Por: Enterarse
Equipo de Investigación
Todos nos sentimos ansiosos de vez en cuando: nos preocupamos por un examen, el trabajo o por nuestra salud. Sin embargo, la frecuencia con la que experimentamos ansiedad y la gravedad de las consecuencias depende de la persona. Si la intensidad es desproporcionada, incluso sin la presencia de un peligro real, podríamos estar hablando de un trastorno de ansiedad. Pero, en general, la ansiedad es una emoción normal y aquí te explicaremos por qué.
- Hay distintas teorías y enfoques sobre la ansiedad, pero todos están de acuerdo con que es una emoción.
- Se caracteriza y define por la aprensión (es decir, por un temor) y síntomas de tensión en los que un individuo anticipa un peligro.
- La ansiedad y el miedo se parecen, pues son emociones y señales de alerta ante posibles amenazas. Sin embargo, la primera es una emoción compleja mientras que la segunda es una emoción básica.
- La ansiedad se considera una respuesta de acción prolongada, orientada al futuro y centrada en una amenaza difusa.
- Se manifiesta en tres formas: respuestas cognitivas (por ejemplo, pensamientos acelerados), fisiológicas (tensión muscular) y conductuales (por ejemplo, escape o evasión).
- La ansiedad es normal y tiene un valor adaptativo porque puede ayudar a planificar y prepararse para una posible amenaza.
- La ansiedad puede volverse un problema cuando se vuelve crónica y severa; este es el caso de las personas con trastorno de ansiedad diagnosticado.
- Los trastornos de ansiedad son los trastornos más frecuentes en la población mundial.
Las teorías y los enfoques sobre la ansiedad abundan. Así lo explican los psicólogos Jason Freeman y Daniel Freeman en el libro Anxiety: A Very Short introduction publicado por la Universidad de Oxford. Lo que se tiene claro es que la ansiedad es una emoción que es distinta al miedo aunque se le parece.
Pero, ¿qué es una emoción? No existe un consenso sobre qué son las emociones, pero podemos revisar algunas definiciones. Según la Enciclopedia Británica, son un conjunto de experiencias complejas de conciencia, sensaciones corporales y comportamientos que reflejan el significado personal de una cosa, un estado de las cosas o un evento.
De manera más precisa, el psicólogo Jesse Prinz sugiere que las emociones son percepciones sobre algún cambio en el cuerpo ya sean viscerales, hormonales, musculoesqueléticos, etc. Pero, además las emociones tienen un objeto que las dispara y pueden representar indirectamente cosas a través de estos cambios. Es así como el miedo puede representar peligro.
¿Cómo sucede esto? Pongamos un ejemplo con el miedo para entender mejor. Nuestro cuerpo al percibir un objeto de peligro (por ejemplo, una serpiente) dispara una reacción fisiológica (el corazón comienza a latir más rápido) y este cambio es percibido por nosotros como miedo. El miedo termina representando al peligro, porque sentimos miedo al percibir que nuestro cuerpo se altera al ver ese peligro (en este caso la serpiente).
Paul Ekman, profesor emérito de psicología de la Universidad de California en San Francisco, propuso las seis grandes emociones básicas: felicidad, tristeza, miedo, sorpresa, disgusto y molestia. Estas, afirma Prinz, se han convertido en las candidatas más aceptadas de emociones básicas. De esta forma, el miedo, según los psicólogos evolutivos, es una adaptación del humano para lidiar con los peligros.
Entonces, las emociones no son simples sensaciones como el dolor, el hambre o la sed. Es más, las emociones suelen incorporar estas sensaciones dentro de la experiencia emocional. Por ejemplo, emociones como la tristeza o el miedo abarcan a las sensaciones como el dolor o el peligro.
Ya sabemos qué es una emoción y que la ansiedad se parece al miedo. Ahora veamos algunas definiciones propias de la ansiedad para comenzar a entenderla. Según la Asociación Americana de Psicología (APA, por sus siglas en inglés), la ansiedad es una emoción que se caracteriza por la aprensión y por síntomas somáticos de tensión cuando un individuo anticipa un peligro.
