
Con el paso del tiempo, todo cuerpo humano se va deteriorando. Los problemas de memoria son normales, nos olvidamos dónde ponemos las llaves o cómo eran nuestros compañeros de colegio. Pero la demencia y su forma más común, la enfermedad de Alzheimer (EA), no son parte normal de un envejecimiento. ¿Qué es la demencia?, ¿qué es el Alzheimer?, ¿cuál es su relación y cómo afectan al cerebro?
Resumen
- La EA es una enfermedad neurodegenerativa progresiva y la forma más común de demencia en el mundo.
- La demencia es un término general para describir un grupo de síntomas que afectan distintos aspectos del cerebro y sus funciones. Es una de las 10 mayores causas de muerte en el mundo, ya que hace a las personas más susceptibles de contraer otras enfermedades.
- Aproximadamente hay 50 millones de personas en el mundo con demencia y 35 millones con Alzheimer.
- La EA se desarrolla en tres etapas progresivas en las que los síntomas empeoran. En la etapa final los pacientes se vuelven completamente dependientes de los demás y su resistencia a las enfermedades decae, lo que conduce a la muerte.
- Los principales síntomas son el déficit de las funciones cognitivas (por ejemplo, pérdida de memoria), trastornos psiquiátricos como delirios y dificultades para realizar actividades cotidianas que generan dependencia de otros.
- La EA daña físicamente el cerebro, que se va encogiendo, y las células nerviosas (neuronas) se van muriendo causando un daño irreversible.
- No hay cura para el Alzheimer, pero sí se puede reducir el riesgo de desarrollarlo si se mantiene una vida saludable y activa a nivel mental y social.
¿Qué es la demencia?
Para entender la enfermedad de Alzheimer (EA) hay que definir primero qué es la demencia. Según Alzheimer’s Disease International, la demencia es un término general para describir un grupo de síntomas que son causados por enfermedades que afectan el cerebro y que impactan negativamente en aspectos como la memoria, el pensamiento, el comportamiento y las emociones. Entre los síntomas que pueden sufrir las personas con algún tipo de demencia están la pérdida de memoria, la dificultad para encontrar las palabras correctas al hablar, la dificultad al realizar tareas rutinarias y cambios en la personalidad y el humor.
Todos los síntomas de demencia empeoran con el tiempo y su particularidad depende de qué partes del cerebro estén afectadas o de la enfermedad específica que está causando la demencia. Por ejemplo, la demencia vascular, el segundo tipo más común de demencia, causa cambios en el flujo de sangre del cerebro y suele ser causada por derrames cerebrales o arteriosclerosis. Otro tipo es la demencia fronto-temporal, comienza por cambios en el lóbulo frontal y el temporal. También existe la demencia mixta. Por ejemplo, algunas personas suelen tener Alzheimer y demencia vascular.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la demencia es una de las principales causas de discapacidad y dependencia entre las personas mayores de todo el mundo. Más de 50 millones de personas viven con demencia y cada año hay más de 10 millones de casos nuevos, lo que implica un caso nuevo cada 3.2 segundos. Según la OMS, además, el Alzheimer y otras demencias fue la séptima causa de muerte en el mundo en el año 2019.
Alzheimer: un tipo de demencia
Ahora, ¿cuál es la relación entre demencia y Alzheimer? El tipo más común de demencia es el Alzheimer que, según la OMS, representa entre el 60% y 70% de la población con demencia. Entonces, la demencia es una palabra para referirse a un conjunto de síntomas que afectan la capacidad cerebral mientras que el Alzheimer es una enfermedad específica que entra en la categoría de demencia.

El diagnóstico de la enfermedad de Alzheimer se realiza después de una evaluación clínica exhaustiva del paciente. Sin embargo, según los psicólogos James Butcher (Universidad de Minnesota), Jill Hooley (Universidad de Harvard) y Matthew Nock (Universidad de Harvard) autores del libro “Abnormal Psychology”, el diagnóstico sólo puede confirmarse después de la muerte por medio de una autopsia que permita ver las anomalías cerebrales.
Es importante resaltar que, según la Alzheimer ‘s Association, coloquialmente se usa el término «demencia senil», pero este es impreciso. La demencia no es una consecuencia normal de envejecer. Como se explicó antes, la demencia es el resultado de enfermedades (o lesiones como derrames cerebrales) que físicamente dañan al cerebro.
El Alzheimer: una enfermedad degenerativa
Ahora que sabemos la relación entre demencia y el Alzheimer veamos las particularidades de la enfermedad. La EA fue descrita por primera vez en 1906 por Alois Alzheimer y hoy se define, según la última edición del tratado “Ferreras-Rozman. Medicina Interna” (dirigido por profesores de la Universidad de Barcelona), como una enfermedad neurodegenerativa de curso progresivo y fatal.
