Las expediciones de Pizarro y Almagro para conquistar Perú

por 5 Jul, 2023

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“Los trece de la Isla del Gallo” (1902), obra de Juan Lepiani

La idea superficial que se tiene de la conquista del Perú es que Francisco Pizarro, un mero criador de puercos, llegó de España, capturó a Atahualpa y conquistó el Perú. Sin embargo, Pizarro fue un personaje mucho más complejo y su conquista un proceso que tomó varios años. En el siguiente informe, el contexto y los principales personajes de la conquista del Tawantinsuyo.

Resumen
  • En 1502, un jóven veterano de las Guerras de Italia, Francisco Pizarro, llegó a América.
  • En el Nuevo Mundo, Pizarro participó en varias expediciones y adquirió cierta posición económica. 
  • En 1524, Pizarro se asoció en Panamá con el conquistador Diego de Almagro y el sacerdote Hernando de Luque para conquistar el “reino del Birú”.
  • Inicialmente, los españoles llamaron “reino del Birú” al Tawantinsuyo o Imperio de los Incas.
  • La sociedad conformada por Pizarro, Almagro y Luque se llamó la Compañía del Levante.
  • La Compañía del Levante emprendió tres expediciones para conquistar el Perú.
  • Después de la segunda expedición, Pizarro viajó a España para obtener el permiso de la corona para conquistar el “Birú”.
  • La corona emitió la Capitulación de Toledo en 1529, que otorgó el permiso de conquista.
  • La Capitulación de Toledo benefició mucho más a Pizarro que a sus socios, lo que ocasionó discordias.
  • En 1531, se inició la tercera expedición, que fue la que culminó en la conquista del Tawantinsuyo.
  • Al inicio de 1532, tras conquistar la isla ecuatoriana de Puná, los españoles desembarcaron en Tumbes.
  • Una vez en el Tawantinsuyo, los conquistadores se aliaron con muchos pueblos que habían estado sometidos por los incas.
  • El 16 de noviembre de 1532, Pizarro y sus hombres capturaron al inca Atahualpa.
  • Aunque el inca entregó una habitación de oro y dos de plata a cambio de su libertad, fue ejecutado el 26 de julio de 1533. 
  • La muerte de Atahualpa no marcó el final de la conquista del Perú, ya que se trató de un proceso que continuó por varios años.
Introducción

El siglo XVI era una época muy diferente a la actual. El descubrimiento de América, en octubre 1492, permitió al Reino de Castilla (actual España) expandir sus dominios y ocasionó el arribo de cientos de españoles a las tierras nuevas en busca de oro, fama y fortuna. En palabras de Úrsula Camba Ludlow, doctora en historia por el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México:

“Muchos de los hombres que vinieron a América (no eran necesariamente ladrones y asesinos como la Leyenda Negra ha intentado sostener) lo hicieron porque ya no había oportunidades para ellos en España. Los primogénitos heredaban todos los bienes del padre, así que los demás hijos debían buscarse el sustento por su lado o vivir para siempre a la sombra y bajo las órdenes del hermano mayor. Otros huyeron de la miseria, de un amor no correspondido, de una deuda de honor. Y otros, como Cortés, buscaban la fama, la fortuna, la aventura.”

Entre estos aventureros, conquistadores y colonizadores, estuvo un joven de unos 24 años de edad, que en 1502 llegó al Nuevo Mundo con la expedición de Nicolás de Ovando, quien había sido designado gobernador de La Española, como en ese entonces se llamaba la isla de Santo Domingo. 


(Retrato de Nicolás de Ovando. Fuente: Wikimedia Commons)

El nombre de este joven era Francisco Pizarro. Nacido en Trujillo de Extremadura, el joven Francisco era hijo natural (extramatrimonial) de Gonzalo Pizarro y Rodríguez de Aguilar, apodado “el Largo” o “el Romano”. Gonzalo Pizarro era un hidalgo, o noble castellano, y militar que había participado en la Guerra de Granada (1482-1492), territorio que fue el último bastión de los musulmanes en la península Ibérica, y otras guerras. La madre de Francisco Pizarro, en cambio, era de cuna humilde. Su nombre fue Francisca González Mateos, apodada “la Ropera”, quien provenía de una familia de labradores. 

Según Bernard Lavallé, profesor de Civilización Hispanoamericana en la Universidad de la Sorbona, “se han construido muchas suposiciones” sobre cómo los padres de Francisco Pizarro se conocieron. De acuerdo con Cloaldo Naranjo Alonso, sacerdote e historiador natural de Trujillo de Extremadura, Francisca González había sido criada de la religiosa Beatriz Pizarro de Hinojosa, tía del padre de Francisco, en el monasterio trujillano de San Francisco el Real. En una línea similar, el renombrado historiador peruano José Antonio del Busto Duthurburu, especialista en Pizarro y la conquista del Perú, sostiene que “efectivamente -como se ha visto- Francisca laboraba en el monasterio de San Francisco el Real”, donde Beatriz Pizarro de Hinojosa era monja de clausura

Antes de viajar a América, Francisco Pizarro participó en las Guerras de Italia (1494-1559). Sobre su pasado como soldado en Europa, se sabe que el joven Pizarro combatió en las unidades militares conocidas como los tercios, bajo el mando del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, un militar y noble español famoso por sus victorias en distintas guerras.


