
Según la historia tradicional, la Edad Media empieza en el año 476 d.C. con la caída del Imperio romano de occidente. Este periodo de la historia duró aproximadamente mil años y usualmente se le considera una etapa oscura, de retroceso y estancamiento. Usualmente, se atribuye la caída de Roma a una serie de invasiones bárbaras. Estas invasiones no solo habrían acabado con el Imperio, sino que habrían producido el retroceso de la civilización. Sin embargo, como veremos en dos informes, este proceso fue mucho más complicado de lo que usualmente se piensa.
Resumen
- La antigüedad tardía es el periodo histórico que va desde el siglo IV al siglo VIII.
- Este periodo incluye los dos últimos siglos del Imperio romano de occidente y los primeros siglos de la época medieval.
- Debido a una serie de crisis que sufrió el Imperio romano durante el siglo III, hubo una serie de cambios administrativos, especialmente reformas fiscales.
- Si bien en la antigüedad, en algunas ciudades como Roma, había una calidad de vida sorprendente para la época, esta no era una realidad para el resto del Imperio, que en su mayoría vivía al borde del hambre.
- Durante el siglo IV, el cristianismo se volvió la religión oficial del Imperio, produciendo con ello cambios en la administración pública y en los valores de las personas.
- El Imperio romano de occidente desapareció en el 476 d.C. cuando el último emperador romano fue depuesto por un líder bárbaro llamado Odoacro.
La antigüedad tardía y la Edad Media
Tradicionalmente se considera que la época medieval empezó tras la caída del Imperio romano occidental en el siglo V y duró hasta la caída del Imperio romano de oriente en el siglo XV. Así, el medioevo habría durado aproximadamente un milenio. Esta noción, no obstante, ha sido cuestionada por muchos historiadores por diversas razones.
Como explica Miri Rubin, profesora de historia medieval de la Universidad de Londres Queen Mary, el término «Edad Media» es en realidad un término «incómodo» para algunos historiadores, que intenta denotar un tiempo entre otras dos épocas importantes: la época antigua y la moderna. Este término fue utilizado por primera vez por el poeta Petrarca y por los historiadores Leonardo Bruni y Flavio Biondi en los siglos XIV y XV. De acuerdo con Rubin, estos fueron hombres de política y letras que celebraban sus tiempos y tenían un sentido de su propio valor como miembros de una época posterior.
Así, de acuerdo con Rubin, el término Edad Media se acuñó no por las características históricas de este periodo, sino por razones ideológicas. Por ello, actualmente esta época puede ser separada en distintos periodos. Según Jacques Le Goff, reconocido medievalista francés de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales, actualmente los historiadores están más inclinados a llamar antigüedad tardía a la época que corresponde a los últimos años del Imperio romano de occidente, así como los primeros siglos del tradicional medioevo. Así, la antigüedad tardía empezaría en el siglo IV y llegaría hasta el siglo VIII.
Asimismo, otra concepción usual sobre la antigüedad tardía es que fue un periodo de retroceso. Esta idea, sin embargo, es hoy en día cuestionada. De acuerdo con Le Goff, ahora los especialistas tienden a ver esta etapa más como un proceso de evolución histórica en el que incluso hay aspectos positivos.En estos dos informes veremos más en detalle cómo era la sociedad de la antigüedad tardía y trataremos de explicar las causas de la desaparición del Imperio romano de occidente.
Los últimos años del Imperio romano de occidente
Antes de empezar a analizar la sociedad romana de la antigüedad tardía, es conveniente contar la historia de cómo desapareció el Imperio romano occidental. Este desapareció en el año 476, cuando el último emperador romano, Rómulo Augústulo, fue depuesto por Odoacro, un líder bárbaro de origen germano. Odoacro, no obstante, no llegó con un ejército invasor pensando en conquistar Roma. De hecho, era un ciudadano romano que sirvió en el ejército, donde llegó a ocupar un puesto de mando.
Por otro lado, Rómulo Augústulo era un gobernador títere y no legítimo, puesto en el poder por su padre, el general romano Orestes, después de deponer al legítimo emperador. Orestes gobernó Roma por 12 meses en nombre de su hijo, quien aún era demasiado jóven. Luego de este tiempo, el descontento de las tropas romanas produjo que se amotinaran, encontrando en el germano Odoacro a su líder. Así, en el 476, Orestes fue vencido y Odoacro estableció un reino en Italia después de enviar al joven emperador títere a vivir con su familia al sur de Italia con una pensión.
Cuando Odoacro tomó el poder en Roma, se llamó a sí mismo rey, al haber sido aclamado de esta manera por sus seguidores germanos. A diferencia de los romanos, a quienes no les gustaban los reyes, esta era una institución usual para los pueblos germanos. No obstante, Odoacro no quiso desaparecer el Imperio romano. Él buscó administrar Italia reconociendo al emperador en oriente como superior y también tuvo el apoyo del Senado romano. Recordemos que durante esta época el Imperio romano se había dividido en dos: el Imperio romano de occidente y el Imperio romano de oriente. Asimismo, Odoacro parece no haber tenido una oposición seria por parte de los ciudadanos romanos.
