
El 15 de enero de 1881, se llevó a cabo la batalla de Miraflores. En este episodio, miles de soldados y reservistas peruanos lucharon hasta quedarse sin balas frente al ejército chileno. Repasemos qué sucedió en este día.
Resumen
- Tras la derrota de la armada peruana y la ocupación de los departamentos del sur, Chile se preparó para atacar Lima.
- En diciembre de 1880, los chilenos empezaron a desembarcar en Pisco y Curayacu.
- Para la defensa de la capital se establecieron dos líneas defensivas.
- El Ejército de Línea fue posicionado en la Línea de San Juan, que se extendió desde Villa hasta los cerros de Pamplona.
- El Ejército de Reserva fue posicionado en la Línea de Miraflores, que se extendió desde Miraflores hasta Monterrico.
- En diversos cerros de Lima se establecieron baterías, es decir, conjuntos de piezas de artillería.
- El 27 de diciembre los chilenos vencieron en el combate del Manzano y el 9 de enero en el combate de La Rinconada.
- El 13 de enero de 1881, los peruanos fueron derrotados en la batalla de San Juan y Chorrillos.
- El 15 de enero de 1881, los peruanos fueron derrotados en la batalla de Miraflores, que se desarrolló en el lado derecho de la Línea de Miraflores.
- En la batalla de Miraflores, unos 5,500 peruanos enfrentaron a más de 12,000 chilenos.
- En la batalla murieron unos 3,000 peruanos, mientras que los chilenos tuvieron 2,124 bajas, entre muertos y heridos.
- Tras la batalla, el ejército chileno ocupó Lima hasta 1883.
Contexto: una serie de derrotas
La batalla de Miraflores ocurrió en el contexto de la Guerra del Pacífico o Guerra del Guano y el Salitre que inició en abril de 1879. Para 1881, los resultados ya eran desastrosos para Perú y Bolivia, aliados contra Chile.
La captura del Monitor Huáscar en el Combate de Angamos, el 8 de octubre de 1879, permitió que Chile desembarcara sus fuerzas en el sur del Perú.

Perú y Bolivia fueron derrotados así en la Campaña de Tarapacá (noviembre-diciembre de 1879). Ese diciembre, hubo un golpe de Estado en el Perú que depuso al presidente Mariano Ignacio Prado, quien había viajado clandestinamente al extranjero a comprar armas. Así, Nicolás de Piérola fue proclamado presidente.
Poco después, en la Campaña de Tacna y Arica (de diciembre de 1879 a julio de 1880), Bolivia se retiró militarmente de la guerra y Chile consumó la ocupación del sur del Perú.
Una vez ocupado el sur peruano, los chilenos enviaron tropas a la desguarnecida costa norte del país para cobrar cupos de guerra y destruir infraestructura en ciudades, poblados y haciendas. Durante esta ofensiva (de septiembre a noviembre de 1880), llamada Expedición Lynch, fracasaron negociaciones de paz en un buque de guerra estadounidense (Lackawanna), entre el 22 y 27 de octubre en Arica.
La Campaña de Lima
Entre el 20 de noviembre y el 2 de diciembre de 1880, el ejército chileno desembarcó más de 12 mil hombres en el departamento de Ica. Ingresaron por Paracas y tomaron el vecino pueblo de Pisco, a más de 250 kilómetros al sur de Lima. A partir del 22 de diciembre, empezaron a desembarcar entre 14,000 y 19,000 soldados más en Curayacu, actual playa Embajadores, distrito de Santa María del Mar, a más de 60 kilómetros al sur de Lima.
El desembarco terminó entre el 26 y 27 de diciembre y las fuerzas armadas peruanas no ofrecieron resistencia. En Cerro Azul, unos 1000 coolíes se unieron a los chilenos como auxiliares. Los coolíes eran trabajadores chinos de las haciendas de la costa, que vivían en condiciones de semiesclavitud.
Una vez desembarcado, el ejército chileno se dirigió al valle de Lurín, a unos 30 kilómetros de Lima, con el fin de establecer allí su base de operaciones. Durante la marcha del ejército invasor, hubo escaramuzas en Yerba Buena y luego en Bujama, así como en Humay, cerca de Pisco.