(“El Gran Capitán recorriendo el campo de la batalla de Ceriñola”(1835), obra de Federico de Madrazo y Kuntz

En el Nuevo Mundo, el joven Pizarro continuó su carrera militar en diversas expediciones. Primero, bajo el mando de Alonso de Ojeda, el principal conquistador español del norte de Suramérica, un personaje conocido por ser cruel y arrojado. Ojeda fue quien dio su nombre a Venezuela. En 1499, una expedición suya descubrió el lago Maracaibo, el cual se conecta con el mar. Allí, los exploradores encontraron cabañas construidas sobre el agua encima de pilotes. El marino, cartógrafo y explorador de origen florentino Américo Vespucio, quien era miembro de la expedición, recordó Venecia y llamó al lugar “Venezziola”, es decir, “pequeña Venecia”. 

Asimismo, Francisco Pizarro llegó a ser lugarteniente de Núñez de Balboa y, bajo sus órdenes, participó en la expedición que en 1513 descubrió el Mar del Sur, como en ese entonces bautizaron al Océano Pacífico.  


(“Descubrimiento del Mar del Sur” (1850), por Ignacio Merino)

Esta expedición, que fue una verdadera travesía, consistió en atravesar la actual Panamá desde su costa caribeña hasta su costa del Pacífico. Para ser más específicos, la expedición zarpó de Santa María la Antigua del Daría y desembarcó en Acla; desde allí, junto a muchos nativos aliados, atravesó la selva enfrentando a varias tribus hostiles, hasta llegar a la bahía de San Miguel, bautizada así por los españoles por haber sido descubierta el 29 de septiembre de 1513, día de San Miguel Arcángel. Allí fue donde por primera vez se tuvo noticias de la existencia de un inmenso imperio al sur, el llamado “reino del Birú”. 

Pizarro, vecino de Panamá

En 1513, Pedro Arias de Ávila, más conocido como Pedrarias Dávila, un hombre de más de setenta años, fue nombrado gobernador de Castilla del Oro, también conocida como Tierra Firme. Este territorio, con capital en Santa María de la Antigua del Darién, comprendía lo que hoy es Centroamérica (sobre todo Panamá), parte de Venezuela y el norte de Colombia, zonas en las que se establecieron los primeros asentamientos españoles de América continental. 

En 1514, Pedrarias asumió el cargo de gobernador y desde el inicio tuvo rencillas con Balboa. A pesar de esto, ambos tuvieron un periodo de paz en el que llegaron a ser suegro y yerno, ya que en 1516 Balboa se casó con una de las hijas de Pedrarias, la cual estaba en España, por lo que la unión matrimonial fue mediante poderes, es decir, a distancia. 

Aunque Balboa comenzó a planificar y organizar el descubrimiento y conquista del reino de Birú, sus planes quedaron truncados. En enero de 1519, fue ejecutado en Acla por orden de Pedrarias Dávila bajo una falsa acusación: ser “traidor y usurpador de las tierras” sujetas a la real Corona.  Al respecto, la etnohistoriadora de origen estadounidense, Kathleen Romoli, sostiene que las acusaciones contra Balboa «eran totalmente falsas y prueba de su inocencia era haber ido a Acla«, ya que, «de haber pensado en conspirar, jamás se hubiera movido del Pacífico, donde tenía hombres, barcos y oportunidades para hacerlo”.

En realidad, se trató de una trama bien urdida por Pedrarias, quien había vuelto a profesar su profundo odio y enemistad hacia Balboa, y por el licenciado Gaspar de Espinosa, un personaje que tuvo relevancia en la futura conquista del reino de Birú y que se vio beneficiado con la ejecución del descubridor del Mar del Sur.


(Ejecución de Núñez de Balboa. Fuente: Wikimedia Commons)

El que ejecutó la orden de capturar a Vasco Núñez de Balboa fue su antiguo lugarteniente, Francisco Pizarro, quien lo capturó mientras se dirigía a Acla por orden de Pedrarias. Asimismo, quien sentenció a Balboa a ser decapitado fue Gaspar de Espinosa, en su calidad de alcalde mayor de Castilla del Oro. El cargo de alcalde mayor venía con la atribución de impartir justicia como juez ordinario

En agosto de 1519, bajo el mando de Pedrarias, Gaspar de Espinosa y Fracisco Pizarro participaron en la fundación de Nuestra Señora de la Asunción de Panamá, ciudad en la que Pizarro llegó a ser regidor y alcalde. Luego, Pedrarias cambió la capital de Castilla del Oro de Santa María la Antigua del Darién, ciudad fundada por Vasco Núñez de Balboa en la costa caribeña, a Nuestra Señora de la Asunción de Panamá, ciudad fundada por el propio Pedrarias en la costa del Pacífico. 

La ciudad fundada por Pedrarias actualmente es conocida como Panamá la Vieja, ya que en 1671 fue destruida y saqueada por piratas ingleses comandados por Henry Morgan, tras lo cual se trasladó diez kilómetros al sur a lo que hoy es el Casco Antiguo de la actual Ciudad de Panamá, capital de ese país.

Nuestra Señora de la Asunción de Panamá, o Panamá la Antigua, fue el centro de operaciones de donde salieron expediciones a conquistar más territorios americanos. Fue allí donde, 17 años después de su llegada al Nuevo Mundo, Pizarro consiguió ser un vecino importante, obtener cierta fortuna y hacerse de una encomienda. 

La encomienda era un sistema heredado de España y consistía en que un español, denominado encomendero, se encargara de la evangelización de un grupo de indígenas, denominados encomendados. A cambio de ser evangelizados, los encomendados trabajaban en las propiedades del encomendero y le entregaban un tributo en especie, es decir, en productos en lugar de dinero. 

