando el rey persa, Darío, desembarcó en las costas de Maratón (Grecia) para invadir Atenas. Sin embargo, los atenienses lograron vencer a su ejército.
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Pocos años después, en el 486 antes de Cristo, Darío falleció y su hijo Jerjes empezó a planear una nueva invasión. Jerjes reunió aproximadamente a 210 mil hombres y cruzó los Dardanelos para conquistar Grecia. En el bando opuesto, una coalición de distintas ciudades griegas, entre las cuales resaltaban Esparta y Atenas, había estado planeando la defensa de su territorio. A continuación, te contamos lo que sucedió.

La Batalla de las Termópilas
El avance de Jerjes por Grecia dependía necesariamente de la coordinación entre su enorme ejército y los barcos que lo proveían de suministros. Por ello, su avance por el territorio helénico fue lento, aunque llegó sin ningún problema a un estrecho pasaje en la costa griega. Abajo en el mapa podemos ver esta zona.

Esta zona se conocía como el paso de las Termópilas. Los griegos, al mando del rey Leónidas, uno de los dos reyes de Esparta, ubicaron sus fuerzas en esta zona, tal como se aprecia en la imagen de arriba. A diferencia de los persas, quienes contaban con más de 200 mil soldados, los griegos enviaron un número muy reducido de hombres. Según Paul Cartledge, profesor de Historia Griega en la Universidad de Cambridge, en Termópilas hubo probablemente 7 mil guerreros griegos.
Entre esos 7 mil guerreros había 300 espartanos. Tengamos presente que los espartanos eran conocidos por ser los mejores guerreros del mundo griego. De hecho, como explica Cartledge, ya desde el siglo VI a.C., Esparta era la potencia militar más poderosa de Grecia. Cartledge afirma que “todo ciudadano espartano estaba prohibido de practicar cualquier otro comercio o arte que no fuera la guerra misma” y empezaban su formación guerrera a partir de los siete años, cuando eran obligados a dejar su hogar para empezar un brutal entrenamiento.

(Estatua del rey Leónidas en Esparta. Foto: George E. Koronaios)
¿Por qué enviaron tan pocos guerreros? Según Cartledge, se estima que la coalición griega tenía aproximadamente 25 mil hombres, de los cuales cerca de 8 mil eran espartanos. Sin embargo, durante esta época se realizaron las Olimpiadas, una fiesta en honor a los dioses griegos en la que las diferentes polis griegas se enfrentaban en distintos deportes. Dicha fiesta religiosa es el origen de nuestras actuales olimpiadas, un evento competitivo, pero meramente lúdico. Sin embargo, para los griegos antiguos era una cuestión sagrada y durante esta festividad se decretaba la paz absoluta para que los deportistas puedan viajar. Además, en Esparta también se celebraba la Carneia, otra fiesta religiosa que impedía que se enviara a todos los soldados.
Así, la mejor forma de detener el avance de Jerjes era enviar un pequeño contingente a una zona en la que dicho grupo pueda resistir por un tiempo. Justamente, para el 480 a.C., el paso de las Termópilas era sumamente estrecho y se encontraba en la ruta que estaba tomando Jerjes. Este era un desfiladero y, como explica Cartledge, a lo más, podían pasar dos carros de guerra de manera confortable. El paso solo tenía entre 15 y 20 metros de ancho.
Por ello, la ventaja en número de los persas quedaría anulada al tener un espacio confinado de movimiento para enfrentar a la pequeña, pero mejor capacitada fuerza griega. En la imagen de abajo podemos ver una representación de esta estrategia.

(Autor de la imagen: Cleber Lima)
Sin embargo, el pánico se apoderó de los griegos cuando llegaron y vieron a las hordas de guerreros persas: eran 7 mil contra más de 200 mil persas. Además, al llegar se enteraron de que había un paso de cabras por detrás de las montañas que podía llevar a los persas a su retaguardia. Si Jerjes descubría este paso, estarían perdidos, sin escapatoria. Con todas estas noticias, los griegos discutieron la posibilidad de retirarse. Sin embargo, Leónidas decidió arriesgarse y enviar mil hombres a cuidar el paso.