La aprensión, según el diccionario de Oxford, es un sinónimo de la palabra ansiedad y significa preocupación o miedo de que pueda suceder algo desagradable. Entonces, en base a la definición de emoción por Prinz, la ansiedad es la emoción que sentimos al percibir que nuestro cuerpo se tensa frente a la anticipación de un peligro. En la imagen de abajo podemos ver cómo se da el proceso de experimentar ansiedad bajo la definición de emoción de Jesse Prinz.
De la misma manera, el DSM-5 (manual de diagnóstico y estadística de los trastornos mentales) define la ansiedad como la anticipación aprensiva de un peligro o desgracia futura acompañada por un sentimiento de disforia o sentimientos somáticos de tensión y agrega que el foco del peligro anticipado puede ser interno o externo.
Para terminar, una definición menos técnica sería la de David Barlow, psicólogo y profesor de la Universidad de Boston. Él dice que la ansiedad es un estado de ánimo orientado al futuro en el que uno está listo o preparado para intentar hacer frente a los acontecimientos negativos que se avecinan. Pero ¿En qué se diferencia del miedo
Como mencionamos antes, el miedo y la ansiedad son emociones y términos que suelen utilizarse para referirse a lo que sentimos cuando pensamos que estamos en peligro. Sin embargo, aunque ambas son señales de alerta, conceptualmente son emociones distintas y fisiológicamente preparan al cuerpo para diferentes acciones; así diferencian los psicólogos James Butcher (Universidad de Minnesota), Jill Hooley (Universidad de Harvard) y Matthew Nock (Universidad de Harvard) autores del libro Abnormal Psychology.
No obstante, los términos 'ansiedad' y 'miedo' generalmente se usan como sinónimos y no hay un acuerdo en cómo se diferencian exactamente. Es por ello que los síntomas de ambas emociones suelen superponerse, por ejemplo, las ganas de huir o evadir una situación pueden generarse del miedo o de la ansiedad.
Por un lado, el miedo es una emoción básica e intensa, es compartida por muchos animales y suele considerarse entre las emociones básicas. A diferencia de la ansiedad, el miedo implica una respuesta inmediata del impulso conductual del sistema nervioso conocido como fight or fly (lucha o huida, en español) de huir o enfrentarse al peligro. Esta es una reacción casi instantánea a la detección de cualquier amenaza, por ejemplo, si vemos un perro con intención de mordernos, de manera primitiva y dependiendo de nuestras capacidades, vamos a querer luchar o escapar inmediatamente.
Por otro lado, la respuesta de la ansiedad se considera una mezcla más compleja de emociones y cogniciones desagradables; por ejemplo, incluye sensaciones como la preocupación, la angustia o los nervios. Algunos académicos consideran a la ansiedad como una emoción propia de los humanos. En este sentido, según Thierry Steimer de la universidad de Geneva, la ansiedad podría ser una forma más elaborada del miedo. En contraste, Jesse Prinz argumenta que el miedo es una categoría de emoción superior que abarca a la ansiedad y al pánico.
Ahora, históricamente, la manera más común de diferenciar entre miedo y ansiedad ha sido la existencia de una clara y obvia fuente de peligro presente. La ansiedad involucra un sentimiento general de aprensión sobre un posible peligro futuro, mientras que el miedo es una reacción de alarma que se produce en respuesta a un peligro inmediato.
Cuando el peligro es claro, la emoción se puede identificar como miedo (por ejemplo, tener miedo a las arañas). Pero cuando el peligro es más difícil de identificar (por ejemplo, estar en constante preocupación por la salud física a pesar de encontrarse en un buen estado físico) solemos llamarle ansiedad. En el siguiente cuadro podemos ver las diferencias en comparación.
En resumen, según la APA, mientras que el miedo es una respuesta adecuada, orientada al presente, de corta duración y a una amenaza claramente identificable, la ansiedad es una emoción orientada al futuro, de una acción prolongada y centrada en una amenaza que suele ser difusa.