Otros vecinos de la ciudad en ese entonces eran el conquistador Diego de Almagro, el sacerdote Hernando de Luque y el ya mencionado licenciado y conquistador Gaspar de Espinosa. A esas alturas de sus vidas, se trataba de vecinos notables de Panamá, con cierta fortuna y gran experiencia en uno de los principales negocios de la zona: la conquista y el gobierno de los territorios conquistados.

La Compañía del Levante

En 1524, Pizarro se asoció con su amigo Diego de Almagro y el sacerdote Hernando de Luque para llevar a cabo la exploración y conquista del reino del Birú. Así, constituyeron en Panamá la Compañía del Levante


(A la izquierda, “Francisco Pizarro” (1835), obra de Amable Paul Coutan; a la derecha, “Diego de Almagro” (1873), obra de Domingo Mesa)

Pizarro se encargó de dirigir a los hombres, Almagro de la logística y Luque del financiamiento. Como dato relevante, quien en realidad estuvo detrás de la firma de Luque como socio de Pizarro y Almagro fue el licenciado Gaspar de Espinosa, ya que fue quien en realidad aportó el dinero que puso el sacerdote a la empresa. 

En palabras del doctor en historia por la Universidad de Sevilla, Esteban Mira Caballos, Hernando de Luque fue en realidad el testaferro de Gaspar de Espinosa, quien invirtió “nada menos que 20,000 pesos a través del clérigo”. Esta empresa no fue la primera en intentar llegar al actual Perú. Dos años antes, en 1522, otro vecino de Panamá, Pascual de Andagoya, intentó infructuosamente la conquista del Birú. Sin embargo, solo llegó hasta los límites de lo ya descubierto por Balboa. 

Para conquistar el reino del Birú, que en realidad era el Tawantinsuyo o Imperio de los Incas, la Compañía del Levante tuvo que emprender tres expediciones. Las tres zarparon de la costa occidental de Panamá y tuvieron la siguiente dinámica: primero, zarpaba Pizarro con un grupo de hombres, con quienes desembarcaba en algún lugar que considerada adecuado, para luego adentrarse y explorar; posteriormente, zarpaba Almagro con más gente y provisiones, y le daba el alcance a Pizarro; luego, Almagro regresaba a Panamá para conseguir más gente y provisiones, y volvía a darle el alcance a su socio. Como veremos a continuación, las tres expediciones tuvieron distintos resultados.

Las primeras dos expediciones

En el primer viaje (1524-1525), los conquistadores no pasaron del norte de la actual Colombia. El barco donde estaba Pizarro, llamado el “Santiaguillo”, zarpó antes, pasó por la isla de Taboga, luego por el archipiélago de Perlas,  y ancló en un lugar que bautizaron Puerto de Piñas. Tras no descubrir nada, se dirigieron a un puerto natural que llamaron Puerto Deseado. Luego, por el mal tiempo, se dirigieron a la desembocadura del río de los Mártires. Allí, pasaron un tiempo esperando provisiones, por lo cual bautizaron al sitio Puerto de Hambre, debido a que allí perecieron varios expedicionarios por falta de alimentos. 

Por su parte, el barco que zarpó con Almagro, el “San Cristóbal”, fue en busca de la gente embarcada en el “Santiaguillo”. Así, el grupo de Almagro llegó a un lugar que denominaron el Fortín del Cacique de Piedras, un lugar donde el grupo de Pizarro ya había sido atacado por nativos hostiles. Almagro ordenó tomar por asalto el lugar, desatándose un enfrentamiento con los indios locales.

En aquella acción, Almagro casi murió, de no ser porque fue rescatado por un fiel esclavo suyo. Sin embargo, el conquistador perdió un ojo debido a una flecha enemiga. Luego, ordenó incendiar el lugar, que fue denominado Puerto Quemado. Meses después, a mediados de 1525, Pizarro y Almagro se reencontraron efusivamente en Chochama, en la costa sur del golfo de San Miguel. Si bien la expedición fue un fracaso, ambos socios prometieron intentarlo nuevamente. Así, Pizarro permaneció con un grupo de hombres en Chochama, mientras Almagro regresó a Panamá con el “Santiaguillo” y el “San Cristóbal” con el fin de conseguir más hombres y provisiones para el segundo intento.

En el segundo viaje (1526-1528), Pizarro y Almagro llegaron hasta la desembocadura del río San Juan, en la actual Colombia. Desde allí, Almagro regresó a Panamá en busca de provisiones y Pizarro envió a Bartolomé Ruiz, el capitán de su barco, a explorar más al sur. En dicha exploración, Ruiz capturó a tres indios tallanes, a quienes bautizaron como Fernandillo, Francisquillo y Felipillo. Estos tallanes luego sirvieron de intérpretes, o “lenguas”, destacando la figura de Felipillo. Cuando Almagro y Ruiz regresaron a la desembocadura del San Juan, la expedición continuó por el sur hasta Atacames, en el actual Ecuador. 

En Atacames, luego de enfrentamientos con los indígenas del lugar, se produjo la primera desavenencia seria entre Pizarro y Almagro, quien había vuelto de Panamá. Almagro maltrató a uno de los hombres y Pizarro salió en su defensa. Ambos llegaron a desenvainar sus espadas y se hubieran enfrentado de no ser porque fueron separados. Este duelo frustrado entre ambos fue conocido como la Porfía de Atacames. Tras ser separados, ambos socios se abrazaron, dejando de lado las pasiones. 