De acuerdo con el historiador peruano Carlos Dellepiane (1893-1946), Chile dispuso de un ejército de 30,000 hombres para la Campaña de Lima. Esta es una cifra que varía según la fuente. Así, por ejemplo, Wilhelm Ekdahl (1853-1924), historiador y militar sueco que radicó en Chile y publicó libros sobre la Guerra del Pacífico, señala que el ejército chileno que desembarcó al sur de Lima estuvo conformado por 27,000 hombres. Por su parte, Paz Soldán (1821-1886), señala que esta fuerza fue de cerca de 23,000 hombres incluyendo personal médico y administrativo. Finalmente, “La gesta de Lima” (1981), libro publicado por la Comisión Permanente de Historia del Ejército del Perú, establece que los chilenos que se dirigieron a Lima fueron 28,970. Esta fuerza estuvo comandada por el general Manuel Baquedano y por José Francisco Vergara, el ministro de guerra en campaña.
La defensa de Lima
De acuerdo con el historiador peruano Jorge Basadre, Nicolás de Piérola disponía de unos 16,800 hombres del Ejército de Línea, conformado por los restos del ejército regular o profesional, que había sobrevivido de las campañas del sur del Perú, y por reclutas del interior del país pobremente entrenados y armados. Esta fuerza tuvo como jefe de Estado mayor al general Pedro Silva. Al Ejército de Línea se sumó el Ejército de Reserva, conformado por unos 6,000reclutas civiles, principalmente vecinos de Lima. Así, Lima contaba con una fuerza de cerca de 19,000 hombres para su defensa.
El Ejército de Reserva estaba comandado por Juan Martín Echenique (1841-1912), hijo del expresidente José Rufino Echenique (1808-1887). El escritor peruano Manuel Gonzalez Prada, quien fue miembro del Ejército de Reserva, describió a Juan Martín Echenique como “un militar de salón y alcoba”. De acuerdo con el historiador peruano Mariano Felipe Paz-Soldán, Juan Martín Echenique no tenía más mérito “que el ser amigo y compañero de revoluciones de Piérola”. Sobre el Ejército de Reserva, Paz-Soldán señala lo siguiente:
“…representaba la verdadera sociedad de Lima, en todas sus clases, desde el alto magistrado hasta el humilde jornalero (…) fue pues el conjunto de ciudadanos entusiastas que se entregaban voluntaria y gratuitamente a sacrificar sus vidas en defensa de la patria, pero que apenas conocían los rudimentos elementales de la táctica y el manejo de las armas.”
Esta fuerza, de más de 20,000 hombres, fue dividida en dos líneas defensivas al sur de Lima: la Línea de San Juan y la Línea de Miraflores
La Línea de San Juan se extendió unos 15 kilómetros desde Villa, al sur del pueblo de Chorrillos, hasta los cerros de Pamplona. En el Cerro Marcavilca y el Morro Solar, ubicados entre Villa y el pueblo de Chorrillos, se instalaron piezas de artillería para defender Chorrillos de ataques desde el mar, desde el sur y hasta de un posible desembarco en la playa La Chira. En esta línea se posicionó al Ejército de Línea.
La Línea de Miraflores se extendió 12 kilómetros, desde cerca de la quebrada de Armendáriz, en el pueblo de Miraflores, hasta Ate. En esta línea se posicionó el Ejército de Reserva a lo largo de diez reductos, es decir, parapetos y trincheras, ubicadas de un extremo al otro de esta línea defensiva. Al momento del ataque chileno, estas defensas estaban inconclusas y existían espacios abiertos de entre 600 y 1,000 metros entre los reductos.
Asimismo, se colocó baterías, es decir, conjuntos de piezas de artillería, en el Cerro San Cristóbal (que pasó a denominarse “Ciudadela Piérola”) y en los cerros el Pino, San Bartolomé y Vásquez, ubicados kilómetros atrás del extremo izquierdo de la Línea de Miraflores.