Pasaron entre tres y cuatro días antes de que las fuerzas de ambos ejércitos se enfrentaran. Probablemente, esta fue una forma de generar temor en los soldados griegos y le dio tiempo a Jerjes de restablecer la comunicación con su flota naval luego de que una tormenta causara estragos y deviniera en la pérdida de muchos barcos.
Durante este periodo de espera ocurrió algo interesante. Jerjes envió un espía para investigar el comportamiento de los griegos y alcanzó a ver a un grupo de espartanos. Asombrado, el espía volvió donde su rey y le contó que había visto a los espartanos peinando sus largas trenzas y haciendo ejercicios desnudos. Estas eran costumbres normales para los espartanos y otros griegos. Sin embargo, como señala Cartledge, Jerjes tomó esto como una muestra de afeminamiento de los espartanos: nunca creyó que le podrían causar problemas.

(El rey Leónidas en Termópilas, Cuadro de Jacques-Louis David, 1814; en el Louvre, Paris)
Después de este tiempo de espera, el rey persa lanzó su primer ataque: envió primero a sus guerreros medos. Unos 2 mil hombres que, si bien no eran las mejores tropas de Jerjes, eran de las más sobresalientes. Aun así, poco pudieron hacer para romper la pared de escudos de las falanges griegas. Los espartanos simplemente estaban mejor equipados y disciplinados que los agresores medos: poco podían hacer contra una pared de los mejores soldados del mundo antiguo.

(Dibujo de un soldado espartano)
Mientras que los medos solo tenían javalinas pequeñas y escudos de madera, los espartanos tenían lanzas de dos o tres metros. Sobre su cabeza tenían cascos de bronce, decorados con largas crines de caballos. En su torso, tenían una coraza de bronce y en su mano izquierda un enorme escudo llamado aspis, con la letra lambda (inicial de Esparta) grabada en él. Los espartanos luchaban como una unidad. Una falange unida, protegiéndose unos a otros con sus escudos.
Como afirma Cartledge, no hay duda de que los medos y las tropas que siguieron hicieron lo que pudieron. Sin embargo, no fue suficiente contra los espartanos y los demás guerreros griegos. La carnicería contra los persas fue tal que Jerjes saltó horrorizado de su trono tres veces. Simplemente, los persas no podían hacer mucho contra los mejores equipados y expertos griegos.
Para contrarrestar la diferencia en números, los espartanos peleaban por turnos, maximizando así el uso eficiente de guerreros expertos. De esta manera, ellos podían descansar de la batalla para volver con fuerzas renovadas.
Además, Leónidas añadió tácticas que solo los más expertos soldados podrían haber ejecutado satisfactoriamente por el grado de disciplina requerida. Por ejemplo, hacían retiradas fingidas para que sus adversarios los persiguieran, para luego súbitamente dar media vuelta y atacar a sus desprevenidos perseguidores.
Eventualmente, en las últimas horas del primer día, Jerjes se vio obligado a mandar a sus mejores hombres: sus 10 mil inmortales (tal como se les conocía). Sin embargo, nuevamente, poco pudieron hacer contra el muro de soldados griegos.

(Friso de los Inmortales procedente del Palacio de Dario I en Susa. Actualmente en el Museo del Louvre. Foto: Mohammed Shamma).
Según Cartledge, el siguiente día transcurrió de la misma manera y la frustración de Jerjes era cada vez mayor. Sin embargo, este día llegó un traidor griego al campamento persa; su nombre era Ephialtes, quien notificó a Jerjes del paso escondido detrás de las montañas.
Esa noche, bajo el silencio nocturno, Jerjes envió a sus inmortales por el paso, guiados por Ephialtes. Los inmortales vencieron fácilmente a los guardianes del paso (entre los que no había espartanos) y siguieron su camino hacia la retaguardia de los griegos, como se ve en la imagen de abajo.

Cuando los griegos se enteraron de lo sucedido, la mayoría de las tropas se retiró de Termópilas antes de que los inmortales llegaran a cruzar el paso y los encerraran. Solo Leónidas, sus espartanos y unos cuantos griegos tespios y tebanos se quedaron. El objetivo fue darle tiempo a sus aliados para avisar de lo sucedido y preparar una nueva defensa contra el ejército de Jerjes.
A la mañana siguiente, Leónidas ordenó a sus hombres tomar una última merienda antes de su último encuentro y les pronunció la famosa frase: “Esta noche cenaremos en el hades” (el inframundo de los griegos). Durante la batalla del tercer día, las pérdidas persas fueron mayores que en los días anteriores. Los griegos pelearon incluso con sus armas rotas, uñas y dientes. Al final, sin embargo, perdieron. El cuerpo de Leónidas fue decapitado y su cabeza fue puesta en una lanza.
Los persas ahora tenían el camino libre. No obstante, como afirma Cartledge, los griegos habían matado al menos a 20 mil hombres de Jerjes; entre ellos, dos medios hermanos suyos. Mientras que los griegos perdieron a muy pocos soldados.
La Batalla de Salamina
Mientras se desarrollaba la batalla de las Termópilas, Temístocles, uno de los líderes atenienses, estuvo en Artemisio, comandando la flota de barcos griega para pelear contra la flota persa.
Cuando cayó Leónidas, Temístocles volvió rápidamente a Atenas para ordenar una evacuación inmediata de todos los ciudadanos antes de que llegara Jerjes con su ejército. De esta manera, los atenienses escaparon a la isla de Salamina, abandonando su ciudad ante las huestes persas.