Entonces, la expedición comandada por Pizarro y Almagro continuó hasta el río Tempula, que bautizaron Santiago, punto desde el que resolvieron regresar al norte, a la bahía de San Mateo, debido a la hostilidad de los nativos. Desde la bahía de San Mateo, Almagro retornó a Panamá en busca de refuerzos. Mientras tanto, Pizarro se trasladó, con 80 hombres que quedaban, a la isla del Gallo para esperar la vuelta de Almagro.  

En la isla del Gallo, los hombres estaban muy descontentos y deseaban regresar, pero le temían a Pizarro y no se atrevían a desafiar su autoridad. Ante esta situación de tensión, Pizarro despachó su último barco a Panamá con el fin de evitar fugas o motines. Sin embargo, los hombres no desaprovecharon esta oportunidad para pedir ayuda mediante una treta. Enviaron de regalo un ovillo de algodón a la  esposa del gobernador de Panamá, Pedro de los Ríos; dicho regalo, contenía oculta una nota con una pequeña copla que alertaba de su situación en la isla. 

Entonces, de los Ríos rechazó el pedido de Almagro de volver con refuerzos, y envió dos barcos bajo el mando de Juan Tafur a rescatar a los expedicionarios. Cuando llegó Tafur, a fines de septiembre de 1527, se dio el famoso episodio de los Trece del Gallo, en que solo trece de los hombres que acompañaban a Pizarro decidieron quedarse en la isla para seguir con la expedición.

Aunque Bartolomé Ruiz también cruzó, Pizarro le ordenó que, aun contra la voluntad de las autoridades, fuera a Panamá y regresara por ellos en otra nave. Además de los llamados “Trece del Gallo” o “Trece de la Fama”, se suman los “indios auxiliares” nicaraguas y panamás sobrevivientes; los tres nativos tallanes, Felipillo, Fernandillo y Francisquillo; y un esclavo africano. El grupo esperó a Ruiz unos seis meses y fueron encontrados en la cercana isla de la Gorgona en marzo de 1528. Desde allí, a pesar de que Ruiz había recibido la orden de embarcarlos a Panamá, continuaron con la expedición al sur y confirmaron la existencia del Imperio de los Incas. 


(“Los trece de la Isla del Gallo” (1902), obra de Juan Lepiani)

Cuando Pizarro regresó a Panamá, se reunió con sus socios para decidir cómo conseguir permisos, fondos y apoyo para una tercera expedición. Así, la Compañía del Levante decidió que Pizarro viajara a España para entrevistarse con el rey Carlos I de España  V de Alemania.

La Capitulación de Toledo

De este modo, Pizarro viajó a España. En 1529, luego de 27 años de ausencia en Europa, Pizarro desembarcó en Sevilla. En esta ciudad, se encontró con su pariente, Hernán Cortés, quien había conquistado el Imperio Azteca en 1521. Ambos se conocían desde antes, ya que habían coincidido durante un tiempo en la isla la Española, actual Santo Domingo, principal punto de partida de muchas expediciones españolas en el Nuevo Mundo. Gracias a su experiencia con los aztecas, Cortés dio a Pizarro valiosos consejos que lo ayudarían en la conquista del Imperio de los Incas. 

Luego Pizarro se dirigió a Toledo, donde se encontraba la corte del rey. Allí, el conquistador pudo exponer al monarca sus descubrimientos, conquistas y objetivos. Pizarro además impresionó a Carlos I con los indios, llamas, tejidos, cerámicas y piezas de oro y plata que mostró en la corte. Según el historiador Bernard Lavallé, una exposición de ese tipo era:

“(…) una tradición desde el retorno del primer viaje de Cristóbal Colón. Los descubridores y otros conquistadores que venían a solicitar cualquier favor ante el soberano, o que simplemente deseaban rendirle un homenaje interesado, aprovechaban la ocasión para exponer ante los ojos deslumbrados de la Corte algunas muestras exóticas venidas directamente del Nuevo Mundo.”


(Pizarro haciendo su exposición al emperador Carlos I de España y V de Alemania, 1885. Fuente: Wikipedia)

El rey poco después tuvo que partir a Italia para ser oficialmente coronado emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (un imperio ubicado en lo que hoy es principalmente Alemania) por el Papa Clemente VII. De este modo, el asunto quedó a cargo del Consejo de Indias, que acabó otorgando el permiso a Pizarro con la firma de la esposa del rey, la reina Isabel de Portugal. 

De este modo, el 26 de julio de 1529, se suscribió la llamada Capitulación de Toledo, un decreto real que, entre otras cosas, otorgó a Pizarro el permiso para emprender la conquista del Imperio de los Incas, dándole además los títulos de Gobernador y Capitán General de la provincia del Perú y los de Alguacil Mayor y Adelantado, todos estos cargos de por vida. Frente a todo ello, Almagro, quien se había quedado esperando en Panamá, solo recibió el título de gobernador de una fortaleza que debían construir en Tumbes y el título de hidalgo. 

La Capitulación de Toledo fue motivo de discordia entre los dos socios, ya que Pizarro se vio mucho más beneficiado que Almagro. De acuerdo con Osvaldo Silva Galdames, historiador de la Universidad de Chile, la Capitulación de Toledo “provocó una ruptura que casi hizo fracasar la tercera expedición”. 