También se instaló la batería Alfonso Ugarte, dos kilómetros atrás del extremo derecho de la Línea de Miraflores, para disparar hacia el mar y hacia tierra. Parte de las piezas de artillería instaladas en estos lugares, así como el personal que las manejaba, provenía de los barcos de guerra peruanos que habían sobrevivido a la campaña naval.
Finalmente, algunas unidades militares no fueron posicionadas en ninguna de las dos líneas de defensa, quedando estas en el Callao a la espera de órdenes.
Si bien Piérola, quien no era militar de carrera, tuvo la capacidad de convocar y organizar esta fuerza, se cuestiona mucho que él haya asumido personalmente su comando. Esto se debe a que asumió una estrategia y distribución de fuerzas ineficiente y a que colocó en puestos clave a partidarios suyos en vez de militares más experimentados. De acuerdo con Basadre:
“Al mismo Piérola se le criticó mucho porque le gustó exhibirse en los desfiles y en las actividades públicas con un traje militar de fantasía: altas y brillantes botas de charol, pantalones blancos y un relampagueante casco de plata en cuya punta un águila de oro extendía sus alas.”
Enfrentamientos previos
Aunque las batallas de San Juan y Chorrillos y Miraflores son las más conocidas de la Campaña de Lima, hubo más enfrentamientos. A continuación, veamos brevemente qué sucesos de armas precedieron a la batalla de Miraflores.
El bloqueo del Callao
Desde abril de 1880, la armada chilena bloqueó el Callao, puerto defendido por la fortaleza del Real Felipe, los castillos San Rafael y San Miguel (destruidos después de la guerra), los transportes artillados, la corbeta Unión y el monitor Atahualpa. A las defensas referidas se sumaron las llamadas Fuerzas Sutiles, es decir, las lanchas de guerra peruanas, que enfrentaron a las chilenas en las inmediaciones de la rada del Callao y la isla San Lorenzo. En este escenario, un equipo de ingenieros peruanos, encabezado por Manuel Cuadros, consiguió el hundimiento de dos naves chilenas: el transporte artillado Loa, en el Callao, y la goleta Covadonga, en Chancay, a pocos kilómetros al norte de Lima.