Al contrario de lo que muchas personas creen, se caracteriza por múltiples déficits cognitivos, no solo por problemas de memoria. La enfermedad tiene un inicio imperceptible y un curso de declive gradual que implica un lento deterioro mental que termina en delirio y la muerte del paciente.
El Alzheimer se está convirtiendo en un gran problema de salud pública. Las estimaciones más recientes indican que la prevalencia global es de unos 35 millones de personas en el mundo y las predicciones apuntan a que en el año 2030 habrá más de 115 millones de pacientes afectados.
Lamentablemente, no existe ningún tratamiento que cure la enfermedad o altere su proceso en el cerebro. El daño es físico. Según Mayo Clinic, el cerebro se encoje (atrofia) porque las células cerebrales se van muriendo y por esto el proceso es irreversible. Veamos ahora cómo es que se desarrolla esta enfermedad.
Las etapas de la enfermedad de Alzheimer
Para los familiares o cuidadores de una persona con EA debe ser difícil presenciar el desarrollo lento pero progresivo de la enfermedad. Esta suele pasar por tres fases: inicial o leve, intermedia o moderada y avanzada o grave. Habitualmente, cada una de ellas dura unos tres años y el promedio de vida desde el momento del primer contacto clínico hasta que el paciente muere es de casi seis años.
De manera general, los principales síntomas de la EA son, según el tratado «Ferreras-Rozman», el déficit de las funciones cognitivas, los trastornos psiquiátricos y las dificultades para realizar actividades diarias, lo que genera la dependencia de un cuidador.
Por lo general, los lóbulos temporales del cerebro son las primeras regiones que se dañan en la persona con la enfermedad de Alzheimer. Debido a que el hipocampo se encuentra aquí, el deterioro de la memoria suele ser el principal síntoma.
En esta etapa inicial, la persona puede tener dificultades para recordar eventos recientes, cometer errores en el trabajo o tardar más en completar tareas de rutina. Conforme pasa el tiempo, siguen las dificultades de atención, de resolución de problemas, del uso de palabras, de la orientación espacial (pérdidas en la calle) y de realizar actos de manera seguida. La persona puede no saber la fecha del día o reconocer el lugar en que se encuentra. Es difícil recordar eventos o conversaciones recientes, incluso encontrar las palabras adecuadas para describir los objetos cotidianos.
A medida que avanza la enfermedad y se pasa a una etapa moderada se agravan los trastornos de memoria y se acentúan los problemas de lenguaje. Aquí pueden manifestarse síntomas psiquiátricos como alucinaciones visuales, delirios de persecución o celos delirantes, falsos reconocimientos, trastornos como depresión y ansiedad y otros cambios de humor.
En la primera etapa, la persona podría ser o no consciente de los síntomas, y en general, durante meses conservar una buena fachada social. En la segunda etapa, sin embargo, el paciente puede tener problemas de incontinencia, comportamiento sexual inapropiado y habilidades inadecuadas de cuidado personal, lo que lo convierte parcialmente dependiente de un cuidador.
Con el tratamiento adecuado, que puede incluir medicación y el mantenimiento de un entorno social tranquilo y poco provocador, muchas personas con la enfermedad de Alzheimer muestran algún alivio de los síntomas.
Finalmente, en la fase avanzada o grave, empeoran las dificultades para entender el lenguaje, se va perdiendo progresivamente el habla y la dependencia se va haciendo total. Con el tiempo, los pacientes se vuelven inconscientes de su entorno, pierden movilidad y se ven postrados en una cama. La resistencia a las enfermedades disminuye y la muerte suele ser el resultado de infecciones respiratorias, como una neumonía, o de algún otro problema respiratorio, cardíaco e incluso urinario.

Causas y factores de riesgo
El principal factor de riesgo de la EA es el envejecimiento. La mayoría de las personas con la enfermedad tienen 65 años o más. Los casos antes de los 60 años solo representan del 1% al 6% del total.
El segundo factor de riesgo es haber tenido un familiar con esta enfermedad. El riesgo de padecer EA en un individuo con un familiar muy cercano (padre o madre) es de dos a tres veces superior al de la población general. Además, el riesgo aumenta si más de un familiar tiene la enfermedad. Aproximadamente el 40% de los pacientes con EA presenta antecedentes familiares.