Pizarro retornó a su Trujillo natal, donde reclutó personas de su confianza, entre ellos sus medios hermanos, Hernando Pizarro y Vargas, el único hijo legítimo del padre; Gonzalo y Juan Pizarro Alonso; y Francisco Martín de Alcántara, hermano materno. Otros parientes fueron el joven Pedro Pizarro, futuro cronista de la conquista y las guerras civiles entre conquistadores; y Martín Pizarro, futuro alguacil y alcalde de Lima en varias ocasiones. 

En Panamá, desde el inicio, la personalidad, arrogante y orgullosa de Hernando Pizarro hizo que chocara con Diego de Almagro, quien consideraba que aquel hermano tenía demasiada influencia sobre su socio. Hernando Pizarro y Diego de Almagro se odiaban y, como veremos en otro informe, esta antipatía acabó de manera dramática y con funestas consecuencias.

Tercera Expedición: la conquista del Perú

En el tercer viaje (1531-1533) se consiguió el objetivo de conquistar el Imperio Inca. Veamos esto poco a poco. El 20 de enero de 1531, zarpó de Panamá un grupo comandado por Pizarro. Mientras tanto, Almagro permaneció en Tierra Firme reclutando gente para después unírsele. Como veremos, esto ocasionó posteriores disputas.

El grupo de Pizarro estaba conformado por 180 hombres de infantería y 37 de caballería. De acuerdo con el historiador Antonio Espino López, en esta tercera expedición participaron “varios cientos de indios auxiliares, en este caso centroamericanos, como solía suceder en casi todas las expediciones” y “diversos religiosos”. 

Si bien varios integrantes de la expedición murieron en el camino, también se sumaron pequeños grupos, con más hombres de infantería y caballería, encabezados por personajes como Sebastián Moyano, más conocido como Sebastián de Belalcázar (o Benalcázar), futuro conquistador de Quito; Hernando de Soto, futuro conquistador de La Florida; Juan Ruiz de Arce; y Pedro Gregorio.

A fines de noviembre o comienzos de diciembre de 1531, tras casi un año de haber partido de Panamá y explorado algunos puntos de la costa del actual Ecuador, Pizarro y los suyos desembarcaron en la isla de Puná. A pesar de mantener una paz inicial con los isleños, el conflicto no tardó en desatarse, de modo que los españoles formaron una alianza con los nativos de Tumbes, quienes muy poco antes habían sido sojuzgados por los isleños. 

Vencidos los punaeños, los conquistadores se trasladaron a Tumbes en los primeros meses de 1532. Sin embargo, a pesar de haber sido sus aliados en Puná, ni bien desembarcaron las primeras avanzadas españolas, fueron atacados por los tumbesinos. 

Después de varias peripecias, enfrentamientos y exploraciones tierra adentro, la expedición llegó al cacicazgo de Poechos en mayo de 1532. Allí, el obeso cacique Maizavilca obsequió a su sobrino a los conquistadores, quien fue bautizado Martinillo y se convirtió en un destacado traductor de los españoles. Posteriormente, adoptó el apellido Pizarro, estuvo entre los fundadores de Lima, donde obtuvo un solar, así como una encomienda en Huaura, y se casó con una española

En el cacicazgo de Poechos, Hernando Pizarro descubrió a un espía del inca disfrazado de comerciante de pacaes. Este personaje, quien fue reconocido por sus orejas alargadas (símbolo de pertenencia a la élite del imperio), fue pateado en el sueño por Hernando, pero logró escapar y dar información valiosa a Atahualpa.

Al mes siguiente de llegar a Poechos, el 15 de agosto, los conquistadores fundaron la ciudad de San Miguel de Tangarará, en lo que hoy es Piura. 


(Fundación de San Miguel de Tangarará. Fuente: Wikimedia Commons)

Este asentamiento, ubicado a orillas del río Chira y a más de 30 kilómetros del mar, fue la primera ciudad fundada por españoles en el Pacífico Sur. El contexto en el que llegaron los conquistadores fue de guerra civil entre los incas de Quito, comandados por Atahualpa, y los incas de Cusco, comandados por Huáscar. 

Tras la muerte del padre de ambos, el inca Huayna Capac, los hermanos (medio hermanos en realidad, con diferentes madres) habían combatido por el poder durante tres años, aunque Atahualpa salió victorioso. Los historiadores consideran que la guerra habría empezado en 1529, en los dominios de Atahualpa, adonde Huáscar mandó a sus ejércitos para imponer su autoridad como soberano del Tahuantinsuyo. En este enfrentamiento, los incas de Quito vencieron en varias batallas a los incas del Cusco, tras lo cual Atahualpa estableció su cuartel general en Cajamarca, desde donde envió a sus fuerzas hacia el sur, en dirección al Cusco

En 1532, poco antes de la llegada de los españoles, se dio la batalla de Quipaypan, no muy lejos del Cusco, donde las fuerzas de Atahualpa derrotaron a las de Huáscar y lo apresaron. De este modo, Atahualpa se impuso a su hermano como soberano del Imperio Incaico. 

Luego de la derrota de Huáscar, las fuerzas de Atahualpa ocuparon el Cusco. De acuerdo con varios historiadores y cronistas, por orden de Atahualpa sus fuerzas asesinaron a casi toda la nobleza que cayó en sus manos, tanto de la línea familiar de Huáscar, como de otros parientes que pudieran reclamar el trono. En el contexto de este triunfo sobre su hermano, Atahualpa, quien se hallaba muchos kilómetros al norte del Cusco, se enteró de la llegada de los españoles.