Cabe resaltar que no todos los atenienses pudieron huir. Los viejos y los enfermos se quedaron en la ciudad, junto con los sacerdotes que tenían que cuidar los templos. Además, varios miles de habitantes del campo decidieron quedarse refugiados en las montañas y unos 500 de ellos fueron capturados por las fuerzas de Jerjes, mientras que Atenas fue saqueada.
Mientras tanto, la flota de los griegos se encontraba en Salamina, aproximadamente 311 trirremes. Los trirremes eran los barcos de guerra que se usaban en esta época, principalmente por los griegos, fenicios y persas. Eran propulsados principalmente por más de 100 remeros y su arma principal era un espolón diseñado para chocar y romper los barcos enemigos. Adicionalmente, los trirremes llevaban hombres con arcos y lanzas para atacar a los marineros de otros barcos.

(Imagen: Wikimedia Commons)
Se calcula que los persas tenían más de 450 para este momento. Además, los barcos de Jerjes diferían de los griegos, permitiendo que carguen más marinos: unos 30 o 40, contra los 14 con 4 arqueros de los griegos. Esto los ponía en una ventaja a la hora de batallar, aunque hacía a los barcos más pesados y difíciles de maniobrar con mal tiempo.
En ese momento, Temístocles tuvo que convencer a los griegos de pelear en esta zona. ¿Por qué? Porque el plan original era pelear más atrás en el territorio de Grecia. Sin embargo, Temístocles tenía razones para no seguir retrocediendo.
Por un lado, si la flota griega seguía retrocediendo, tendría que pelear en mar abierto, lo cual sería una desventaja por la superioridad numérica de barcos de Jerjes. Por otro lado, seguir retrocediendo implicaba que los barcos de Jerjes podían seguir suministrando a las tropas de tierra persas para continuar su avance, lo que pondría en peligro a las ciudades de Salamina, Megara y Aegina.
En contraste, una pelea en Salamina tenía las siguientes ventajas. Primero, pelearían en aguas más estrechas, lo que aumentaba las probabilidades de éxito de su menor número de barcos (abajo podemos ver un mapa de la zona). Era una estrategia similar a la que había usado el rey de Esparta Leónidas en las Termópilas. En segundo lugar, pelear en Salamina implicaría proteger a las otras ciudades griegas, pues el ejército de Jerjes no podría avanzar sin los suministros de sus barcos. Por último, en Salamina se encontraban los refugiados griegos y abandonar la isla implicaba dejarlos a su suerte.

El rey persa Jerjes también tenía motivos para intentar vencer a los griegos en Salamina. En primer lugar, en Salamina se encontraban los magistrados atenienses. Capturar Salamina significaba terminar con la resistencia de Atenas, que era la mayor potencia naval. En segundo lugar, si no neutralizaba a la flota de los griegos, estos podían cortar la cadena de suministro a sus tropas en tierra, lo cual no iba a permitir su avance. Sin embargo, a Jerjes tampoco le convenía atacar una posición en la que los griegos tuvieran mayores probabilidades de vencer.
Temístocles tenía que hacer que Jerjes los ataque donde sus números no contaran mucho, justo en el estrecho canal de Salamina, como se muestra en el mapa de abajo. Pero ¿cómo motivar un ataque de Jerjes?

