
Enterarse no emite opiniones. Los columnistas son responsables de lo que esté publicado en esta sección.
En una publicación de Reflexiones del portal Caminos de la Libertad, tratando de buscar explicaciones al proceso frenético de descomposición social y política en Chile, el abogado y politólogo chileno Axel Kaiser reflexiona de esta manera:
“Cuando los historiadores del futuro analicen lo que ha ocurrido en Chile en los años finales de la segunda década de este siglo, se preguntarán perplejos cómo fue posible que el país más exitoso de la historia de América Latina decidiera, por una abrumadora mayoría, destruir la institucionalidad que le había permitido convertirse en referente regional.«
Especularán que el sistema había fallado, pues no lograba satisfacer las demandas de la ciudadanía y formularán todo tipo de teorías acerca de fuerzas sociales misteriosas que nadie anticipó. La verdad, sin embargo, es que el suicidio de Chile era previsible y algunos veníamos advirtiendo hace más de una década que ocurriría.
Y es que, hace muchos años que Chile viene cultivando un estado depresivo mediante un discurso público flagelante, que se negó sistemáticamente a reconocer el progreso que habíamos conseguido mientras se encargaba de demonizar al mercado, a los empresarios, al lucro y a todos aquellos principios que nos habían sacado de la mediocridad que históricamente nos había caracterizado.
Este discurso sumió a los chilenos en una depresión que a su vez los llevó a odiar lo que habían construido. En otras palabras, la raíz del problema chileno fue psicológica. En su best seller 12 Rules for Life, Jordan Peterson sugiere una regla de salud mental que Chile claramente no aplicó: compárate con el lugar en el que te encontrabas antes y no con el lugar en que están los demás.”
Con esta teoría de Peterson, y lo que llama insalubridad de la actitud de la sociedad chilena, interpreto que Kaiser pretende responsabilizarla de la hecatombe que hoy sufre ese país.
No puedo estar más en desacuerdo con su visión. Es un error hacer interpretaciones sobre cómo debería ser la naturaleza humana cuando lo que hay que hacer es conocerla, entenderla y darla por sentada. Si no se interioriza suficientemente esto, que sí es una regla básica, no hay manera de llegar a comprender por qué se producen hechos como los ocurridos en Chile.
Y lo que es peor, se entra en una espiral que se nutre de inconsistencias y falacias que no hacen más que profundizar la confusión y el extravío.
Esto suele pasar con los intelectuales de izquierda, que no es el caso de Kaiser y por eso me llamó la atención, que han creado paradigmas desvinculados de la naturaleza humana y que pretenden moldear la realidad con su entelequia.
Yo, al contrario, comparto la explicación que hace el profesor Yuval Noah Harari en cuanto a la naturaleza humana y sus expectativas.
En su libro «21 Lecciones para el Siglo 21», cuya primera edición se imprimió en agosto de 2018, hace unas predicciones de lo que él piensa ocurrirá hacia 2050 cuando el mundo mejore tanto que logre satisfacer las necesidades básicas de todas las personas.
Harari escribe:
“Sea cual sea la manera en que se definan las ‘necesidades humanas básicas’, una vez que se proporcionen a todo el mundo libres de cargos, se darán por supuestas, y entonces las duras competiciones sociales y las luchas políticas se centrarán en lujos no básicos, ya sean los vehículos autónomos de moda, el acceso a los parques de realidad virtual o el cuerpo mejorado mediante bioingeniería. Pero si las masas de desempleados no obtienen recursos económicos, es difícil pensar de qué manera pueden esperar disfrutar tales lujos. En consecuencia, la brecha entre ricos y pobres puede hacerse no simplemente mayor, sino infranqueable.
De ahí aun cuando algún plan universal de ayuda proporcionara a los pobres en 2050 una atención sanitaria y una educación mucho mejores que en la actualidad, podrían seguir muy enfadados por la desigualdad global y por la falta de movilidad social. La gente sentirá que el sistema está manipulado en su contra, que el gobierno sirve solo a los superricos y que el futuro será todavía peor para ellos y sus hijos.
Homo sapiens no está hecho para la satisfacción. La felicidad humana depende menos de condiciones objetivas que de nuestras propias expectativas. Sin embargo, las expectativas tienden a adaptarse a las condiciones, incluidas las condiciones de otras personas. Cuando las cosas mejoran, las expectativas aumentan, y en consecuencia incluso mejoras espectaculares en las condiciones pueden dejarnos tan insatisfechos como antes. Si la ayuda básica universal se enfoca a mejorar las condiciones objetivas de una persona media en 2050, tiene una buena probabilidad de ser exitosa. Pero si pretende que la gente esté subjetivamente más satisfecha con lo que tiene y evitar el descontento social es probable que fracase.”
Ciertamente, Harari se proyecta al futuro. Pero esto aplica perfectamente como una explicación exhaustiva de lo que ocurre en Chile desde hace poco más de dos años.
Es matemáticamente cierto que las condiciones de vida de una familia chilena en 1970 eran larga y claramente inferiores a las del 2020, sobre todo las de los más pobres. Sin embargo, las expectativas de las personas no miran hacia atrás para reconfortarse con lo logrado. No, por su propia naturaleza, las personas miran hacia adelante esperando siempre más y solo voltean para ver de qué disfrutan los que tienen más que ellas en ese momento. Y eso es lo que quieren y lo que buscan.
En Chile, como en toda Latinoamérica, los líderes no repararon en esto y durante los años en que se avanzó muchísimo en todo orden de cosas, simultáneamente, se fue generando y acumulando un descontento social que luego pasó de galopante a explosivo y que quizá termine siendo literalmente incontenible.
Por supuesto, el argumento de que extremistas de izquierdas trasnochadas, corrupción y mafias organizadas, aprovecharon este fenómeno para infiltrase y luego enquistarse como sanguijuelas y retro alimentar la presión social, es real y correcto.
Pero, en mi opinión, a diferencia de la de Kaiser, la responsabilidad de lo ocurrido es fundamentalmente de los líderes, pero especialmente de los líderes económicos y políticos que, paulatinamente, pero a velocidad creciente, fueron transformando la Economía Social de Mercado, que tanto esfuerzo y sacrificio nos costó construir, en una sociedad económica mercantilista, ciega y ambiciosa. Quizá en algún caso como el del Perú en algo mucho peor. Una sociedad económica que yo he llegado a definir como Neo Feudalismo.
Es por eso que, si asumimos el hecho de que nuestra naturaleza humana nos define como insatisfechos eternos y lo sumamos a la indiferencia y falta de conciencia social de los líderes económicos y políticos, podemos explicar por qué se incubó el suficiente caldo de cultivo para que se engendrara lo que hoy sucede en nuestra región.