Así, el inca mandó a uno de sus hombres de confianza, de nombre Ciquinchara, como espía. Como lo hemos mencionado, Ciquinchara fue descubierto por Hernando Pizarro en el cacicazgo de Poechos. Sin embargo, logró escapar y dar importante información de los españoles a Atahualpa.


(“Francisco Pizarro” (1929), obra de Daniel Hernández Morillo)

El 24 de septiembre de 1532, Pizarro partió de San Miguel de Tangarará con una fuerza de 67 hombres de infantería y 110 de caballería, que incluía 3 arcabuceros y 20 ballesteros. Esta fuerza se redujo a 62 de infantería y 106 de caballería, pues algunos regresaron; en total unos 168 soldados europeos partieron al encuentro con el inca. Este grupo de hombres, conocido como “la hueste perulera”, tenía muchos aliados. 

Debido a la conocida crueldad del inca Atahualpa, también llamado Atabalipa, varios pueblos indígenas se unieron a los españoles antes y después de su llegada a Cajamarca. Entre estos, destacan los tallanes, cañaris, chachapoyas, huancas, tarmas y yauyos. De acuerdo con Waldemar Espinoza, historiador cajamarquino y docente de la Universidad Mayor de San Marcos, el Imperio Incaico estaba conformado por cerca de doscientos reinos en los que se albergaba «odio profundo» hacia sus conquistadores, los incas, lo cual facilitó que los españoles hicieran alianzas. 

El 15 de noviembre de 1532, tras un largo viaje, Pizarro y sus hombres llegaron a Cajamarca. En ese entonces, la ciudad, que encontraron casi completamente  abandonada, tenía unas dos mil casas, con una plaza descrita en los siguientes términos por el conquistador, cronista y testigo Francisco de Jeréz: “La plaza es mayor que ninguna de las de España, toda cercada, con dos puertas que sale a las calles del pueblo”.

De acuerdo con William Prescott (1796-1859), historiador estadounidense especializado en la conquista española, aunque la ciudad había sido evacuada por Atahualpa, sus embajadores manifestaron a los españoles que “no había motivos de alarma” y que “el Inca se hallaba empeñado en una guerra importante y por eso los habitantes habían abandonado la ciudad”. A pesar de estas explicaciones, un espía indígena de los españoles ya les había advertido que “no había duda de las intenciones hostiles de Atahualpa”.

De acuerdo con varios fuentes, Atahualpa pretendía dejar con vida al barbero, al herrero y al domador de caballos. Gracias a su espía, tenía información sobre estos personajes. Así, quería al herrero para dominar los metales, al domador para utilizar a esos animales y al barbero por su poder de “rejuvenecer” los rostros.

Gracias a los embajadores incaicos, Pizarro también supo que Atahualpa se encontraba a unos 6 kilómetros, en los baños termales de Pultumarca. Con el fin de concertar una reunión con el inca, Pizarro envió a Hernando de Soto como embajador, comandando un grupo de hombres de caballería, y acompañado del indio traductor Felipillo. Al ver que el grupo era muy pequeño, Pizarro despachó otro grupo similar bajo el mando de su hermano Hernando con el indio traductor Martinillo.

En Pultumarca, Hernando de Soto y Hernando Pizarro, junto con otros cuatro jinetes y el traductor Martinillo, ingresaron al campamento del inca, dejando afuera al resto de sus hombres. El pequeño grupo llegó hasta la entrada de un edificio donde se encontraba el inca. Una vez allí, el inca demoró en aparecer, lo que exasperó a Hernando Pizarro, quien exclamó: “¡Decidle al perro que salga!”. Martinillo tradujo y, poco después, apareció el monarca con actitud indiferente.

Entonces, Hernando de Soto hizo cabriolas con su caballo con el fin de intimidarlo. Sin embargo, el soberano del Tahuantinsuyo permaneció tranquilo, a diferencia de algunos de sus hombres, que luego fueron ejecutados por mostrar miedo. Luego, se acordó la reunión entre Francisco Pizarro y Atahualpa para el día siguiente en Cajamarca.


(Hernando de Soto ante Atahualpa. Fuente: Wikimedia Commons)

Con el fin de capturar al inca, Pizarro organizó su caballería en tres grupos de veinte, comandados respectivamente por Hernando de Soto, Hernando Pizarro y Sebastián de Belalcázar. Asimismo, colocó un falconete (pieza ligera de artillería) manejado por el griego Pedro de Candia, además de unos ocho o nueve arcabuceros, en la parte alta de la fortaleza. En ese punto también se colocaron trompetas. En Las calles que conducen a la plaza Pizarro posicionó a su infantería en grupos de ocho, situándose él al medio con una veintena de hombres. La señal para el ataque sería un disparo de artillería.

Durante la noche del viernes 15 al sábado 16 de noviembre, los españoles esperaron ansiosos la llegada del inca. El mismo sábado 16, ante la demora, el conquistador Hernando de Aldana (o Hernando de Aldana), quien había aprendido algo de quechua, se ofreció como voluntario para averiguar por dónde andaba el inca. Aldana llegó a encontrarse con el Inca y, tras un incidente en que este trató de quitarle la espada, regresó a la plaza de Cajamarca asegurando que el inca llegaría.