Sin embargo, la mayoría de los casos de EA son «esporádicos», lo que significa que ocurren en pacientes sin antecedentes familiares y se desarrollan más adelante en la vida. Como toda enfermedad compleja, sus causas son multifactoriales, es decir, son el resultado de la interacción entre factores genéticos, factores ambientales y las características propias del individuo.
Según Alzheimer ‘s Disease International, hay más de 20 genes que afectan el riesgo de que una persona desarrolle demencia. Por ejemplo, el gen APOE fue el primero del que supimos que aumenta el riesgo de desarrollar EA, y sigue siendo el gen de riesgo más fuerte conocido.
Por razones que aún no están claras, las mujeres parecen tener un ligero mayor riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer. Otras factores de riesgo para la EA son: ser fumador, tener menos años de educación, tener bajos ingresos y una ocupación con estatus bajo, tener un trauma o lesión en la cabeza, padecer de obesidad o diabetes.
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El cerebro de un paciente con Alzheimer

El cerebro tiene mil millones de células nerviosas (neuronas). Cada célula nerviosa se conecta con muchas otras para formar redes de comunicación mediante la transmisión de impulsos nerviosos eléctricos (sinapsis). Lo que sucede con el Alzheimer es que unas proteínas alojadas en el cerebro comienzan a funcionar mal e interrumpir el trabajo de las neuronas y desencadenan una serie de eventos tóxicos para el cerebro. Las neuronas se dañan, pierden conexiones entre sí y finalmente mueren.
¿Por qué estas proteínas comienzan a funcionar mal? Según la Alzheimer ‘s Association, los científicos no están seguros de dónde comienza el problema, pero creen que la enfermedad impide que el cerebro continúe fabricando células que funcionen correctamente. Existen dos estructuras anormales llamadas placas y ovillos que son las principales sospechosas de dañar y matar las células nerviosas.
En pocas palabras, las placas son depósitos de un fragmento de proteína llamado beta-amiloide que se acumula en los espacios entre las células nerviosas. Los ovillos son fibras retorcidas de otra proteína llamada tau, que se acumula dentro de las células. Ambas son proteínas normales que de pronto empiezan a funcionar incorrectamente y tienen un efecto tóxico en las neuronas y alteran la comunicación entre células.
Es importante mencionar que la mayoría de personas desarrolla algunas placas y ovillos con la edad; sin embargo, las personas con Alzheimer tienden a desarrollar muchos más y con un patrón predecible, por ejemplo, comienza en las áreas importantes para la memoria.
Los científicos desconocen la función exacta que las placas y los ovillos desempeñan en la EA. Se cree que estas son las que interfieren con el funcionamiento sináptico y desencadenan una cascada de eventos que conducen a la muerte de las células cerebrales. La destrucción y la muerte de las células nerviosas es lo que causa los síntomas de la enfermedad de Alzheimer.
Tratamiento y cómo reducir el riesgo de padecer Alzheimer
Como se mencionó al inicio, a pesar de los esfuerzos actuales, la enfermedad de Alzheimer no es curable y el daño comienza mucho antes de la manifestación de los primeros síntomas.
Todavía no tenemos un tratamiento que restablezca las funciones una vez que se hayan destruido o perdido. Los tratamientos actuales, dirigidos tanto a los pacientes como a los miembros de la familia, tienen como objetivo disminuir la agitación y la agresión en los pacientes y también reducir la angustia en los cuidadores.
Sin embargo, aunque no podamos cambiar nuestros genes o detener el envejecimiento, sí podemos modificar varios factores de riesgo del estilo de vida para reducir las posibilidades de contraer la enfermedad.
Según “Abnormal Psychology”, la exposición a un entorno más estimulante y novedoso ralentiza el desarrollo de cambios cerebrales relacionados con el Alzheimer. Según Mayo Clinic, la dieta, el ejercicio y los hábitos, que son pasos para reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares, también pueden reducir el riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer.
En otras palabras, puede ser posible reducir o retrasar la aparición de la enfermedad limitando deliberadamente la exposición a los riesgos, llevando una dieta saludable, llevando una vida más activa mentalmente y tomando otras medidas preventivas. A continuación una lista de actividades preventivas:
- Hacer ejercicio regularmente
- Consumir una dieta de productos frescos, aceites saludables y alimentos bajos en grasas saturadas, como la dieta mediterránea.
- Seguir las pautas de tratamiento para controlar la presión arterial alta, la diabetes y el colesterol alto.
- Pedir ayuda a su médico para dejar de fumar si fuma
- Las habilidades de pensamiento conservadas en la vejez y un riesgo reducido de tener EA se asocia con la participación en eventos sociales, leer, bailar, jugar juegos de mesa, crear arte, tocar un instrumento y otras actividades que requieren compromiso mental y social.