No se sabe exactamente qué fue lo que pasó. Sin embargo, hay una leyenda que, aunque algunos historiadores no creen verdadera, es una posible explicación de los siguientes sucesos. Según la leyenda, Temístocles envió a Jerjes un mensaje con uno de sus esclavos (Jerjes se ubicaba en la zona de la estrella azul que se ve en el mapa). En el mensaje, Temístocles afirmaba que los aliados griegos se estaban peleando unos con otros y que un grupo estaba pensando abandonar Salamina hacia el norte a la bahía de Eleusis (ver en el mapa de arriba). Además, incluso afirmó que, de ser atacados por Jerjes, él cambiaría su bando junto con otros griegos.
Probablemente, Jerjes y sus generales debatieron mucho antes de hacer caso al mensaje. Sin embargo, como explica Green, el mensaje parecía genuino para los persas. Primero, porque muchas ciudades griegas habían evitado pelear con ellos por miedo. Además, el mensaje no describía cómo debía ser el ataque, ni en qué momento. Solo expresaba la intención del cambio de bando de Temístocles.
Fue así como Jerjes habría decidido hacerle caso al mensaje y preparar una estrategia. Según Green, Jerjes ordenó a cuatro escuadrones atacar por el canal de Salamina (ver mapa de abajo), en caso los griegos intentaran un enfrentamiento. Por otro lado, bajo el silencio de la noche, mandó a una escuadra egipcia a cerrar la entrada a la bahía de Eleusis, en el canal de Megara.

Green afirma que la batalla de Salamina fue planeada hasta su más mínimo detalle por los griegos. Hora tras hora, durante la noche, los persas esperaron a que la flota griega se separara. Sin embargo, esto no ocurría. Temístocles tenía que incrementar cada vez más la impaciencia de Jerjes y el miedo de sus siervos.
De pronto, durante el alba, los persas vieron a una flota griega huir desordenada: justo lo que estuvieron esperando toda la noche. Como explica Green, en lugar de ignorar esto como la evidente trampa que era, los persas se lanzaron al ataque: habían caído en la trampa.
Los barcos de Jerjes avanzaron por el canal entre Perama y Cinosura (ver mapa de abajo). A medida que entraban, otros se movían en fila atrás cubriendo así cualquier posibilidad de retirada organizada. De pronto, los griegos embistieron a la flota persa desde su flanco izquierdo, como muestra el mapa de abajo.

Según Green, los espolones de bronce de los barcos griegos chocaron contra el flanco izquierdo de las fuerzas persas. Durante los primeros momentos de la batalla, el almirante de los persas, Ariabignes, quien también era hermano de Jerjes, murió en batalla. Los persas se habían quedado sin alguien que diera las órdenes.
Al parecer, no había un segundo al mando, por lo que muchos tomaron su lugar. Sin embargo, daban distintas órdenes y la armada persa se desorganizó. Mientras tanto, más y más contingentes de naves venían desde Psitalea, lo que generaba más congestión para las naves persas. A todo esto, se le sumó el mal clima, que impidió que las más pesadas naves persas maniobren con facilidad.
La batalla duró alrededor de ocho horas. Cuando llegó la noche, los barcos de la escuadra persa estaban hundidos o dispersos. Miles de hombres del ejército persa habían muerto o desaparecido y muchos mecían inertes en las profundidades del océano: los griegos habían ganado. Después de Salamina, Jerjes volvió a Persia, dejando a sus tropas terrestres para que continuaran la conquista, pero fueron derrotadas en la batalla terrestre de Platea, en la que el ejército espartano participó.

¿Por qué ganaron los griegos?
Según Victor Davis Hanson, lo que diferenciaba a los griegos de los persas era la eleutheria, la libertad. Como él sostiene, ninguno de los hombres persas que luchaba por no sucumbir a las olas en Salamina gozaba de otro reconocimiento legal más allá de ser bandaka, o esclavo de Jerjes. En la antigua Persia, explica, no existía un concepto abstracto o legal de libertad, todos eran esclavos del rey.
Por supuesto que los persas permitieron que los otros pueblos conservaran sus costumbres y hasta su propio código legal, como en Egipto, Babilonia y Jonia. Sin embargo, los reyes persas podían sustituir, promulgar o enmendar cualquier ley.
En contraste, en las ciudades griegas, los dirigentes políticos eran elegidos por votación y sus cargos estaban sometidos a referendo. Ningún arconte (una forma de autoridad política en Atenas) ateniense apelaba a una condición divina, ni tampoco podía ejecutar personas. En cambio, en Salamina, Jerjes ejecutó a un grupo de súbditos fenicios por huir de la batalla.
En Grecia ningún ciudadano podía ser ejecutado de forma arbitraria sin juicio previo, ni tampoco se podía confiscar sus propiedades excepto por votación de un consejo. Incluso los esclavos gozaban de cierta protección frente al asesinato o la tortura arbitraria.
La eleutheria, que nosotros hemos heredado, no simplemente significaba vagar sin control, sino que garantizaba a sus ciudadanos la libertad de asociación, la libertad para elegir a los representantes, la libertad para poseer propiedades y riqueza sin temor a la confiscación y la libertad frente al castigo arbitrario. Los griegos lucharon para defender esta libertad, mientras que los persas estaban obligados por su rey.