
El 6 de agosto de 1824, tras más de 14 años de resistir a las fuerzas independentistas, el Ejército Real del Perú tuvo una derrota decisiva en Junín. ¿Cuál fue el contexto de esta batalla? ¿Qué implicancias tuvo para la independencia del Perú? A continuación, te lo contamos.
Resumen
- Simón Bolívar llegó al Perú el primero de setiembre de 1823, un año después de que José de San Martín se retirara del territorio peruano.
- En enero de 1824, parte del ejército realista se rebeló contra el virrey José de La Serna, lo que generó que las fuerzas del virrey tuvieran que pelear en dos frentes: contra los independentistas y contra los realistas rebeldes.
- El 6 de agosto de 1824, a las 4 pm, la caballería independentista se enfrentó a la caballería realista, dando inicio a la batalla de Junín.
- Los realistas comenzaron ganando la batalla, pero la oportuna intervención de los Húsares del Perú, que atacaron a los realistas por la retaguardia, permitió que una inicial derrota se convierta en triunfo para los independentistas.
- Los realistas tuvieron más bajas durante su retirada al Cusco que durante la batalla de Junín. Así, en la batalla, los realistas tuvieron 248 bajas, entre muertos y heridos, y 80 cayeron prisioneros, mientras que en la retirada al Cusco perdieron tres mil hombres.
Antecedentes
Para comprender el contexto en el que se produjo la batalla de Junín, debemos recapitular algunos acontecimientos históricos. A inicios de setiembre de 1820, José de San Martín desembarcó en Pisco con la Expedición Libertadora del Perú, fuerza militar organizada en Chile. En julio de 1821, los realistas abandonaron Lima, tras lo cual San Martín ocupó la ciudad y proclamó la independencia del Perú. Este hecho no implicó la consolidación del proceso emancipador, debido a que la guerra continuó.
El entonces virrey José de La Serna retiró al grueso de sus fuerzas a la sierra sur y estableció en la ciudad del Cusco la nueva capital del Virreinato del Perú. Por su parte, San Martín fracasó en su proyecto de establecer una monarquía constitucional y abandonó el país en setiembre de 1822 sin consolidar la independencia. Sin embargo, el libertador dejó establecido un gobierno independentista peruano, con un ejército local y una bandera propia.