Por ejemplo, tener una entrevista de trabajo en unos días (orientado al futuro) nos puede tener ansiosos toda la semana (acción prolongada o persistente en el tiempo) porque pensamos que varias cosas podrían salir mal, como no responder bien las preguntas, no tener el perfil que buscan o simplemente no llegar a tiempo por el tráfico (amenaza difusa). Entonces, podemos decir que la entrevista de trabajo nos tiene ansiosos, en vez de decir que nos da miedo.
Ahora, según el Clinical Handbook of Fear and Anxiety, la ansiedad se manifiesta a través de tres formas: respuestas cognitivas (por ejemplo, pensamientos acelerados), fisiológicas (por ejemplo, tensión o sobreexcitación) y conductuales (por ejemplo, evasión de situaciones).
En el nivel cognitivo, es decir, en cuanto a qué pensamos o decimos, la ansiedad involucra un estado de ánimo negativo, preocupación por posibles amenazas, por peligros futuros, por uno mismo y una sensación de no poder predecir (incertidumbre) o controlar si es que ocurre la amenaza (incontrolabilidad).
En el nivel fisiológico, es decir, nuestros cambios físicos, la ansiedad (aparte de generarse de una sensación de tensión) también suele producir un estado de tensión y sobreactivación corporal. Este estado refleja esa evaluación del riesgo que se hace a nivel cognitivo y la disposición del cuerpo para lidiar con el peligro en caso de que ocurra. Es como decirle a tu cuerpo que puede suceder algo terrible y será mejor que esté listo para ello si sucede.
Según Mayo Clinic, los signos y síntomas de la ansiedad más comunes incluyen los siguientes:
- Sensación de nerviosismo, agitación o tensión.- Sensación de peligro inminente, pánico o catástrofe.- Aumento del ritmo cardíaco.- Respiración acelerada (hiperventilación).- Sudoración.- Temblores.- Sensación de debilidad o cansancio.- Problemas para concentrarse o para pensar en otra cosa que no sea la preocupación actual.- Tener problemas para conciliar el sueño.- Padecer problemas gastrointestinales. - Tener dificultades para controlar las preocupaciones.- Tener la necesidad de evitar las situaciones que generan ansiedad.
Aunque no hay activación de la respuesta de lucha o huida como ocurre con el miedo, la ansiedad pone en marcha una serie de cambios fisiológicos diseñados para ayudarnos a concentrarnos en lidiar con la posible amenaza. Estos cambios están asociados con lo que se conoce como el sistema nervioso autónomo, el que controla las acciones involuntarias y supervisa los procesos fisiológicos básicos, por ejemplo, la respiración, la regulación de la temperatura y la presión arterial. Por eso algunos síntomas se comparten en ambas emociones, tienen su base en este sistema nervioso.
En un nivel conductual, es decir, cómo nos comportamos, la ansiedad puede crear una fuerte tendencia a evitar situaciones en las que se pueda encontrar peligro. Por ejemplo, podemos evitar asistir a eventos sociales por temor a socializar. También se manifiesta al mantenernos en un estado defensivo ante posibles problemas, por ejemplo, sospechando y desconfiando de todas las personas que se nos acercan.
Desde una perspectiva evolutiva, las emociones nos ayudan a sobrevivir, prosperar y transmitir nuestros genes. El miedo y la ansiedad son respuestas altamente adaptativas. Esto quiere decir que nos han ayudado a sobrevivir manteniéndonos alejados de lugares peligrosos. El miedo que sintieron nuestros antepasados les permitió sobrevivir a los depredadores más rápidos y fuertes.
En este sentido, el valor adaptativo de la ansiedad está en que puede ayudar a planificar y prepararnos para una posible amenaza. En grados leves a moderados, la ansiedad puede mejorar el aprendizaje y el rendimiento. Por ejemplo, una leve cantidad de ansiedad sobre cómo nos irá en un próximo examen podría ser útil a la hora de estudiar, ya que nos puede mantener motivados. Sin embargo, la ansiedad es desadaptativa, es decir, problemática, cuando se vuelve crónica y severa. Este es el caso de las personas con trastornos de ansiedad diagnosticados, casos que explicaremos en la siguiente sección.