El combate del Manzano
Durante la noche del 27 de diciembre de 1880, el regimiento de caballería Cazadores del Rímac fue emboscado por las fuerzas chilenas en las lomas del Manzano, al sur del río lurín, en Pachacamac.
Durante la mañana del 9 de enero de 1881, aproximadamente 2,000 chilenos se enfrentaron a poco más de 300 peruanos en La Rinconada de Ate. Los chilenos habían incursionado por la quebrada de Manchay en busca de una ruta alternativa para atacar Lima.
Ante la superioridad enemiga, los soldados peruanos se vieron en la necesidad de replegarse, con lo cual los chilenos pudieron avanzar hasta las haciendas Melgarejo y La Molina, donde se replegaron tras ser bombardeados desde el cerro Vásquez. Con esta incursión, los chilenos consiguieron ver una ruta para atacar Lima que finalmente no llegaron a utilizar. En el combate de la Rinconada de Ate, Perú tuvo siete muertos y ocho heridos, mientras que Chile tres muertos y quince heridos.
La batalla de San Juan y Chorrillos
A las 4:30 de la madrugada del 13 de enero de 1881, el grueso del ejército chileno atacó la Línea de San Juan, defendida por el Ejército de Línea, conformada por los restos del ejército profesional sobreviviente de las campañas del sur y por campesinos reclutados y armados de las provincias del interior del país.
Entre las 8:30 y 9 de la mañana, el lado izquierdo y el centro de la Línea de San Juan cayeron en manos de los chilenos. Buena parte de los defensores de estas posiciones se retiraron en desorden a la Línea de Miraflores, donde los dispersos fueron contenidos por los batallones del Ejército de Reserva.
La segunda etapa de esta batalla fue en el Morro Solar y en el pueblo de Chorrillos. El morro cayó a las 12:30 de la tarde; el pueblo de Chorrillos resistió unas horas más, hasta que los peruanos tuvieron que replegarse al pueblo vecino de Barranco. En palabras del historiador Mariano Felipe Paz-Soldán: “el desastre quedó consumado a las 4:30 de la tarde”.
El historiador Jorge Basadre menciona que en la batalla de San Juan y Chorrillos se consignaron “1500 muertos, 2500 heridos y 4000 prisioneros peruanos”. Por su parte, según el historiador Carlos Dellepiane, el Perú perdió 6,000 hombres, entre muertos y heridos, mientras que Chile tuvo 4,000 bajas, entre muertos y heridos. Otros mencionan que Perú tuvo unas 4,000 bajas (entre muertos y heridos) y 1,500 prisioneros, mientras que Chile tuvo 3,310 bajas, concretamente, 797 muertos y 2,513 heridos. Al respecto, el propio Piérola manifestó en una carta a Julio Tenaud, uno de los altos mandos del Ejército de Reserva, que de los 19,000 hombres reunidos en San Juan y Chorrillos, tan solo se pudo mantener 6,000 para la siguiente batalla.
La batalla ocasionó la destrucción del pueblo de Chorrillos, que fue incendiado y saqueado por el ejército invasor. En los días siguientes, los pueblos vecinos de Barranco y Miraflores también serían destruidos.
Una tregua estratégica
Una vez derrotada la Línea de San Juan, el alto mando chileno consideró conveniente solicitar una tregua, con el fin de ganar tiempo para que sus soldados descansen, planificar y coordinar la continuación de la campaña y explorar el campo sobre el que avanzaría su ejército. Incluso, el almirante Galvarino Riveros, jefe de la escuadra chilena, desembarcó en Chorrillos para coordinar con el ejército el ataque a la Línea de Miraflores.

De este modo, el 14 de enero de 1881, los chilenos enviaron como representante de su gobierno a Isidoro Errázuriz para que solicite un armisticio. Este funcionario fue acompañado por el coronel peruano Miguel Iglesias, prisionero capturado durante la batalla de Chorrillos y comprometido bajo palabra de honora regresar al campamento enemigo.
Si bien Piérola no recibió al comisionado del gobierno chileno por “carecer de credenciales”, se dio inicio a negociaciones de paz a través de diplomáticos y marinos extranjeros. Así, se acordó una tregua que debía culminar a medianoche del día 15. Mientras tanto, el general Baquedano ordenó el incendio del pueblo de Barranco e hizo avanzar a su ejército, posicionándolo cerca de la Línea de Miraflores.

Para la defensa de Lima, aún quedaba el inexperto e intacto Ejército de Reserva, conformado por unos 6,000 hombres parapetados en los 10 reductos distribuidos a lo largo de la Línea de Miraflores, apoyados atrás en su extremo derecho por la batería Alfonso Ugarte.

A los reservistas, se sumaron los 9,330 soldados que habían quedado del Ejército de Línea tras la batalla de San Juan y Chorrillos, quienes fueron divididos en tres sectores: el derecho, bajo el mando de Andrés A. Cáceres; el centro, bajo el mando de Belizario Suárez; y el izquierdo, bajo el mando de Justo Pastor Dávila. Estos soldados fueron posicionados en los espacios ubicados entre reducto y reducto.