(Tercera bandera del Perú, estandarte vigente desde mayo de 1822 hasta febrero de 1825. Esta fue la bandera peruana en tiempos de las campañas de Junín y Ayacucho. Imagen: Wikimedia Commons)
Tras la partida de San Martín, el gobierno peruano independiente, gobernado por la denominada Junta Gubernativa, organizó la Primera Campaña de Puertos Intermedios, una expedición militar enviada al sur del Perú que terminó fracasando. Esto ocasionó la caída de la Junta Gubernativa y la llegada al poder de José de la Riva-Agüero, quien organizó una Segunda Campaña de Puertos Intermedios. Mientras el grueso del ejército independentista se encontraba en dicha campaña, los realistas retomaron Lima por un mes y el gobierno de Riva-Agüero se tuvo que refugiar en los castillos del Callao. Asimismo, la Segunda Campaña de Puertos Intermedios también fracasó. Ante esto, Riva-Agüero fue destituido por el Congreso y reemplazado por Bernardo de Torre-Tagle como presidente.
La incapacidad del gobierno peruano para vencer a los realistas, que se mantenían firmes en la sierra, hizo que se pidiera ayuda a Simón Bolívar, libertador y presidente de Gran Colombia, Estado que unificaba a los actuales países de Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá.
Simón Bolívar desembarcó en el Callao en setiembre de 1823, casi un año después de la partida de San Martín. A su llegada, el Congreso peruano le otorgó el mando político y militar, dejando al presidente Torre-Tagle subordinado al Libertador.
En enero de 1824, Bolívar estableció su cuartel general en Pativilca, al norte de Lima. En febrero de ese año, se produjo una sublevación de batallones independentistas en el Callao que cambiaron de bando. Esto fue aprovechado por los realistas, que enviaron fuerzas a Lima y el Callao, volviendo a recuperar estas plaza a fines de ese mes. Ante esta situación de crisis, el Congreso otorgó poderes dictatoriales a Bolívar, a fin de que no tenga obstáculos legales en su campaña contra los realistas. Mientras tanto, Lima, la Ciudad de Los Reyes, quedó en manos de los realistas hasta inicios de diciembre de 1824, mes en el que se consolidó la independencia peruana.
Situación militar previa
En marzo de 1824, Bolívar trasladó su cuartel general de Pativilca a Trujillo, ciudad que había sido designada como capital provisional del Perú ante la ocupación realista de Lima. Desde allí, pasó a la región de Huamachuco, al este de Trujillo, con todas las fuerzas grancolombianas. En abril, estableció su nuevo cuartel general en Huaraz. Durante su estancia en estas ciudades, el libertador se dedicó a reorganizar al ejército independentista.
Para preparar su campaña contra el Ejército Real del Perú y conseguir fondos y hombres, Bolívar tomó, entre otras, las siguientes medidas: impuso cupos de guerra en los distintos pueblos y ciudades del país; realizó requisas de ganado, víveres y demás bienes públicos y privados; decretó el reclutamiento de pobladores de entre 12 y 40 años de edad, ordenando que se les tratara “como prisioneros” para que no escapen; y amenazó con aplicar la pena de muerte a sus subordinados, a fin de que ejecutaran todas sus órdenes. Algunos refuerzos de Gran Colombia llegaron entre marzo y abril; luego, en mayo de ese año, desembarcaron en Huanchaco y Pacasmayo más fuerzas grancolombianas, con las que se formó una división.
Con los soldados grancolombianos que llegaron con Bolívar (y antes de él), más los refuerzos de Gran Colombia y los reclutas peruanos, se crearon tres divisiones: dos eran grancolombianas y una peruana. A esta fuerza, denominada Ejército Unido Libertador del Perú, se sumaban, además, algunas unidades y oficiales de origen chileno y argentino que quedaban del ejército llegado con San Martín. Este ejército, asimismo, tuvo el apoyo de grupos de montoneros peruanos, esto es, fuerzas irregulares de combate. En palabras del historiador Herbert Morote:
“Antes de cumplir el año de su llegada, Bolívar había reclutado, equipado, entrenado y levantado la moral de un ejército de 12,000 hombres, dispuesto a enfrentarse al poderoso ejército virreinal. Así, cuando el 2 de agosto de 1824 en las llanuras de Rancas próximas a Cerro de Pasco, Bolívar pasó revista al ejército patriota formado por soldados de la Gran Colombia, peruanos, argentinos y chilenos, no tuvo ninguna duda de que tenía el triunfo en sus manos.”

Habiendo visto la situación del ejército independentista, pasemos a analizar la del ejército realista. De acuerdo con Luis Luqui Lagleyze, profesor de Historia en la Pontificia Universidad Católica Argentina, el Ejército Real del Perú era una fuerza conformada “por soldados y oficiales mayoritariamente peruanos y altoperuanos, comandados por generales peruanos y españoles alternativamente”, “básicamente de un ejército de americanos en un sentido muy amplio” y no “un ejército de ocupación de origen español”.
Para agosto de 1824, la unidad del Ejército Real del Perú se encontraba partida. En enero de ese año, Pedro Antonio Olañeta, general español al mando de las fuerzas realistas acantonadas en el Alto Perú (actual Bolivia), se había sublevado contra la autoridad del virrey La Serna. La rebelión de Olañeta afectó gravemente la lucha contra la independencia, porque sus fuerzas constituían casi la mitad del ejército realista.