(Captura de Atahualpa. Fuente: Wikimedia Commons)

Efectivamente, ese día, el inca apareció con miles de hombres a las afueras de Cajamarca. Atahualpa iba conducido en andas, también era conducido así el señor de Chincha (o Chinchaysuyo), junto a estos, el séquito de miles de hombres fue acercándose a la plaza. Según el cronista Pedro Pizarro, Atahualpa estaba acompañado de un ejército de 50,000 efectivos

Debido a su gran ejército, Atahualpa estaba confiado, por lo que dejó a sus soldados afuera de la plaza, e ingresó acompañado tan solo de sus sirvientes y la gente de su corte, quienes sumaban unas 6,000 o 7,000 personas. Aunque hubo algunos soldados entre los acompañantes del inca que entraron en la plaza, la mayoría eran sirvientes encargados de limpiar el camino, otros cientos que cantaban himnos, sumados a muchos nobles y señores principales.

Frente a este contingente, Pizarro contaba con unos 61 efectivos de caballería y 103 de infantería (habrían muerto tres hombres desde su salida de Tangarará). Fueron a dar el encuentro al inca el fraile dominico Vicente de Valverde, un nativo traductor (Felipillo; según unos cronistas; Martinillo, según otros) y Hernando de Aldana. Valverde, con una cruz y una Biblia, leyó el requerimiento, que fue traducido por Felipillo. Se trataba de una declaración, legalmente obligatoria, que se hacía a los naturales del lugar con el fin de que se sometiesen al rey y a la Iglesia Católica. 

Tras el requerimiento, Valverde alcanzó la Biblia al inca, quien, luego de abrir este libro sin entender qué era, lo lanzó con desprecio y le reprochó los robos perpetrados por los españoles desde su llegada al Tawantinsuyo. 

Entonces, Valverde fue hacia Pizarro pidiendo que este y sus hombres hicieran algo. Crónicas de conquistadores como Diego de Trujillo y Miguel de Estete describen la escena. De acuerdo con Diego de Trujillo, Valverde se volvió hacia Pizarro gritando: “¡que hace vuestra merced!, ¡que Atabalipa está hecho un Lucifer!”. Por su parte, Miguel Estete señala que Valverde exclamó: “¡No veis lo que pasa!, ¿para qué estáis en comedimientos y requerimientos con este perro lleno de soberbia, que vienen los campos llenos de indios? ¡Salid a él, que yo os absuelvo!”. 

Entonces, Pizarro gritó “¡Santiago!” y Pedro de Candia, desde lo alto de la fortaleza, dio la señal de ataque: disparó el falconete y sonaron las trompetas. Tras la detonación, los conquistadores salieron de sus escondites exclamando “¡Santiago y a ellos!”. Al exclamar “¡Santiago!”, aludían a Santiago Matamoros, representación española del santo y apóstol Santiago, cuya imagen fue muy utilizada en la Guerra de Reconquista, esto es, la larga guerra con la que los cristianos de la península ibérica se libraron del dominio musulmán. 

Para aturdir más a los hombres de Atahualpa, cada caballo llevaba cascabeles. Asimismo, atacaron los soldados indígenas de pueblos aliados de los conquistadores. Los españoles y sus aliados masacraron a la gente que acompañaba a Atahualpa. En medio del ataque, Pizarro consiguió tomar de un brazo al inca con el fin de bajarlo de sus andas y capturarlo. Tal fue el ímpetu del ataque de sus hombres, que el propio Pizarro quedó herido en un brazo por un corte de espada.

De acuerdo con varios cronistas, sorprendió el hecho de que los porteadores de Atahualpa, indígenas lucanas, se dejaran matar uno tras de otro mientras sostenían a su soberano en andas. Miles murieron por sus armas, pero también muchos aplastados por quienes trataban de escapar. Las muertes varían según los cronistas, calculándose entre 2,000 y 8,000 las bajas incaicas. Frente a estas bajas, los conquistadores perdieron a un sirviente de origen africano y unos cinco soldados aliados.  


(“La captura de Atahualpa” (1920-27), obra de Juan Lepiani)

Al día siguiente de  su captura, esto es, el domingo 17 de noviembre, el inca ofreció a cambio de su libertad entregar una habitación llena de cántaros y ollas de oro sin fundir hasta la altura de su mano, y dos habitaciones similares llenas de plata. Más adelante, este botín generó discordia entre los hombresde Pizarro, que fueron los que capturaron al inca, y los de Almagro, que llegaron a Cajamarca el 12 de abril de 1533, conformadas por 150 soldados a pie y 86 a caballo.

Atahualpa pasó en cautiverio poco más de ocho meses mientras llegaba su oro. Durante este periodo, habría aprendido a jugar ajedrez y bolos y trabó amistad con Hernando Pizarro y Hernando de Soto. Otro con quien hizo amistad en esos meses fue el joven extremeño (natural de Extremadura) Pedro Cataño, quien posteriormente fue engrilletado por defender a Atahualpa al enterarse de que iba a ser ejecutado. 

Por otra parte, el monarca incaico entregó a su hermana, la ñusta, o princesa, Quispe Sisa, a Pizarro. Quispe Sisa fue bautizada como Inés Huaylas Yupanqui y se convirtió en la pareja de Pizarro, por lo cual el conquistador y el inca se hicieron cuñados. De esta unión, nacieron dos niños: Francisca, que muchos años después se casó en España con su tío Hernando, y Gonzalo, que murió joven. Por otra parte, temiendo que Pizarro liberara a su hermano Huáscar y le devolviera el trono, Atahualpa ordenó que este fuera ejecutado.

No está clara la forma en la que murió Huáscar, pero se sabe que fue ejecutado en Andamarca, cerca del río Yanamayo. Según unas versiones, Huáscar fue ejecutado y su cuerpo arrojado al río Yanamayo; según otras, Huáscar fue ahogado en dicho río; también hay versiones que señalan que se le aventó al río desde un acantilado. Lo que también se sabe es que los españoles se enteraron de la ejecución de Huáscar.