Sin embargo, en el 496, Odoacro fue asesinado por Teodorico el Grande, rey de los Ostrogodos (otro pueblo germánico). Teodorico había sido enviado por Zeno, el emperador de oriente, quien le encargó que venza a Odoacro y gobierne Italia en su lugar.
(Moneda con el rostor de Teodorico el Grande. Fuente: Wikipedia)
La historia del final del Imperio occidental nos muestra la existencia de un panorama sumamente complejo. Por un lado, tenemos un imperio separado en oriente y occidente. Por el otro, tenemos en occidente a emperadores ilegítimos. Asimismo, vemos que líderes de pueblos bárbaros luchan y gobiernan en nombre de emperadores romanos: algo que no cuadra con la historia tradicional de que los bárbaros destruyeron al Imperio romano de occidente. Por último vemos que los romanos podían incluso apoyar a estos gobiernos.
Sin duda, el último siglo del Imperio romano de occidente fue un periodo complejo. Para entender por qué el Imperio occidental desapareció y por qué apareció lo que conocemos como la sociedad medieval, es necesario entender los cambios que se estaban produciendo en la sociedad romana durante la antigüedad tardía.
Los habitantes de Roma en la antigüedad tardía
Usualmente, cuando pensamos en el Imperio romano, nos imaginamos una gran civilización capaz de construir cosas nunca antes vistas en su época, como el Coliseo, los acueductos o una red de caminos sin precedentes. Asimismo, gracias a películas y series, nos podemos imaginar que las personas eran educadas, limpias y hasta podían tener vidas llenas de lujos.
Sin duda, esta vida lujosa y refinada (para la época) era real para algunos romanos. Sin embargo, como explica el reconocido profesor de la Universidad de Princeton, Peter Brown, el Mediterráneo clásico siempre fue un mundo al borde del hambre. Si bien los habitantes de las ciudades tenían comida para todo el año, esto no era así para los habitantes del campo. De hecho, de acuerdo con el historiador, probablemente el 10% de la población del Imperio se alimentaba de forma cuantiosa de lo trabajado por un 90% de personas que más bien no tenía mucho para alimentarse.
Además, la vida de las ciudades cerca al mar era muy distinta a la vida hacia adentro en el continente. En las costas del Mediterráneo, había grandes ciudades que permanecían cerca unas de otras. Navegando, cualquier viajero podía llegar desde un extremo del Mediterráneo a Roma en tan solo 20 días. Sin embargo, hacia el interior del continente, en palabras de Brown, la vida romana se había plasmado solo en pequeños oasis. Si bien había una extensa red de caminos, estos solo pasaban por algunos pueblos y no por toda Europa. En otras palabras, no deberíamos pensar que el nivel de desarrollo que existía en Roma se extendía por igual a todo el territorio del Imperio.
El Imperio romano incorporaba dentro de su territorio una serie de personas y pueblos. Si bien en general se respetaban las creencias de las personas y sus costumbres, no era una sociedad equitativa y tolerante bajo los estándares de hoy. Para que alguien sea realmente reconocido en la sociedad tenía que adoptar el estilo de vida romano, su educación y su lengua: el latín en occidente o el griego en el oriente. Aquellos que no lo hacían eran considerados bárbaros o patanes del campo y eran despreciados por los romanos.
De hecho, al interior del Imperio, los caminos llegaban a territorios donde todavía existían sociedades tribales. Por ejemplo, en la provincia de Galia, que actualmente es Francia, las personas del campo aún hablaban celta: la lengua de los bárbaros que lucharon contra los romanos durante mucho tiempo y que finalmente Julio Cesar logró derrotar en el siglo I.
Así, si bien podemos hablar de grandes y poderosas ciudades como Roma en la antigüedad tardía, no debemos pensar que todo el continente estaba desarrollado de la misma manera. Tampoco debemos pensar que todas las personas que vivieron en el Imperio romano lo hicieron bajo las mismas condiciones. Efectivamente, la calidad de vida en muchas ciudades dentro del Imperio romano era admirable para su época, pero esto no era verdad para buena parte de la sociedad, especialmente en el área rural.
La situación del Imperio romano en el siglo IV y V
Según la Enciclopedia Británica, el Imperio romano durante la antigüedad tardía no era el mismo que había conocido su fundador, el emperador Augusto. Por un lado, el emperador pasó de ser llamado «princeps», que significaba primer ciudadano, a llamarse «divus» que significaba divino. En otras palabras, el puesto de emperador había obtenido connotaciones religiosas. Por otra parte, durante el siglo III y IV, el Imperio enfrentó una serie de crisis internas y externas que lo obligaron a separarse en dos unidades: el Imperio romano occidental y el oriental. El segundo era muy superior en términos económicos, políticos y militares.
Como explican Wim Blockmans y Peter Hoppenbrouwers, profesores de historia de la Universidad de Leiden, en el 293 (a puertas del siglo IV), el Emperador Diocleciano decidió que el Imperio romano se había vuelto demasiado grande y complejo de gobernar para una sola persona. Por ello, lo dividió en dos partes: una oriental y otra occidental; cada una gobernada por dos emperadores, formando así una tetrarquía. Más tarde, solo un emperador pasó a administrar cada mitad del imperio.