De este modo, tenemos que, para 1824, el virrey La Serna enfrentaba tanto a los independentistas como a las fuerzas rebeldes de Olañeta. Es por esto que tuvo que dividir al ejército bajo su mando en dos fuerzas principales: el Ejército del Sur, bajo el mando del mariscal Jerónimo Valdés; y el Ejército del Norte, bajo el mando del mariscal José de Canterac. El Ejército del Sur se destinó a combatir a Olañeta, mientras que el Ejército del Norte se destinó a combatir a los independentistas.
Al margen del Ejército del Norte y del Ejército del Sur, existían fuerzas realistas dispersas en otras partes del territorio peruano. Se trataba de cuerpos militares más pequeños, ubicados, entre otros lugares, en ciudades de la sierra sur, como el Cuzco, donde estaba el virrey, y Arequipa; o en la costa, donde los realistas habían recuperado Lima y el Callao a fines de febrero de 1824.
Escenario de la batalla
Para entender cómo se produjo la batalla de Junín, es necesario que nos ubiquemos geográficamente en su escenario, teniendo presente que la organización territorial del Perú en los años de la emancipación era distinta a la de hoy. La batalla de Junín se produjo en el departamento del mismo nombre; sin embargo, antes de la batalla, el territorio de este departamento pertenecía a la denominada Intendencia de Tarma. Esta jurisdicción, con capital en la ciudad de Tarma, incluía en ese entonces a la ciudad de Cerro de Pasco y también a la actual Heroica Ciudad de Junín, ciudad que en tiempos de la Guerra de Independencia era un pueblo llamado Reyes.

La ciudad de Junín, o pueblo Reyes en aquel tiempo, se ubica a orillas del lago Chinchaycocha, el más grande del Perú después del Titicaca. Es al sur de este lago donde se ubica el escenario de la batalla: la pampa de Junín o meseta de Bombón. Esta pampa dio el nombre a la ciudad, a la provincia y al departamento de Junín. Como vemos en la imagen de arriba, el teatro de operaciones fue en una región montañosa, encontrándose la pampa de Junín, esto es, la planicie en donde se llevó a cabo la batalla, en una zona rodeada de cerros.
Los ejércitos enfrentados
En Junín, el Ejército Unido Libertador contaba con 10 mil hombres entre infantería, caballería y artillería. Por su parte, las fuerzas del Real Ejército del Perú, comandadas en esa zona por Canterac, estaban constituidas por unos 8 mil hombres. Veamos esto de forma más detallada en los siguientes cuadros:


Movimiento de los ejércitos
Para entender cómo es que la batalla se produjo en la pampa de Junín, veamos los movimientos de cada uno de los ejércitos por separado.
Entre fines de julio y el primero de agosto de 1824, las tropas del Ejército Unido Libertador comandadas por Simón Bolívar llegaron desde el norte a Cerro de Pasco, ciudad que se encuentra pocos kilómetros al norte del lago Chinchaycocha. Allí, Bolívar tuvo conocimiento de que las fuerzas de José de Canterac habían abandonado sus bases al sur y se dirigían hacia aquella región. El Ejército Unido Libertador se ubicó en el llano de Rancas, unos nueve kilómetros al oeste de Cerro de Pasco.

Bolívar sabía de la rebelión de Olañeta y buscaba aprovechar la división del ejército realista para atacar. Ahora bien, para dirigirse al sur e interceptar a los realistas, el ejército de Bolívar tenía que elegir entre dos rutas paralelas al lago Chinchaycocha, una que va por el oeste de este lago y otra que va por el este. El libertador eligió la ruta que va hacia el sur por el oeste del lago Chinchaycocha (ver mapa de arriba). Así, el 3 de agosto, marchó con su ejército hacia el sur, deteniéndose en Conchamarca. El 5 de agosto, los independentistas llegaron a Conocancha, lugar en el que tuvieron conocimiento de que los realistas se encontraban al este, esto es, al otro lado del lago Chinchaycocha. Con base en información que precisaba los movimientos realistas, Bolívar dirigió sus fuerzas al pueblo de Reyes, con la finalidad de cerrar allí la ruta que estos tenían para regresar a sus bases ubicadas al sur de esa región.