Por otro lado, si bien pueden ocurrir muchas situaciones realmente amenazadoras que provocan miedo o ansiedad, muchas de nuestras fuentes de miedo y ansiedad se aprenden. Esto quiere decir que están condicionadas.
Por ejemplo, una niña que ve y oye a su padre maltratar físicamente a su madre por la tarde puede, después de unas cuatro o cinco veces, empezar a desarrollar ansiedad al escuchar el carro de su padre llegar. Un estímulo que antes era neutro (el carro) ahora genera una respuesta negativa (ansiedad). Incluso, nuestros pensamientos e imágenes pueden servir como estímulos condicionados capaces de provocar el patrón de respuesta de miedo o ansiedad. Por ejemplo, la niña puede sentirse ansiosa solo con pensar en su padre. Así, el padre puede provocar miedo o ansiedad por sí mismo.
En la mayoría de ocasiones esos condicionamientos son un proceso completamente normal y adaptativo que nos permite anticiparnos a posibles eventos aterradores que se avecinan (padre maltratando a la madre) si están precedidos de manera confiable por una señal (el carro o la misma idea del padre).
Sin embargo, también puede conducir, en algunos casos, al desarrollo de miedos y ansiedades clínicamente significativos. Cuando la ansiedad es excesiva, persistente o desproporcionada en comparación con el grado de peligro en una situación dada (o anticipada) estamos hablando de un trastorno de ansiedad. Veamos esto más a detalle en el siguiente subtítulo.
En el 2017, según Our World in Data, se registraron 284 millones de personas con algún trastorno de ansiedad; eso es un 3.8% de la población mundial. De ese total, 2.8% fueron hombres y 4.7% mujeres. Los trastornos de ansiedad son los más frecuentes, incluso un poco más que la depresión que en el 2017 tuvo una prevalencia del 3.4%.
Se caracterizan por ser pensamientos irracionales o poco realistas que causan angustia significativa o deficiencias en el funcionamiento de la persona. Si la ansiedad puede considerarse una "reacción de alarma" natural y adaptativa a la amenaza percibida, entonces la ansiedad clínica representa una "falsa alarma".
Las personas con trastornos de ansiedad, según Mayo Clinic, suelen tener una preocupación y un miedo intensos, excesivos y persistentes sobre las situaciones cotidianas. Entre los trastornos reconocidos en el DSM-5 se encuentran los siguientes: (1) fobia específica, (2) trastorno de ansiedad social, (3) trastorno de pánico, (4) agorafobia y (5) trastorno de ansiedad generalizada.
Sabemos que la ansiedad es un estado emocional universal, normal y adaptativo, pero uno debe buscar ayuda profesional si el estado de ansiedad es excesivo, persistente o se experimenta de manera crónica.
Sin llegar a ser un trastorno, la ansiedad en exceso puede causar grandes dificultades en el funcionamiento de la persona. También, puede tener un efecto devastador en la salud física (por ejemplo, formación de úlceras gástricas) y mental (por ejemplo, desarrollo de otros desórdenes como el insomnio).
Ahora, existen muchas formas de lidiar con la ansiedad problemática del día a día. Según los psicólogos Jason y Daniel Freeman, si te preocupan los niveles de ansiedad que podrías estar experimentando, algunos cambios en el estilo de vida pueden mejorar el estado de ánimo con el tiempo. Hay evidencia que sugiere que la ansiedad puede reducirse mediante:
- Ejercicio aeróbico.- Dieta saludable.- Entrenamiento de relajación (en el que aprende a relajar progresivamente los músculos).- Masajes.- Practicar yoga.- Practicar mindfulness, o conciencia plena (en particular la meditación, que enfatiza aprender a vivir el momento y comprender que sus pensamientos y sentimientos son temporales, transitorios y no necesariamente un reflejo de la realidad).