Además, kilómetros atrás de esta línea de defensa, quedaban entre 1,500 y 2,000 soldados en el Callao y las baterías instaladas con su respectiva dotación de hombres en los cerros San Cristóbal, San Bartolomé, el Pino y Vásquez.
Como veremos a continuación, de los más de 15,000 hombres distribuidos a lo largo de la Línea de Miraflores, solo combatieron en Miraflores unos 5,500, de los cuales 2,500 hombres fueron del Ejército de Reserva y 3,000 del Ejército de Línea.
Empieza la batalla
Durante la mañana del sábado 15 de enero de 1881, Baquedano movilizó a su ejército a pesar de que hacerlo durante un armisticio fuera contrario a los usos de la guerra. Así, los chilenos fueron tomando posiciones muy cerca de los reductos peruanos de la zona de Miraflores. En algunos lugares, los chilenos estuvieron incluso a la vista del Ejército de Reserva.

La cercanía de tropas peruanas y chilenas ocasionó un intercambio de disparos que pronto se generalizó a lo largo de las defensas del lado derecho de la Línea de Miraflores. El dictador Nicolás de Piérola empezaba una reunión con el Cuerpo Diplomático, cuando el sonido de los fuegos interrumpió los saludos. Interrumpida la reunión por el enfrentamiento, Piérola se dirigió al cerro Vásquez, donde permaneció durante toda la batalla. De este modo, a las 2:30 de la tarde empezó la batalla de Miraflores. De acuerdo con Dellepiane:
“Al sentirse los disparos, se produjo la mayor confusión: todas las tropas estaban en sus puestos, pero nadie esperaba la batalla a pesar de que los desplazamientos de las tropas chilenas hacían desconfiar de la palabra empeñada por sus dirigentes civiles y militares.”
Desatados los fuegos, los barcos chilenos, esto es, el Blanco Encalada, el Huáscar, la O’Higgins y la Pilcomayo, posicionados a conveniente distancia, empezaron a bombardear el pueblo de Miraflores, el lado derecho de la Línea de Miraflores y la batería Alfonso Ugarte, ubicada unos dos kilómetros atrás, encima del barranco que da al mar (actual parque Itzak Rabin).
Ataques y contraataques
La batalla se concentró en los reductos 1,2 y 3, ocupados respectivamente por los batallones de reserva 2, 4 y 6 (los números asignados a estos batallones eran pares). Los comandantes de estos batallones eran civiles con el rango de coronel. Así, el batallón 2 estuvo bajo el mando del comerciante Manuel Lecca; el batallón 4, bajo el mando del ex vicepresidente de la cámara de diputados y ex ministro de justicia, Ramón Ribeyro (abuelo del escritor Julio Ramón Ribeyro); y el batallón 6, bajo el mando del abogado y diplomático Narciso de la Colina. De acuerdo con Paz-Soldán, esos batallones estaban formados en su mayoría por “abogados, magistrados, grandes propietarios, banqueros, exministros, exsenadores, etc, etc”.
Veamos cómo se posicionaron las divisiones chilenas. La III División, comandada por el coronel Pedro Lagos, se posicionó en el lado izquierdo chileno, desde donde atacó el lado derecho de la línea peruana, comandada por Cáceres. Por su parte, la I División, comandada por el capitán de navío Paricio Lynch, se posicionó en el centro del ataque, y la II División, comandada por el coronel Emilio Sotomayor, en el lado izquierdo chileno. Atrás de la III División chilena, se posicionó su reserva, comandada por el coronel Arístides Martínez.

Inicialmente, la defensa peruana en este sector fue efectiva, por lo que el coronel Andrés A. Cáceres, comandante del sector derecho de los soldados del Ejército de Línea, ordenó un ataque. Así, los batallones Jauja y Guarnición Marina salieron al encuentro de los chilenos haciéndolos escapar.