(Cerro de Pasco en el siglo XIX. Autor: William Lewis Herndon)
Por su parte, las fuerzas realistas bajo el mando de Canterac marchaban de sur a norte por el lado opuesto del lago Chinchaycocha, en dirección a Cerro de Pasco. Este ejército había partido de Jauja, alcanzado Tarma y pasado por el pueblo de Reyes (hoy Heroica Ciudad de Junín). Desde allí, habían elegido la ruta que va al norte por el este del lago Chinchaycocha, deteniéndose en Carhuamayo. En este lugar, Canterac dejó a su infantería para continuar con su caballería hasta Cerro de Pasco, donde se enteró de que el ejército independentista había abandonado esa zona con dirección al sur.

Entonces, como se observa en el mapa de abajo, Canterac regresó a Carhuamayo, donde movilizó a toda su fuerza con rumbo al sur la misma noche del 5 de agosto de ese año. El objetivo de Canterac era evitar que los independentistas bloquearan la ruta por la que había llegado desde el sur a esta región.

Durante la madrugada del 6 de agosto de 1824, tanto el Ejército Unido Libertador como el Ejército Real del Perú se dirigían a Reyes. De acuerdo con el general e historiador Carlos Dellepiane (1894-1946), autor de la «Historia Militar del Perú«, ambas fuerzas se encontraban a unos 35 kilómetros de Reyes, sin embargo:
“(…) una pequeña diferencia en la hora de partida y la rapidez de marcha de las tropas realistas, que fue favorecida por la naturaleza del terreno, permitieron que Canterac pasara por el punto peligroso, o sea por Reyes, dos horas antes que Bolívar desembocara en la pampa de Junín, por la quebrada de Chacamarca.”

(Vista de la pampa de Junín. Foto: Juan Lozada)
Para las 2 de la tarde, el ejército realista ya se encontraba a 10 kilómetros al sur de Reyes en dirección a Tarma. Por su parte, la caballería independentista se encontraba por la cadena de cerros que circunda el lago y limita por el occidente de la pampa, teniendo a la vista a los realistas, mientras que su infantería se encontraba en camino 10 kilómetros atrás. Aunque Bolívar no había conseguido cortar la retirada de los realistas al sur, resolvió atacarlos con su caballería para obligarlos a entrar en combate mientras esperaba la llegada del resto de sus fuerzas. El libertador lanzó al llano a su caballería, dando inicio a la batalla de Junín.

La batalla

La caballería del Ejército Libertador descendió desde lo alto del abra (paso ubicado entre montañas) de Chacamarca a la pampa de Junín. La intención era descender y desde allí atacar a los realistas. Sin embargo, el complicado terreno, pantanoso por el lado izquierdo, hizo difícil el descenso de estas fuerzas de caballería, que no pudieron formarse ordenadamente en la pampa, ni tampoco posicionarse todas allí. Es por ello que uno de los tres escuadrones de los Húsares del Perú quedó en lo alto de Chacamarca, esperando su turno para descender.

(Soldado montado del regimiento de caballería “Húsares del Perú”. Fuente: ecured.cu)
Ante el desorden de la caballería independentista, Canterac decidió aprovechar la oportunidad, la superioridad numérica de su caballería, y atacar. De este modo, 1,300 jinetes realistas atacaron a 900 jinetes independentistas que se formaban en la pampa tras el dificultoso descenso.
Canterac atacó con sus seis escuadrones de caballería, cuatro en el frente y dos un poco atrás en los extremos de la formación. Esta caballería estaba distribuida de la siguiente manera: en la primera línea los escuadrones Húsares de Fernando y Dragones del Perú y, en los costados, los cuatro escuadrones de Dragones de la Unión.