(Rostro del emperador Diocleciano – Fuente: Wikipedia)
Con ella Diocleciano intentó restaurar la paz y unidad del Imperio luego de décadas de guerras civiles y otros problemas. De acuerdo con Blockmans y Hoppenbrouwers, todo el siglo III estuvo marcado por una serie de crisis: invasiones de pueblos bárbaros, ataques del Imperio Persa en las fronteras orientales, motines en el ejército, golpes de Estado, caída de la población, declive económico, empobrecimiento del campo, epidemias generalizadas, inflación y el colapso de la acuñación de monedas de plata.
Para el inicio del siglo IV, las fronteras del Imperio se habían retraído. Sin embargo, aún medía unos 4.5 millones de kilómetros cuadrados. Arriba podemos ver un mapa del Imperio romano en esta época. Este territorio se extendía por lo que ahora son más de 30 países y en él vivían ade 50 a 60 millones de habitantes. De estos, aproximadamente el 10% vivía en ciudades.
Para poder administrar mejor el Imperio, este fue reestructurado para financiar inmensos gastos militares. Además, se congeló la ocupación de la mayoría de la población, incluyendo la de los soldados. Las personas no podían cambiar de ocupación y además esta se volvió hereditaria. La economía de las provincias se volvió cada vez más rural a causa de vastas necesidades de recursos que se requerían para mantener a las bases militares cerca de las fronteras. Por otro lado, el comercio en el Mediterráneo disminuyó y cada vez más la producción de bienes se empezó a hacer localmente.
Asimismo, para poder mantener al ejército, Diocleciano reorganizó la recaudación de impuestos de una manera más rígida. En consecuencia, para asegurar los ingresos fiscales, la burocracia imperial se amplió enormemente. Como explican Blockmans y Hoppenbrouwers, en el papel todo funcionaba. Sin embargo, en la práctica, este proceso de burocratización no solo trajo sofisticación y eficiencia, sino que también produjo problemas como la corrupción. Si bien se buscaba la competencia profesional en los puestos burocráticos, en la práctica era más frecuente el uso de conexiones familiares o el dinero para ingresar a este servicio o para ser ascendido.
Con respecto al campo, las grandes y pequeñas fincas eran trabajadas por esclavos o campesinos que antes habían sido independientes. Sin embargo, ahora estaban subordinados voluntaria o involuntariamente a grandes propietarios de tierras que buscaban protección contra los cobradores de impuestos o evitar las conscripciones militares. Por otro lado, los propietarios de tierras dispensaban justicia local y podían reclutar ejércitos privados que eran suficientemente poderosos para negociar con los oficiales imperiales en nombre de sus subordinados.
Durante estos siglos, también empezaron las invasiones de los pueblos germánicos y con ello llegó la formación de reinos dentro del territorio del Imperio romano de occidente. Sin embargo, esto será tema de nuestro segundo informe.
El impacto del cristianismo en el Imperio
Otros cambios en el Imperio fueron producto de la legalización y posterior adopción del cristianismo como religión imperial. A inicios del siglo IV, en el 313, el emperador Constantino legalizó el cristianismo. Posteriormente, en el 380, el emperador Teodosio I volvió al cristianismo la religión oficial del Imperio. Gracias a ello, durante el siglo IV, muchas comunidades cristianas recibieron inmensas donaciones de tierras, trabajo y otros regalos de los emperadores y de personas afluentes.
Así, poco a poco, el clero cristiano empezó a ganar más importancia en la sociedad y para los siglos V y VI los obispos ya tenían responsabilidades administrativas, reemplazando a los gobiernos locales. A la par de los obispos y sus subordinados (los sacerdotes), que velaban por los intereses espirituales y materiales de los cristianos, aparecieron comunidades de personas que se habían aislado del resto del mundo: los monjes.
Las comunidades de monjes eran completamente independientes, aunque en teoría estaban bajo el control del obispo local. Estas comunidades seguían estrictas reglas de vida, como la regla de Benito de Nursia, que sostenía que un día monástico estaba constituido por un tiempo para el trabajo manual, otro para la oración y otro para la contemplación. Este tipo de valores elevó la dignidad del trabajo manual en la antigüedad tardía, muchas veces despreciado por las élites de la antigüedad clásica, lo que fue alejando a la sociedad de la búsqueda de riqueza y lujos.
El impacto del cristianismo, entonces, no solo transformó los valores romanos, sino también la administración del imperio. De hecho, como veremos en nuestro siguiente informe, algunos autores atribuyen justamente la caída del Imperio romano occidental a este cambio cultural. La pérdida de riqueza y los lujos no serían meramente consecuencia de las invasiones bárbaras, sino también de un desapego de ellos por los nuevos valores diseminados en la sociedad. Sin embargo, esto lo veremos en nuestro siguiente informe. Si deseas revisarlo, puedes hacer click aquí.