La falta de efectivos hizo que este ataque tuviera que detenerse. Mientras tanto, sabiendo que llegaban refuerzos, los chilenos se reorganizaron y contraatacaron. Esto hizo que los batallones de Cáceres se replegaran a la línea de defensa y que la batalla se estabilizara.
Ante esto, Pedro Lagos, comandante de la división chilena ubicaba frente a las fuerzas de Cáceres, ordenó un nuevo ataque. Cáceres contestó este nuevo ataque contraatacando, apoyando su lado izquierdo con los batallones Concepción, Paucarpata y Libertad. El coronel Suárez, comandante de las tropas peruanas del centro de la Línea de Miraflores, apoyó la iniciativa de Cáceres enviando 750 soldados al ataque.
El ataque peruano hizo retroceder a los chilenos en precipitada fuga, en la que abandonaron piezas de artillería de montaña, muertos y heridos. Sin embargo, Cáceres y Suárez tuvieron que detener este segundo ataque por falta de hombres, mientras que los chilenos en retirada se unieron a sus refuerzos. Eran las 3:30 de la tarde y la situación de la batalla se estabilizó nuevamente. Así, los peruanos volvieron a retroceder a sus posiciones defensivas.
En ese momento, ocurrió la única acción de caballería durante la batalla. El regimiento de caballería chileno Carabineros de Yungay se lanzó al ataque de las tropas de Suárez que regresaban a sus posiciones. Frente a esta acción, la escasa y mal montada caballería peruana, conformada por los escuadrones Lanceros de Torata y Escolta, unos 200 soldados en total, salvaron a los hombres de Suárez mediante una maniobra distractiva.
Mientras se daban los ataques y contraataques señalados, la batería Alfonso Ugarte fue fuertemente bombardeada por las naves chilenas, perdiendo a buena parte de los artilleros que operaban sus piezas y los soldados que la defendían.
Ataque final
A las 4:00 pm, unos 8,000 chilenos se preparaban para un nuevo ataque en el ala derecha de la Línea de Miraflores, esto es, a los 2,000 metros que se extienden desde el barranco que da al mar por la quebrada de Armendariz hasta la línea férrea, ubicada en lo que hoy es la Vía Expresa. Entre los 2,500 hombres del Ejército de Reserva parapetados en los reductos de ese sector y los restos del Ejército de Línea posicionados en el espacio entre reducto y reducto, aún quedaban unos 3,000 peruanos para oponer resistencia. A las 4:30 se volvió a rechazar a los chilenos, pero continuaron atacando apoyados por su escuadra, que disparaba a los peruanos desde el mar.
Tras una hora de lucha, las debilitadas fuerzas peruanas, que no habían recibido refuerzos y se quedaban sin municiones, comenzaron a ceder. Según Basadre, la dispersión comenzó:
“…en los restos del ejército de línea colocado entre los reductos 1 y 2, a los que siguieron los soldados que estaban entre los reductos 2 y 3. (…) Los disparos de los buques chilenos y de la artillería tuvieron entonces efectos muy importantes”.
Mientras todo esto sucedía, los 11 batallones del ala izquierda de la Línea de Miraflores permanecían inmóviles, sin recibir ninguna orden.

A las 5:00 pm, la defensa quedó reducida a los reductos. El Reducto 1°, fue capturado por los chilenos a las 5:15 pm. A partir de ahí, los chilenos flanquearon los reductos 2° y 3°, que empezaron a recibir disparos desde el frente y sus costados.
De acuerdo con el historiador Jorge Ortíz Sotelo, simultáneamente, 7,000 chilenos se lanzaron “para romper las defensas de los reductos 5 y 6, y batir a los 3,000 hombres de Suárez”, quien consiguió hacerlos retroceder. Sin embargo, “los chilenos penetraron por los espacios vacíos entre los reductos, obligando a sus defensores a evacuarlos”. Así, los reductos 4° y 5° fueron tomados por la retaguardia. De acuerdo con Basadre:
“La últimas unidades en combatir fueron los batallones 2, 4, 6 y Guardia Chalaca, que era la reserva del Callao mandada por Carlos Arrieta, muerto en la lucha, y, en menor escala, los batallones 8 y 10.”