(Retrato de José de Canterac)
¿Cómo estaban dispuestos los escuadrones de caballería independentistas al momento del choque con los realistas? Los dos escuadrones de Granaderos de Colombia, bajo el mando del militar alemán Otto Philipp Braun, llegaron a formarse y fueron quienes recibieron el embiste de los seis escuadrones de la caballería de Canterac. Tras este cuerpo independentista se encontraba un escuadrón de los Granaderos de los Andes, comandado por el militar francés Alexis Bruix y, más atrás, tres escuadrones de los Húsares de Colombia, cuyo jefe era el militar venezolano José Laurencio Silva. Por su parte, los dos escuadrones de los Húsares del Perú que habían podido descender, comandados por el británico Guillermo Miller, se posicionaron hacia el lado izquierdo, en los pantanos.

Finalmente —y esto es algo que fue fundamental para el desenlace de la batalla— un escuadrón de los Húsares del Perú aún esperaba su turno para descender. Dicho escuadrón estaba bajo el mando del militar argentino Manuel Isidoro Suárez, bisabuelo del escritor Jorge Luis Borges.

El choque masivo de ambas fuerzas de caballería se produjo a las cuatro de la tarde. Los realistas embistieron a los dos escuadrones de los Granaderos de Colombia, quienes resistieron con sus lanzas antes de ser desbordados. Allí, el militar argentino Mariano Necochea fue siete veces herido y hecho prisionero.

(Retrato de Mariano Necochea. Autor: José Gil de Castro)
Mientras tanto, Bolívar se posicionó con su estado mayor muy cerca del enfrentamiento, en una loma baja de la orilla del lago. Según Dellepiane, cuando los realistas lograron desbaratar a los escuadrones patriotas, “hicieron volver caras a los demás, que abandonaron en desorden el campo de batalla”, incluyendo al mismo Bolívar, quien “cruzó como un relámpago la distancia que lo separaba de la infantería”, en ese momento ya a cinco kilómetros de distancia en la retaguardia.
Al parecer, la batalla estaba perdida para los independentistas, quienes habían sido desbordados y eran perseguidos por los realistas. Sin embargo, la persecución emprendida por los realistas hizo que estos se desordenaran y descuidaran su retaguardia.
Recordemos que uno de los tres escuadrones de los Húsares del Perú no había llegado a descender sobre la pampa. Se trataba del escuadrón comandado por Isidoro Suárez, que estaba intacto en lo alto del campo de batalla, cerca del ala izquierda de la retaguardia de la caballería realista. Desde ese punto, esta fuerza podía ver cómo los realistas exponían su retaguardia en su desordenado empeño por perseguir a los escuadrones independentistas desbandados. ¿Cómo debía proceder este escuadrón ante aquella situación?
Frente a la descrita situación de desbande de las fuerzas independentistas, el mariscal José de La Mar, comandante de la división peruana, encargó al mayor Andrés Rázuri comunicar a Suárez la orden de retirarse del campo de batalla. Sin embargo, Rázuri, contrariando tal orden, incitó a Suárez a atacar, con lo cual cambió la historia.

Entonces, el escuadrón independentista de Suárez atacó la retaguardia de los perseguidores por sorpresa y cohesionadamente. La acción de aquel escuadrón de los Húsares del Perú causó el desaliento de los realistas, que tuvieron que volverse para no dar la espalda a estos inesperados atacantes.