(El cuarto del rescate. Fuente: Wikimedia Commons)

De acuerdo con Antonio Espino López, profesor de historia de la Universitat Autónoma de Barcelona, “lo enviado para el rescate de Atahualpa montaba 1,326,539 pesos de oro –o bien 1,528,500 pesos de oro, según Antonio de Herrera–, unos 6092 kilogramos, y 51,610 marcos de plata, unos 11,705 kilogramos”. Este tesoro se fundió para ser repartido entre los conquistadores y el rey de España por concepto del llamado quinto real, tributo que debía entregarse al monarca por las ganancias obtenidas en la conquista.


(Acarreó de oro y plata para el rescate de Atahualpa, por Theodor de Bry)

Descontado el quinto real por un valor de 100,000 ducados más joyas de oro, Pizarro obtuvo 57,222 pesos de oro y 2,350 marcos de plata; su hermano Hernando, 31,800 pesos de oro y 724 marcos de plata; los sesenta que conformaban la caballería obtuvieron cada uno 8,800 pesos de oro y 362 marcos de plata; y los 105 soldados de infantería, ganaron cada uno la suma de 4,440 pesos de oro y 180 marcos de plata. El resto de hombres que participó en la captura recibió una cantidad menor.

Los soldados de Almagro pretendían un igual derecho que los de Pizarro en el reparto del botín del rescate Atahualpa. Argumentaban que, si bien no habían participado en la captura del inca, desde su llegada habían estado montando guardia en Cajamarca, ayudando a proteger el tesoro y que la conquista era una causa común. Al final, se acordó entregar a los hombres de Almagro unos 20,000 pesos de oro para que se repartieran entre todos. Asimismo, se entregó 15,000 pesos de oro más al grupo de conquistadores que se habían quedado en la recientemente fundada San Miguel de Tangarará.

Francisco Pizarro envió a su hermano Hernando a España para entregar al monarca el quinto real. Esta acción tuvo un fin estratégico. Por un lado, al enviar al más conflictivo y mejor educado de sus hermanos a esta misión, Francisco Pizarro alejaba a un enemigo de su socio Almagro, pues ambos personajes habían entablado una fuerte enemistad. Por otro lado, Hernando era un defensor del inca Atahualpa, pues había trabado amistad con él

Así, sin Hernando en la escena, luego de la repartición del oro, Atahualpa fue juzgado por idolatría, herejía, tiranía, usurpación (por derrocar a su hermano Huáscar); traición y alevosia (los españoles pensaban que planeaba traicionarlos); regicidio y fratricidio (por ordenar desde su cautiverio el asesinato de su hermano Huáscar), poligamia e incesto (por tener más de una esposa y estar casado con su hermana). 

El 26 de julio de 1533, luego de ser procesado y Atahualpa fue sentenciado a morir en la hoguera. Así, fue llevado a la plaza de Cajamarca, donde se le ató a un tronco y se le colocaron maderos a sus pies. A cambio de convertirse al cristianismo, finalmente se le cambió la pena y murió estrangulado mediante el garrote vil, bautizado como “Juan” o “Francisco” (dependiendo del cronista).


(Ejecución de Atahualpa. Fuente: Wikimedia Commons)

Tras la muerte del inca, siguió un largo periodo de campañas bélicas en el que los españoles acabaron imponiéndose. 

Explicación del triunfo español

La conquista española se terminó concretando gracias a varios aspectos. En primer lugar, la división del Imperio Incaico entre huascaristas, o incas del Cusco, y atahualpistas, o incas quiteñistas. Al respecto, el historiador Bernard Lavallé sostiene que cronistas como:

“Pedro Pizarro, Pedro Sancho de la Hoz, Agustín de Zárate, insisten sobre el hecho que la discordia en el enemigo fue un elemento decisivo, sin el cual la victoria española habría sido mucho más difícil, hasta sin duda imposible. Cieza de León llega incluso a distinguir en la guerra fratricida de los Incas la mano de la divina providencia deseosa de favorecer la suerte de las armas cristianas.”

En segundo lugar, la alianza militar entre los españoles y los distintos pueblos indígenas locales, que buscaba liberarse del dominio inca, lo cual muchas veces les dio superioridad numérica frente a estos. 

En tercer lugar, un aspecto que debilitó a los pueblos nativos de América, ya fueran aliados o enemigos de los conquistadores europeos, fueron las enfermedades que llegaron con estos, en especial la viruela. Estas enfermedades ocasionaron epidemias con gran mortandad en la población aborigen del Nuevo Mundo, que se redujo en millones

En cuarto lugar, la superioridad tecnológica de los europeos, que dominaban el mar, gozaban de armas y armaduras de acero, cañones, ballestas y arcabuces, a lo que se agregaban los caballos, que fueron determinantes, y perros de guerra. 

Finalmente, la experiencia militar y los conocimientos en conquista y fundación de ciudades de la que gozaban Pizarro y sus socios.


(Estatua de Atahualpa en el Palacio Real de Madrid. Fuente: Wikimedia Commons)

En los siguientes informes, veremos cómo se rompió la sociedad entre Pizarro y Almagro y cómo estos antiguos amigos acabaron enfrentados militarmente. Asimismo, veremos el dramático fin de la amistad y la vida de Pizarro y Almagro.

Equipo de Investigación

Área de investigación de Enterarse.com

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