Destacada participación tuvieron los batallones del Callao Guarnición Marina, comandado por el capitán de navío Juan Fanning, y Guardia Chalaca, comandado por el capitán de fragata Carlos Arrieta.
Ambos batallones chalacos, sumados al batallón de línea Lima N° 61, hicieron retroceder constantemente a los chilenos. Tanto Fanning como Arrieta murieron en la batalla. El batallón Guarnición Marina quedó casi aniquilado, ya que murieron 400 de sus 500 soldados y 24 de sus 30 oficiales.

Para las 6:00 pm, los chilenos habían vencido y ocupaban Miraflores, pueblo que quedó destruido como Barranco y Chorrillos.
Derrota peruana
De los 2,500 reservistas y 3,000 soldados de línea que participaron en la batalla de Miraflores, se calcula que murieron unos 3,000. Por su parte, los chilenos confesaron 2,124 bajas, entre muertos y heridos, esto es, el 25% de los que atacaron la Línea de Miraflores.
Los 11 batallones del ala izquierda de la Línea de Miraflores, conformados por unos 6 a 7 mil hombres, permanecieron inmóviles durante la batalla. La única orden que dio Piérola durante la batalla fue que las tropas de los 11 batallones intactos del ala izquierda se dispersaran y volvieran a sus casas, tras lo cual partió a la sierra con dirección a Canta, seguido de una pequeña columna de jinetes.

Caída la Línea de Miraflores y disuelto el resto del ejército y la reserva por orden de Piérola, los chilenos tenían libre el camino para entrar a Lima. Aunque aún había tropas disponibles, y soldados y reservistas dispersos reuniéndose en el Parque de la Exposición dispuestos a seguir combatiendo, los hechos estaban consumados. Andrés A. Cáceres, quien había comandado los principales contraataques al enemigo, se encontraba herido con una pierna astillada por una bala enemiga.
De acuerdo con Basadre, tras la batalla estallaron “tumultos del populacho limeño”. A estos desórdenes se unieron muchos solados dispersos. Paz Soldán, señala que los actos vandálicos y ataques fueron principalmente contra negocios chinos, por el apoyo que los coolíes (chinos en condiciones de semiesclavitud que trabajaban en las haciendas) habían dado a los chilenos en su marcha hacia Lima. Solamente bomberos y una guardia urbana conformada por extranjeros mantenían el orden. Esta fuerza de seguridad fue armadapor el coronel Rufino Torrico, alcalde de Lima y máxima autoridad del país en esos momentos.
En este escenario, el Cuerpo Diplomático presionó al general chileno Baquedano para que sus fuerzas se abstuvieran de destruir y saquear la capital peruana. Entre los diplomáticos, destacó el almirante Abel Bergasse du Petit Thouars, comandante de la escuadra francesa observadora del conflicto anclada en el Callao. La presión de Petit Thours fue secundada por el almirante inglés Frederick Henry Sterling y el comodoro italiano Sabrano.
Por otra parte, al día siguiente de la batalla, en el Callao, se ordenó la destrucción y hundimiento de lo que quedaba de la escuadra peruana: la corbeta Unión, el monitor Atahualpa, los buque–escuela Apurímac, Meteoro y Marañón, los transportes Rímac, Chalaco, Oroya, Talismán y Limeña, y las lanchas torpederas. Asimismo, se ordenó volar los fuertes y cañones del Callao, lo cual no pudo completarse, debido a la falta de personal.
Durante la mañana del domingo 16 de enero, el alcalde Rufino Torrico, acompañado del cuerpo diplomático, se dirigió a la zona ocupada por el enemigo. Torrico encontró al general Baquedano en San Juan, donde le anunció la rendición de Lima y le solicitó su ocupación para que se reestableciera el orden.
Finalmente, entre el 17 y 18 de enero de 1881, el ejército chileno ingresó ordenadamente a Lima. La guerra duró hasta 1883, tiempo en que la bandera de la estrella solitaria se mantuvo izada en el palacio del gobierno de Lima.