(Retrato de Andrés Razuri. Fuente: Municipalidad Provincial de Pacasmayo – San Pedro de Lloc)
Esto permitió que el resto de la caballería independentista, ya en fuga, se reorganizara y regresara para atacar a los realistas, quienes, en palabras de Dellepiane, pasaron “de perseguidores a perseguidos”. Así, de acuerdo con Enrique Chirinos Soto, los Húsares del Perú convirtieron “inesperadamente la derrota en victoria”. Con respecto a esta situación, Dellepiane señala que:
“(…) los Granaderos de Colombia sablearon y lancearon a los escuadrones de Canterac hasta las propias líneas de su infantería. La acción duró 45 minutos y en ella no se hizo un solo disparo.”
Mientras los Húsares del Perú y otros jinetes reagrupados vencían a los realistas y los hacían retirarse, en la retaguardia, Bolívar creía perdida la batalla y reunía maltrechos jinetes dispersos que iban llegando del frente. Al respecto, el militar e historiador colombiano Manuel Antonio López Borrero (1803-1891), en ese entonces joven oficial del estado mayor del ejército independentista, recuerda en sus memorias el siguiente diálogo entre Bolívar y su general Jacinto Lara:
- ¿Qué hay, general?
- Qué ha de haber -contestó el Libertador- que nos han derrotado nuestra caballería.
- ¿Tan buena así es la del enemigo?
- Demasiado buena, cuando ha derrotado la nuestra -replicó Bolívar.
Sin embargo, pasadas las seis de la tarde, llegó el coronel Lucas Carvajal, comandante de la caballería grancolombiana, herido y con un prisionero amarrado a su caballo. Este manifestó a Bolívar que, poco después de su retirada del lugar de la lucha, sus hombres derrotaron al enemigo. En palabras de López Borrero:
“Hasta entonces solo divisamos confusamente allá a lo lejos uno que otro grupo que se alejaba combatiendo, y dudábamos si aquello era fuga o retirada; más, pronto empezaron a llegar nuestros heridos y los prisioneros, que nos dieron pormenores más extensos del triunfo alcanzado.”
Lejos de continuar la marcha persiguiendo a los realistas, las tropas lideradas por Bolívar permanecieron hasta el día 8 de agosto en Reyes, celebrando el triunfo. Este pueblo pasó a llamarse Villa Heroica de Junín y luego, por decreto de la dictadura militar iniciada en 1968, Heroica Ciudad de Junín. A su vez, los Húsares del Perú pasaron a ser oficialmente denominados Húsares de Junín.
Consecuencias
De los 10 mil independentistas presentes en Junín murieron 45 hombres y alrededor de 100 quedaron heridos, incluyendo a Necochea, quien fue liberado de sus captores durante la batalla. Por otro lado, de un total de 8 mil realistas, hubo 248 bajas, entre muertos y heridos, y 80 prisioneros. Sin embargo, el verdadero desastre de la campaña de Junín para los realistas estuvo en la retirada. De acuerdo con Dellepiene, en la retirada, los realistas perdieron unos 3 mil hombres entre desertores, rezagados, enfermos y extraviados, lo cual se suma al abandono de almacenes, armas y municiones.
A pesar de no ser perseguidos por el ejército independentista, sino solo seguidos y hostilizados por partidas de montoneros (grupos de guerrilleros), los realistas se replegaron a marcha forzada hasta Jauja, adonde llegaron el día 7 y, al día siguiente, a Huayucachi, tras haber recorrido unos 160 kilómetros. Luego, marcharon hacia el actual Ayacucho, pasando por Huanta y Huamanga, adonde llegaron el 22. Para octubre de aquel año, la menguada fuerza de Canterac llegó a Cusco para ponerse a órdenes del virrey.
En la batalla de Junín, los realistas perdieron una importante parte de su caballería, lo que ocasionó que Canterac perdiera prestigio y que el virrey La Serna asumiera en persona el mando del ejército. Esta derrota hizo que el virrey llamara como refuerzos a las tropas realistas que, comandadas por el mariscal Gerónimo Valdés, combatían a Olañeta en el Alto Perú. Así, y a pesar de haber vencido a Olañeta en la batalla de La Lava, acontecida el 17 de agosto de ese año, Valdés tuvo que detener su campaña militar y regresar del Alto Perú para unirse a las fuerzas del virrey.
Meses después, a inicios de diciembre de 1824, los restos de la fuerza realista derrotada en Junín, sumados a las fuerzas de Valdés, se enfrentaron a los independentistas comandados por Sucre en la determinante batalla de Ayacucho.
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